¿Existe el concepto de desarrollo en la cosmovisión indígena?

 En la cosmovisión de las sociedades indígenas, en la comprensión del sentido que tiene y debe tener la vida de las personas no existe el concepto de desarrollo. Es decir, no existe la concepción de un proceso lineal de la vida que establezca un estado anterior o posterior, a saber, de sub-desarrollo y desarrollo; dicotomía por los que deben transitar las personas para la consecución de bienestar, como ocurre en el mundo occidental. Tampoco existen conceptos de riqueza y pobreza determinado por la acumulación y carencia de bienes materiales.

 

Mas existe una visión holística a cerca de lo que debe ser el objetivo o la misión de todo esfuerzo humano, que consiste en buscar y crear las condiciones materiales y espirituales para construir y mantener el 'buen vivir', que se define también como 'vida armónica', que en idiomas como el runa shimi (quichua) se define como el 'alli káusai' o 'súmac káusai'.

 

Por la diversidad de elementos a los que están condicionadas las acciones humanas que propician el 'alli káusai', como son el conocimiento, los códigos de conducta éticas y espirituales en la relación con el entorno, los valores humanos, la visión de futuro, entre otros, el concepto del alli káusai constituye una categoría central de la filosofía de vida de las sociedades indígenas. Visto así el alli káusai o sumac káusay constituye una categoría en permanente construcción.

 

Por este motivo resulta inapropiado y altamente peligroso aplicar en las sociedades indígenas, el paradigma 'desarrollo' tal y como es concebido en el mundo occidental, ni siquiera en el supuesto de que este concepto lejos de ser la entelequia que es, resulte un sinónimo de bienestar. Puesto que el 'Alli Káusai' tiene una trascendencia mayor a la sola satisfacción de necesidades y acceso a servicios y bienes. En este contexto la visión de la vida y del 'buen vivir', sintetizados en la categoría filosófica del Alli Káusai, no puede entenderse como un concepto análogo al desarrollo.

 

El Alli Káusai: Un concepto indígena de sustentabilidad y paradigma alternativo al Desarrollo

 

El rigor del Alli Káusai se sustenta en el conocimiento, que es la condición básica para la gestión de las bases locales ecológicas y espirituales de sustento y resolución autónoma de las necesidades. Aquello supone el desarrollo de sistemas productivos coherentemente adaptados a las condiciones del entorno.

 

El conocimiento trasmitido a través de las generaciones, a tiempo de colocar a los individuos de una comunidad en una condición equitativa en cuanto a capacidad, destreza, identidad y cosmovisión, establece también valores imprescindibles para los procesos productivos y de resolución autónoma de necesidades, como la solidaridad y reciprocidad, lo cual es evidente por ejemplo en la Minga.  El conocimiento incluye además la esfera de lo trascendente o de lo espiritual. Allí se configura la visión indígena sobre el universo selva, en donde las distintas formas de vida son concebidas como seres análogos a las personas, guiadas y protegidas por grandes espíritus, con quienes el hombre está destinado a convivir en base al diálogo permanente. En esta comprensión, la selva se convierte un continente de escenarios sagrados, por ejemplo: una gran laguna, un cerro, las cascadas, las profundidades fluviales, entre otros, son considerados escenarios sagrados, por ser moradas de los espíritus protectores de las vidas de la selva.

 

En el contexto de esta visión se ejercen muchas de las formas de utilización o manejo de los distintos escenarios y recursos de la selva, por ejemplo, los rituales agrícolas de la siembra que se practican constituyen pactos de alianza para la vida, y que se establece mediante el diálogo con el espíritu de la tierra. Los asentamientos humanos, el uso del suelo en varios casos mantienen sistemas itinerantes, y están en función del mantenimiento y la protección de la biodiversidad agrícola y del bosque, propiciando una permanente recreación de dichos lugares, evitando sobre-explotación de recursos y deterioro o contaminación ambiental.

 

Dentro de esta visión, la selva y la tierra son estratos que unen los espacios físicos con lo intangible, lo material con lo espiritual, cuyo mediador constituye la persona savia (yachac en runa shimi). La práctica social de ésta visión sobre la vida y el cosmos, resulta fundamental en la dinámica de la construcción del Alli Káusai.

 

La Pobreza en la visión indígena

 

'Mútsui', es un concepto que los quichuas de Pastaza utilizan como una categoría de pobreza circunstancial. No se trata de la pobreza estrictamente material y de carencia de servicios entendidos desde la lógica occidental y, sobre los que los Estados y organismos internacionales elaboran tablas e indicadores de medición.

 

Mútsui se entiende como la carencia de productos primordiales de la biodiversidad agrícola sin cuyo sustento resulta inconcebible la seguridad alimentaria. Las causas del Mútsui pueden ser diversas, siendo la principal las inundaciones corroboradas por las fallas en la utilización de los distintos pisos ecológicos en la siembra itinerante.

 

El Mútsui está asociado a falencias relacionadas a la posesión y al manejo de la biodiversidad agrícola, al conocimiento sobre los tipos de suelo, los pisos ecológicos, entre otros aspectos. Y además está relacionado a ausencia de una actitud hacia la prevención y de visión a largo plazo.

 

Al fallar estos elementos, una familia o una comunidad puede caer en el Mútsui, que es el único y verdadero criterio de pobreza entendido culturalmente por los quichuas de esta parte del país, aquella que está relacionada con la seguridad alimentaria y concretamente con los productos agrícolas fundamentales, aún cuando la caza y la pesca no faltare. 

 

La solidaridad y la reciprocidad que caracteriza la economía y la cultura de la sociedad indígena resulta la mejor respuesta al Mútsui. Por ello el mutsui, es decir este estado de pobreza concebido culturalmente es algo circunstancial y no crónico como la pobreza generada por el desarrollo. Por ello el Mútsui se concibe como un hecho absurdo e indigno. 

 

De ahí que la creciente adopción del criterio de pobreza material y monetaria resulta relativamente nuevo, como consecuencia de las transformaciones que se viven y fundamentalmente por la reducción paulatina de las bases locales de subsistencia, y la reducción de las capacidades de resolución autónoma de las necesidades, impuestas por el sistema educativo estatal, la ampliación de la frontera colonizadora, las agresiva actividad extractiva de hidrocarburos y de bosque; las migraciones, los procesos de urbanización de las comunidades indígenas amazónicas. 

 

Sin embargo existen una gran número de comunidades que al ejercicio de los patrones culturales adaptan elementos exógenos compatibles con la filosofía del 'buen vivir', como es el caso de comunidades localizadas al interior de la selva que cuentan con servicio de transportación aérea o con programas de turismo comunitarios.

 

Desarrollo versus Alli káusai

 

Progresivamente y por los distintos canales de relación con la sociedad urbana, los pueblos indígenas han ido asimilando en mayor o menor grado el término desarrollo. Hoy es frecuente escuchar en los discursos de los líderes indígenas este término casi siempre asociado al de la pobreza.

 

Está claro que la utilización en el discurso indígena de los términos desarrollo y pobreza, se enmarca en el enfoque estrictamente occidental, al punto de que parecería que los pueblos indígenas habrían asumido como su máxima aspiración el bienestar entendido como satisfacción de necesidades y acceso a servicios y bienes, es decir que su destino está ineludiblemente orientado a transitar por el sendero trazado por occidente y que en consecuencia su existencia se debate en el dilema de optar por la tradición o la modernidad. 

 

Sin duda para algunos sectores de la población indígena amazónica, principalmente para los que su vida presente se desarrolla en el ámbito urbano, ya sea por la expansión de las ciudades o por migración, existe una mayor asimilación de estos conceptos.  Además sin temor a errar podría sostener que la asimilación de estos paradigmas resulta un fenómeno creciente y que, si otrora los vectores de esta visión fueron los misioneros, hoy resultan los centros educativos y los maestros bilingües, y principalmente las ONGs a través de sus líneas de "cooperación al desarrollo" y, paradójicamente la propia dirigencia indígena que a través de sus proyectos (muchos denominados como 'desarrollo integral'), han acuñado en sus discursos políticos y de reivindicación de derechos, una visión desarrollista que automáticamente parecería que coloca a las sociedades indígenas como colectividades "en vías de desarrollo".

 

La introducción del concepto de desarrollo en los pueblos indígenas, aniquila lentamente la filosofía propia del alli káusai. Porque a nombre de una supuesta modernidad y bienestar basado en la acumulación de bienes, se encuentra minando los patrones estructurales de la vida social y cultural de las sociedades indígenas, al aniquilar las bases de recursos de subsistencia y las capacidades, es decir los conocimientos para una resolución autónoma de las necesidades. Basta revisar los efectos de la actividad petrolera en los territorios y pueblos indígenas, que se viene implementando con el argumento del desarrollo, para constatar este hecho. Y también valdría la pena revisar el sistema educativo oficial (incluido la versión bilingüe intercultural), para constatar la exclusión y desvalorización del conocimiento y la filosofía de vida de las sociedades indígenas incide en la asimilación y dependencia de lejanos y peligrosos paradigmas.

 

El desarrollo, concepto típicamente occidental, como se conoce, desde su invención a raíz de la segunda guerra mundial, colocó a las ex colonias en la categoría de países sub-desarrollados (tercer mundo), y concibió a las sociedades indígenas de estos países como grupos pertenecientes a un espacio y tiempo considerado 'tradicional' , 'periférico' y 'primitivo'. De ahí que aún se continúa creyendo a los indígenas como pertenecientes a la cultura de la pobreza, o lo que se oye con frecuencia decir 'los más pobres entre los pobres'.

 

Todo esto con una insinuación implícita de que la superación de la 'pobreza' indígena supone el acceso a los 'beneficios de la modernidad', cuyo camino es la 'integración al mercado' , como el camino que conduce directo al desarrollo. Para lo cual los indígenas deben dejar de insistir en sus 'tradiciones no rentables', renunciar a sus bases locales de subsistencia y olvidarse de sus capacidades de gestión autónoma, para pasar a ser fuerza de trabajo, permitir el libre acceso a las actividades extractivas del subsuelo y de la biodiversidad y pasar a depender del Estado para que le resuelvan sus necesidades. Y viva el desarrollo indígena

 

Nada de esto, las sociedades indígenas como poseedoras de una filosofía de vida distinta, no pueden ni deben asimilar el desarrollo, ya que no es otra cosa que un mito, la situación de crisis económica extrema del país, la inequidad y el caos social y la crisis ecológica demuestran que el desarrollo es un fracaso.  Por ello precisa eliminar del discurso este término, para fortalecer la filosofía del Alli Káusai.

 

No quiero decir con esto que las sociedades indígenas deben mantener dentro de una campana de cristal su filosofía de vida. Al contrario, el proceso indígena demuestra que es posible construir el buen vivir recreando los propios paradigmas, inclusive adoptando dinámicas económicas y conocimientos exógenos y adaptándolos a las exigencias y realidades actuales y futuras, sin sacrificar las bases locales de subsistencia y al contrario optimizando su manejo, y fortaleciendo las capacidades autónomas e interdependientes de resolución de las necesidades.

 

Diversas experiencias lo demuestran. Pese a las limitaciones y a veces hasta errores están siendo implementados desde iniciativas comunitarias, como por ejemplo las actividades de planificación y manejo del territorio y sus recursos, programas de ahorro y crédito (pequeños bancos indígenas), e inclusive actividades que incorporan la lógica de valoración occidental de la geografía ambiental como es el turismo. Estos aspectos entre otros, constituyen nuevos procesos económicos que se insertan en las dinámicas originales. Todo esto constituye la generación de propias y auténticas formas de modernidad-para llamarlo de alguna manera- que los pueblos indígenas se encuentran desarrollando.

 

Claro está que esto no quiere decir que todo está perfecto o que los problemas están casi resueltos. Sin duda que algunas de las nuevas actividades, como aquellas que significan la incorporación de la lógica comercial frente a la diversidad biológica, sus escenarios de vida y los espacios escénicos, deben ser dimensionadas con objetividad, puesto que no se trata de que los pueblos indígenas terminen siendo funcionales a la novísima corriente del ecolologismo neoliberal que, con el cliché de la "sustentabilidad" pretende la cotización in situ de todas las vidas existentes y sus hábitats junto al aire y al conocimiento indígena.

 

Las iniciativas antes citadas, en la mayoría de los casos resultan incipientes, pero que progresivamente empiezan a dar resultados, en los que a la búsqueda de soluciones a las necesidades monetarias se refiere. Sin embargo, si se aplican los medidores econométricos de pobreza en las comunidades de la selva, éstas seguirán apareciendo como las más `pobres entre las pobres, fundamentalmente si se toman en cuenta indicadores de relativos a ingresos económicos, empleo, y acceso a bienes y servicios.

 

Claro que estos indicadores no contemplan, las potencialidades locales como organización y estructura social, conocimientos y sistemas de producción que inciden enormemente en la satisfacción autónoma de las necesidades. Y tampoco toman en cuenta la diversidad biológica de los territorios indígenas, los factores inherentes a lo que hoy se conoce como servicios ambientales, la ausencia de polución (o deterioro sustancialmente menor del ambiente que en los espacios urbanos y sus áreas de influencia), que excepto en las zonas intervenidas por la actividad petrolera, poseen muchas comunidades. Además los indicadores convencionales de pobreza, no toman en cuenta la identidad cultural como potencialidad productiva y de resolución de los problemas.

 

Por ello insisto en que las posibilidades de real solución y a largo plazo de las necesidades no está en la aplicación de la lógica del desarrollo. Si no, en la dinámica de la construcción del principio del Alli káusai, aplicado a todas las actividades económicas, sociales y culturales.  Quizá el mayor reto es el fortalecer esta filosofía del 'buen vivir', desde la familia y el espacio local hasta el contexto más amplio de las nacionalidades y sus estructuras de autogobierno. Aquello puede significar el surgimiento de paradigmas alternativos al desarrollo que se ha impuesto a sangre y fuego en el mundo.

 

* Tomado del Diario Hoy, Quito, Ecuador.

** Kichwa amazónico ecuatoriano, egresado en antropología.

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