Al principio de los tiempos hubo un hombre llamado Monaya Jurama que viví­a en su choza con su mujer y una hija hermosí­sima de nombre Monaya Tirisa.

 

Como la muchacha era muy orgulloso y presuntuosa despreció a infinidad de hombres que la pretendieron con intención de matrimonio; empero, un día se enamoró de Cuyo Buynaima trabajador bien formado y bien parecido pero... era un espíritu, y con los espíritus nadie se casa.

 

Para ir a visitar a su amor, Cuyo Buynaima se convertía en lombriz; por las tardes penetraba a escondidas y se metía en un agujero que había cerca del lugar donde la esposa y la hija de Monaya Jurama acostumbraba sentarse a realizar diferentes oficios caseros, y para que no lo vieran se introducía lentamente por el sexo de la muchacha; ésta era la forma como se comunicaban el amor que se tenían.

 

Como el amor no tiene secretos, llegó el día en el cual los padres de Tirisa se dieron cuenta de su robustez y al juzgar que no era normal por cuanto ellos carecían hasta del alimento indispensable, la llamaron a cuentas y la indagaron sobre el particular; como es natural, todo lo negó.

 

-Estoy engordando; eso es todo lo que pasa -contestó.

 

Los viejos, sabedores de lo que pasaba, urdieron un plan para conocer al hombre de su hija.

 

-Ve por agua al arroyo -le dijeron.

 

Tirisa salió a cumplir la orden y al intentar sacar el agua observó que la vasija que le habían dado estaba rota; empezó por arreglarla y mientras tanto los padres buscaban y buscaban y nada encontraban; sólo un agujero observó la mamá en la choza y lo llenó de agua caliente.

 

Mientras tanto llegó otra tarde y como de costumbre, madre e hija se sentaron en el lugar donde siempre lo hacían; Cuyo Buinaima no vino pero en un momento propicio dejó oír su voz:

 

-Soy tu amor; esta mañana mientras traías agua del arroyo tu mamá me quemó con un líquido caliente; ya no volveré, pero eso no quiere decir que te vaya a olvidar; ¿no ves que vas a tener un hijo mío?

 

-Cuando vayas a dar a luz coge por la quebrada arriba hasta el lugar donde encuentres una planta con frutas; tómalas y cómelas que te serán de mucho alimento pero eso sí: son sólo para ti.

 

Una mañana Tirisa hizo cuentas y comprendió que faltaba poco tiempo para el parto; recordó entonces lo dicho por su amado y cogió quebrada arriba hasta que encontró la planta con frutas; cogió y comió; estaban deliciosas: era la yuca.  Así reforzó su alimentación sin decir nada a los suyos.

 

Pese a guardar muy bien las frutas, un día dejó olvidada una que fue recogida y probada por el papá; como los viejos carecían de lo suficiente para la alimentación, recriminaron a la hija por estar comiendo cosas tan sabrosas y no participarlas; ella cedió ante los regaños de su padre y no sólo le contó todo lo que había pasado, sino que le mostró la mata que producía su alimentación. Como castigo, el espíritu de su amado le dijo que su hijo se consumiría poco a poco en su vientre hasta llegar a desaparecer, así como él.

 

A medida que el tiempo transcurría, la mata crecía y ya no sólo daba yuca sitio que de sus ramas pendían todas las frutas conocidas; sobra decir que padres e hija se alimentaban con ellas.

 

A partir de este momento la vida de Monaya Jurama y la de su esposa cambió fundamentalmente: tenían qué comer; por las tardes solían recostarse en las hamacas y entonar canciones por lo general relacionadas con la comida.

 

Los vecinos, pobres también de alimentos, cavilaban sobre lo que podía acontecer en ese hogar que desde hacía mucho tiempo se veía y oía tan contento; dispuestos a saberlo fueron a indagarlo y... el viejo les contó todo y les dijo que estaba listo a proporcionarles de esa comida a cambio de carnes de buenos animales del monte; aceptado el trato, los vecinos cazaron pavas, perdices, guacharacas, etc., que trajeron para realizar el trueque por las frutas.

 

Y el árbol seguía creciendo y creciendo, y creció tanto que fue imposible coger sus frutos; optaron entonces por derribarlo, pero... ¿cómo hacerlo si carecían de hacha?

 

Como en ese tiempo los animales hablaban con los hombres, resolvieron pedirles ayuda para lograr el objetivo. Conversaron con la zorra y les dijo que ella no era capaz de tumbarlo pero sí de subirse y arrojarles las frutas; aceptada la propuesta el animalejo subió y comió hasta quedar repleto; luego bajó perezosamente sin haberles tirado nada; en compensación la quemaron en el cuello; por eso su pelo es distinto en ese lugar. 

 

 

Hablaron con el tucán, un pájaro grande que tiene el pico muy largo, pero pese a sus buenas intenciones nada pudo hacer; hablaron con muchos otros animales y nada lograron, hasta que por fin consiguieron lo que deseaban con el pájaro carpintero; este animal con su pico que parece un hacha taladró y taladró hasta que el árbol se dobló y se fue a tierra.

 

Al quedar patas arriba las raíces se volvieron agua y formaron el mar; el tronco se convirtió en el río Amazonas y las ramas en sus afluentes; así aparecieron todos los ríos que hay en esta parte de América.

 

Las frutas cayeron por todas partes; unos cogieron unas y otros otras; por eso se cultivan en diferentes lugares.

 

Esta es la forma como nació la riqueza de la tierra: agua y comida.

 

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