Kónara es un espÃritu malo que vive en KabikÃkara, lugar oscuro y lleno de candela ubicado debajo de la tierra; tiene una figura de una niña de dos a tres años, con cabeza pequeña, pelo muy mono y estómago grandÃsimo; siempre se la encuentra desnuda.
En alguna ocasión un matrimonio tunebo se fue a trabajar a la huerta y dejó en la choza a sus dos pequeños hijos; el uno se puso a jugar con una calabaza, arrojándola por encima de la vivienda y corriendo a cogerla de nuevo para volver a hacer lo mismo; el otro, más pequeño, permaneció sentado en las afueras, observándolo; en esas estaban cuando apareció Kónara y cortó la cabeza del que observaba, al mismo tiempo que echaba el resto del cuerpo a una olla para cocinarlo y comérselo.
Tomó la cabeza y en un santiamén la cambió por la calabaza y niño y espÃritu malo continuaron jugando sin que el tunebito se diera cuenta con qué y con quién jugaba; en esas estaban cuando emprendieron regreso los padres y al hacerlo observaron que sobre la choza caÃa un arco iris; un vago presentimiento se anidó en sus corazones y apresuraron la marcha; cuando llegaron oyeron risas y aterrorizados vieron que Kónara hacÃa compañÃa a uno de sus hijos y que este jugaba con la cabeza de su hermano menor.
La mamá reprendió al niño por lo que hacÃa y éste al darse cuenta, empezó a gritar y fue a refugiarse en brazos de su padre; en esas estaban cuando Kanoá, un kareka –brujo- que vivÃa bastante retirado, observó, después de haber bebido yapa, lo que estaba sucediendo y corrió a contar a los suyos lo que pasaba.
Juntos emprendieron camino hacia el lugar donde estas cosas sucedÃan y con mucha cautela el kareka abrió la puerta de la choza donde Kónara tenÃa a los Tunebos como paralizados, y de un salto se arrojó sobre ella, la tomó de sus cabellos, la arrastró, la saco y la colocó sobre una piedra donde la dejó quieta; se puso luego a recoger leña y la fue colocando alrededor de Kónora hasta que llegó al borde de su cabeza; acto seguido le prendió candela.
Kónara se puso primero roja, luego se volvió chiquita como ajà y cuando menos pensó el brujo, desapareció y quedó solamente la hoguera; mientras tanto, los Tunebos se habÃan puesto de pies y observaban el espectáculo desde el corredor.