Madereros, ganaderos y colonos están invadiendo su tierra, cazando los animales de los que dependen para sobrevivir, y exponiéndoles a la enfermedad y a la violencia. Un grupo de madereros se encuentra a tan sólo 3 km de una comunidad awá.
En la década de los 70, la Unión Europea y el Banco Mundial financiaron la construcción de una enorme mina de hierro y una línea de ferrocarril en la región, generando un importante flujo de colonos. Más de dos tercios de los awá que fueron contactados por trabajadores gubernamentales durante ese periodo murieron.
Muchos awá son hoy los supervivientes de terribles masacres. Uno de ellos, Karapiru, deambuló por la selva en soledad durante diez años después de que su familia fuese asesinada, creyendo que era el único awá que quedaba vivo. En 1988 se reunió con otros Awá.
El Gobierno de Brasil ha reconocido legalmente la tierra de los awá en el estado de Maranhão, pero no ha tomado las medidas necesarias para protegerla. La coordinadora de campañas de Survival, Fiona Watson, ha visitado a algunos awá contactados. "Los awá son cazadores formidables y unos recolectores expertos, pero necesitan cada centímetro de su selva para proveerse a sí mismos. Aunque parezca increíble han sobrevivido bien entrado el siglo XXI, pero a menos que el Gobierno actúe rápido, no verán finalizarlo", declaraba la investigadora hace pocos días.
Uno de los indígenas afectados, To'o, exponía a esta ONG la situación de su tribu: "nos sentimos acorralados por los blancos, huyendo; sin la selva no somos nadie y no tenemos forma de sobrevivir".
Según Survival International, con sede en Londres y dedicada a la protección de los pueblos indígenas del mundo, unos 300 miembros de la tribu awá están huyendo de los bulldozers que destruyen el bosque en el que viven. Además, siguiendo a esta misma fuente, unos sesenta awá jamás habrían tenido contacto con el mundo exterior.