Paraguay se mide estos días por la lucha política que mantienen los diferentes grupos políticos y sociales por hacerse con el control del Instituto Nacional del Indígena (INDI). El escándalo desatado parece responder antes a intereses partidistas que a criterios de eficiencia mientras los pueblos indígenas permanecen olvidados.
La historia ya tiene tiempo. Hace unas semanas publicábamos en este mismo medio la elección de Amado Rivas como nuevo Presidente interino del INDI, que hablaba de "fortalecer la institución" y "buscar soluciones para que las comunidades indígenas lleven una vida digna".
El nuevo Presidente fue presentado por el Ministro de Educación y Cultura, Luis Alberto Riart, y estaba apoyado por el Movimiento Popular Tekojoja, que aglutina a buena parte de la izquierda paraguaya. Parecía un cambio de rumbo para una institución que hasta entonces había demostrado ser meramente decorativa.
Así y todo, a los pocos días Fernando Lugo nombraba, para sorpresa de propios y extraños y desoyendo las recomendaciones de su ministro, a Hugo Marciano Medina Huerta, un funcionario desconocido, para presidir el INDI.
Antonio Portillo y Panta Piris, dos de las voces indígenas más reconocidas del país, no tardaron mucho en poner el grito en el cielo y dijeron que no aceptaban la nominación "porque Lugo había prometido la designación de un indígena para el cargo".
Desde que Fernando Lugo asumió la presidencia se han sucedido los problemas con el ente y el control del Instituto ha pasado a convertirse en un asunto de estado que le está costando más de un disgusto al inquilino de Mburuvicha Róga.
Las disputas comenzaron con el nombramiento de Margarita Mbywangui para coordinar el Instituto, la primera indígena que ostentaba el cargo desde su creación en los años ochenta. Pocos meses después de su nombramiento, alrededor de 200 indígenas de los departamentos de Caaguazú, San Pedro y Canindeyú se movilizaron en la capital paraguaya para solicitar su renuncia, denunciando una "inoperancia total" con respecto a los asuntos indígenas del país.
Otros, como el pueblo Mbyá, se quejaban de "atropellos continuados a las comunidades indígenas" durante el mandato de Mbywangui y de no hacer caso a los reclamos de mayor asistencia y acceso a tierras que demandaban las comunidades.
Sustituyendo a Mbywangui llegó, de forma temporal, el ex ministro de Educación Galeano Perrone, un hombre clave en las negociaciones que evitaron el enfrentamiento entre los nativos que pedían la marcha de Mbywangui y quienes la apoyaban. Perrone llegó sabiendo que no iba a permanecer mucho tiempo en el cargo, pero trató de organizar lo que su antecesora había puesto patas arriba: rencillas entre los funcionarios, problemas con comunidades indígenas...
Ahora, el reciente nombramiento contra pronóstico de Medina Huerta ha vuelto a abrir la caja de los truenos. El pasado sábado unos 120 indígenas se movilizaban frente a la casa presidencial para expresar su reclamo de acceso a la tierra y denunciar el abandono que sufren por parte del Estado. Algunos eran niños y no todos iban bien abrigados. El Presidente no salió a recibirlos y el grupo pasó doce horas a la intemperie, bajo la lluvia.
La acción (o inacción) de Lugo saltó rápidamente a los medios de comunicación y pronto las palabras vergüenza y escándalo coparon los titulares de la prensa nacional e internacional. La diputada de centro-derecha Olga Ferreira de López criticó al Presidente por su "actitud denigrante" y aseguraba haber visto a una niña tiritar de frío "mientras el Presidente descansaba de sus viajes".
El grupo de indígenas Mbyá Guaraní, que llevaba movilizado 10 días en la Plaza Italia antes de acudir a la residencia del Presidente, estaba liderado por Eudocia Lugo, dirigente del Movimiento Popular Oñondivepa, que aglutina a algunos simpatizantes del Partido Colorado que decidieron apoyar la candidatura de Fernando Lugo en las elecciones generales. Además, dice ser prima hermana del mandatario.
A su vez, es la candidata de varias parcialidades de indígenas del país a la presidencia del INDI y ha dicho estar preparada para ocupar el cargo, si bien algunas voces piensan que en realidad se está aprovechando de las comunidades para sacar provecho propio y también para desacreditar las políticas de Fernando Lugo.
Sea lo que sea, está claro que en estos meses ha formado un grupo de presión que trae de los pelos al primer mandatario. Muestra de ello es la actitud del Secretario General, Miguel López Perito, que se negó a involucrar en las negociaciones con la comunidad Mbyá, que parecía iban a iniciarse tras esas doce horas de espera bajo la lluvia, a Eudocia.
Resultado: los manifestantes se marcharon enfadados y la situación continúa sin resolverse.
En su discurso de investidura, el 15 de agosto del pasado año, Fernando Lugo prometió que "ningún blanco que negocie tierras indígenas, que los humille o los persiga tendrá la misma impunidad que tuvo siempre. El delito contra un indígena debe dejar de navegar en las aguas de la impunidad". El elemento nativo parecía en auge.
Ahora, casi un año después, los más de 100.000 indígenas paraguayos no cuentan con una política pública que les apoye. Algunos jefes de grupos étnicos del Chaco dicen que sus comunidades están literalmente pasando hambre y sed mientras en la capital se habla de atropellos, maltratos y represiones a los manifestantes.
El INDI, por su parte, continúa sumido en el caos y la anarquía.