Continuando con la serie artículos sobre la Caravana Mayaki que se realizara en Bolivia entre el 10 y el 19 de octubre, presentamos en esta edición, un recuento sobre lo acontecido en octubre del 2003, más conocido como octubre negro. Precisamente en las fechas en que la Caravana hizo su recorrido por el territorio boliviano, se vivieron hace dos años los cruentos hechos en los que murieron más de 60 personas y resultaron heridas por lo menos 400. Esa fue la cuota que tuvieron que pagar los indígenas, campesinos, obreros y en general la sociedad boliviana por exigir la nacionalización del gas, un recurso que reside en las entrañas mismas de sus tierras. Actualidad Étnica, al igual que el grupo de periodistas internacionales que acompañaron la Caravana, vivenciaron el dolor y la impotencia de los protagonistas de la “guerra del gas” pero también su valor y dignidad que los mantienen hoy firmes en su lucha. Desde nuestra sala de redacción seguiremos haciendo entregas de lo que vimos, escuchamos y vivenciamos en Bolivia.

 

Entre el 11 y 12 de octubre, la Caravana Mayaki, acompañó a los familiares de las víctimas del octubre negro en los sentidos homenajes que se rindieron a los caídos de la Guerra del Gas en los cementerios de Tarapaca y Villa Ingenio. Cada uno de los rostros refleja la historia que hay detrás de las cifras anónimas, 60 muertos, 400 heridos. En Villa Ingenio, un humilde barrio minero de la ciudad del Alto, en el departamento de La Paz, Bolivia, se vivieron dramáticos momentos que hoy perduran en la memoria de sus habitantes.

 

Era un domingo al medio día

 

En cuatro caimanes, (vehículos del ejército) disparando a cualquier cosa que se movía, haciendo vomitar de sus fusiles balas mortales, cuyos silbidos siniestros se apoderaron del norte de El Alto, entraron más de 400 efectivos militares a las villas Mariscal Sucre, Tawantiinsuyo y Villa Ingenio el domingo 12 de octubre del 2003. Sorprendieron por la espalda a niños, ancianos y mujeres que aguardaban en sus casas a sus padres, hermanos e hijos que fueron a bloquear la ex tranca de Río Seco, principal bastión del norte alteño.

 

Informados de que había escasas barricadas por Villa Mariscal Sucre y Tawantinsuyo, los militares armados hasta los dientes ingresaron por las vías donde no existían suficientes vecinos. A Villa Ingenio ingresaron por la Avenida Max Portugal y siguieron por la Avenida Gualberto Villarroel, a su paso dejaron decenas de heridos y 17 muertos.

 

Esa mañana de domingo, los vecinos de Villa Ingenio se reunieron para ultimar detalles para la planificación del bloqueo de las avenidas principales de El Alto. Inclusive, decidieron reforzar algunos piquetes que flaqueaban por la apatía de algunos vecinos. Consideran que esos detalles fueron interceptados por los agentes de inteligencia del ejército.

 

Los efectivos militares que habrían venido desde las localidades de Chua y Tiquina que están alrededor del lago sagrado de los Aymaras, Titikaka, al margen de masacrar a indefensos vecinos que se hallaban descansando, dispararon contra los domicilios de los dirigentes y miembros del Comité de Huelga que se organizó en Villa Ingenio.

 

Las huellas de las balas en las puertas y el interior de las viviendas, son mudos testimonios de una represión indiscriminada que pusieron en práctica los militares.

 

Francisco Balboa, integrante del mencionado comité, dijo que los militares habrían incursionado por las villas para apresar a los dirigentes con la finalidad de aplacar el paro movilizado que se radicalizaba en El Alto. A partir de ese hecho, muchos de los dirigentes ya no volvieron a dormir en sus casas.

 

Una masacre sin precedentes

 

De acuerdo a los testigos que aún llevan en su memoria la masacre que se perpetró el pasado domingo 12 de octubre de 2003, Día de la Raza, el ejército fue autor de una verdadera carnicería, ya que regó por tierra a  varios heridos y muertos.

 

Por la forma en que dispararon, los conscriptos tenían órdenes de disparar a matar a los “vándalos y salvajes alteños”. Cuando las tropas de Chua y Tiquina (comunidades campesinas donde están acantonadas las unidades militares navales) llegaron a inmediaciones del puente de Río Seco, provocaron la caída de varios héroes de la defensa del gas.

 

Otro contingente de militares, pese a disparar y matar, vanamente intentaron pasar por el puente que accede a la Avenida Elizardo Pérez. Algunos de los fieros combatientes de Achacachi que viven en Villa Ingenio no estaban en el lugar de la masacre, ya que se encontraban parapetados en las barricadas de la ex tranca de Río Seco, la cual obstruía la conexión de la Avenida Juan Pablo II con las carreteras a Copacabana y Desaguadero, localidades fronterizas con la República del Perú.

 

Sin embargo, los pocos vecinos que se encontraban en Villa Ingenio, respondieron a las balas con piedras. Según los testigos del hecho, muchos de los muertos cayeron heridos y al ser trasladados a los centros de salud y a los hospitales murieron en el camino.

 

El drama del día de la raza

 

Después de que la maquinaria pesada de la Prefectura de Departamento limpió las barricadas que se armaron en la carretera a Copacabana, los efectivos militares de Chúa al no poder ingresar directamente por la ex tranca ni el puente sobre el río Seco, decidieron ingresar por Villa Tawantisuyo para luego atravesar por Villa Ingenio hacia Villa Huayna Potosí a través del puente Elizardo Pérez.

 

Nueve personas cayeron muertas por impacto de bala y 16 heridos, según el informe del ex párroco de Villa Ingenio, Wilson Soria, actual concejal del Movimiento al Socialismo (MAS) liderado por Evo Morales, uno de los más importantes y con muchas posibilidades de acceder a la silla presidencial en las próximas elecciones generales de este cuatro de diciembre.

 

Ya no había espacio en las pequeñas instalaciones del centro de salud de Villa Ingenio, los heridos llegaban a montones en frazadas, según Soria, quien vivió momentos de tristeza, rabia e indignación ante la feroz acometida de los militares quienes preguntaban por los dirigentes.

 

Compitiendo con los granizos, y tomando cuadra por cuadra Villa Ingenio, gritaban amenazantes diciendo: "Salgan a pelear perros".

 

La huella innegable de los disparos de bala de guerra se mantiene en los adobes destrozados, las planchas de las puertas perforadas, la indignación de los vecinos y el miedo que aún tienen los niños.

 

Soria que dejó la parroquia y eventualmente el sacerdocio para correr en las elecciones municipales, como concejal de El Alto, aún no pudo borrar de su cara esa rabia y indignación que expresó después de la masacre llamándoles cobardes a los militares y pidiendo la renuncia del ex presidente de la República, Gonzalo Sánchez de Lozada.
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