Actualidad Étnica, 24/07/2007. “Han pasado y pasan a las Indias algunos Gitanos y vagabundos, que usan su traje, lengua, tratos, y desconcertada vida, entre los indios, a los cuales engañan fácilmente por su natural simplicidad, y porque en estos reinos de Castilla (…) son tan perjudiciales, y conviene, que en las Indias, por las grandes distancias, que hay de unos pueblos a otros, y tienen mejor ocasión de encubrir, y disimular sus hurtos, apliquemos el medio más eficaz para librarlas de tan perniciosa comunicación y gente mal inclinada” (Citado en Gómez, Alfaro, 1982:313).

 

Este extracto de una ley aprobada por Felipe II en el año 1581 exige el inmediato reenvío hacia la península Ibérica de los Gitanos que habían logrado llegar a las Indias a pesar de las prohibiciones, siendo éste el lugar hacia donde contradictoriamente se plantea expulsarlos dos siglos más tarde, ya que “no se ha encontrado a ningún país ilustrado y dominante mejor medio que la expatriación de los malhechores a las colonias, para poblar éstas, no descarnar la matriz de pobladores útiles y librar la capital de ciudadanos perniciosos”(en: Gómez, Alfaro, 1982:321). Estas referencias históricas son testimonio de cómo, en este caso a través de la legislación, se perpetúa la categorización y los estereotipos de los Gitanos como “perniciosos” o “vagos” y de los indios como “naturales” y “simples”, y da cuenta del concepto en que se tenía a estos grupos humanos que no comparten la misma forma de pensar y vivir el mundo.

 

Este artículo no pretende ser un estudio teórico sobre la construcción de la identidad étnica en referencia a temas de contacto cultural, sino ilustrar, a través de una historia de vida que relata el contacto entre un grupo de Gitanos Rom itinerantes y los habitantes de un pequeño pueblo en los Andes de Colombia, cómo el imaginario que se crea a partir del contacto entre dos culturas y la interpretación de los mismos sucesos refleja no sólo hechos, sino también la concepción del mundo por parte de los participantes, y cómo estereotipos que se van reproduciendo históricamente se dinamizan en la realidad.

 

La población Gitana ha migrado a Colombia como minoría étnica en varios momentos históricos y en condiciones muy diferentes, y está conformada por grupos que tienen como referente estas migraciones y las subdivisiones dentro de los mismos. Parte de esta población se encuentra sumergida e invisible. Hay constancia de Gitanos Kalé y Rom, estos últimos, subdivididos según una nomenclatura de oficio ancestral como, en este caso, por ejemplo, los Kalderash (herreros) y los Boyas (lavadores de oro) (Véase también Gamboa, Gómez y Paternina, 1999:6).

 

La historia de vida es la de Gilma, una chica de Almaguer (Cauca), quien se casó con Emilio, un Gitano Rom itinerante, y está recogida en varias voces y retomada en diferentes tiempos y generaciones. Se sitúa en los tiempos de La Violencia en la década de los cuarenta y cincuenta del siglo XX, y tiene lugar en Almaguer, un pueblo andino de la región del macizo colombiano habitado, en su mayoría, por población campesina con ancestros indígenas (Yanaconas) y mestizos, y que fue enclave importante desde tiempos de la colonia por ser un sitio de paso y comercio que formaba parte del “camino del Rey”, que conectaba el norte de Colombia con la Real Audiencia de Quito en el Ecuador.   

 

Las entrevistas, escritas literalmente y parcialmente reproducidas, van contando poco a poco las diferentes opiniones que se tenía sobre el mismo grupo de Gitanos y los mismos sucesos. La primera parte de la historia, tal como la presentamos a continuación, es la conversación con el hermano de Gilma, que nos cuenta lo sucedido con un recuerdo y visión positivos de sus contactos y del modo de vida de los Gitanos, a pesar de la contradicción que su historia presenta. En la segunda entrevista, la madrina expone su extrañeza hacia el modo de vida de los Gitanos, y finalmente se entrevista a Luz Mila, la hija de Gilma, quien nos da a conocer la opinión de los hechos.

 

Entrevista a Gerardo, hermano de Gilma

 

“El esposo de mi hermana Gilma se llamaba Emilio Gómez. Ellos llegaron a Almaguer en el año de 1947, no sé… como unos quince juntos, también llegó el papá… a caballo llegaron… eran unas carpas grandes, todos dormían dentro. Mi hermana Gilma como era muy bonita… pues este Gitano Emilio se enamoró de ella pero esos amores duraron muy poco. Se casaron por la iglesia, el padre Muñoz les casó, fue una fiesta muy bonita, la fiesta fue en La Vega, allí habían toldado, mataron dos cerdos, las Gitanas asaban enteros los cerdos y nos daban los trozos de tocino y yuca. Ellos dormían en unas alfombras o tapetes rellenos de plumas y uno se sentaba en uno de esos y el mismo colchón los cubría. Entonces a la fiesta fue mucha gente. Después se fueron para Bolívar y allí se la pasaron unos días. Mi mamá se la pasaba llorando, sentada en la cama y yo como dormía en el mismo cuarto… la veía con la pena de Gilma. Es que mucha gente piensa que son unos vagabundos y estafadores y mi mamá se preocupaba.

 

“Para no verla llorar más… se habían ido a toldar a San Lorenzo y nos fuimos con mi mamá a pie hasta San Lorenzo y nos pusimos a preguntar hasta localizarlos. Yo le escribí un papel a ella contándole lo de mi mamá, y entonces Gilma me atendió y nos volamos con Gilma por platanales y cafetales, y los Gitanos nos regresaron para San Lorenzo.

 

Fuimos hasta la estación de policía y ellos dijeron que hablarían con el esposo pero que si ella quería se volviera con su mamá para Almaguer. Luego los llamaron a la inspección y allí le preguntaron que qué quería hacer, quedarse con su esposo o irse con su mamá. Gilma decidió quedarse con su esposo y mi mamá siguió llorando y yo muy angustiado.

 

Un día me fui para La Cruz (Nariño), y llegué y se habían ido a San Bernardo, y le pedí a un coger que me llevara y me ayudara; él habló con ella y ella vestida de Gitana vino y dejó todo para irse conmigo para Almaguer. Los Gitanos habían estado pendientes y se levantaron todos y alerta, con caballos a todo galope. Llegamos a La Cruz y allí nos conocían y nos invitaron a un baile; teníamos muchísimos amigos y estábamos bailando tan rico, entonces llegó el telegrafista y me dijo que los Gitanos vendrían de San Lorenzo y llegaban esa misma noche.

 

 Nos dañó toditico. Dije: vámonos para San Pablo porque vienen esos Gitanos y te devuelven… nos fuimos a pie por la carretera y llegamos al ladito de una casa del santuario de la virgen de La Playa y nos hospedaron y dormimos en el suelo. Al otro día nos levantamos y le dije: vamos a rezar a la virgen y le habíamos pedido con tanta fe… por allá casi no pasaban carros y de repente pasa uno y lo paramos y le preguntamos al señor para dónde iba… él dijo que iba para Bolívar y le dijimos que por Dios nos llevara… Súbanse allá arriba en la carga, y lo hicimos y llegamos así a Almaguer… total que el matrimonio en ese momento se acabó.

 

“No le teníamos miedo a los Gitanos… yo lo hice por pena de mi mamá y ella… lo hizo por consideración con mi mamá que lloraba por ella. La trataban bien, yo le hice un mal a mi hermana, porque luego a los dos años volvió el esposo Emilio y estuvimos bien en Almaguer, pero mi hermana ya había tenido una niña de un alcalde que estuvo en Almaguer y ellos se saludaron y todo.

 

“Ellos eran negociantes, andaban con caballos y negociando, y conseguían muchos amigos. Las mujeres adivinaban la suerte no más; ellos me enseñaron a hablar un poco de Gitano. Me enseñaba la Susana, una mujer linda, la hermana de Emilio y otra niña que llamaba Rosa, muy bonita, de unos ojos lindísimos. Yo estaba feliz, pero feliz… pero se nos dañó el cuento con lo de mi mamá, porque mi mamá lo tomó a pecho y se hubiera muerto. Yo no… no creo en esa vaina de leer la mano y estas cosas… eso que hacen los Gitanos son puros trucos. Yo no creo en eso, eso es viveza de ellos. Gilma sabía muchas cosas que los Gitanos le habían enseñado y sabía cuándo a una persona le hacían maleficio y le decían que fuera a tal árbol y me decía a mí… andá y escarbás y abrís un hueco y metés todas estas porquerías. Entonces le decía al hombre que fuera y que en tal parte le habían hecho el maleficio y que tomara eso y lo pusiera en una bolsa de plástico y lo echara al río con esas cochinadas, y eso son puras vivezas y por eso yo no creo en eso.

 

“Y así fue… al tiempo llegó Emilio y se saludó con mi hermana y yo le conté porqué habíamos hecho eso y luego nos encontramos en Morales, un pueblo vecino, y nos saludamos… ellos bailaban muy bien. Emilio era nacido en Puerto Rico y cantaban y bailaban con guitarras. Ellos recorrían toda Colombia. Hoy la mayoría de ellos han muerto.

 

“A la lengua de ellos le decían el turco-catalán, pero más catalán. Todos… desde que hicieron la fiesta de matrimonio, los Gitanos la aceptaron a mi hermana muy bien y con fiesta muy linda. Ella se vistió de Gitana, con falda larga y floreada y una blusa muy bonita ajustada a la cintura; en la cabeza un turbante que la adornaba y una pañoleta, aretes y collares. Gilma, muy bonita ella y Emilio un hombre muy bien parado… el hombre ¿pa qué?, nadie puso inconveniente. Él tenía 21 años y ella 17 años, muy joven, ella nos dijo que se casaba y nosotros le dijimos que bueno, porque él era un buen hombre con sus caballos y trabajaba mucho andando por allí.

 

“Los Gitanos se la pasaban comiendo carne de cerdo y eran muy aseados. Ellos siempre se pasaban cuidando las bestias, alisándolas y lavándolas. Las mujeres andaban de casa en casa buscando su trabajo, vendiendo cosas y adivinando… había un dicho de antes que era así: “hay que hacerse adivinar la suerte para vivir despreocupado”.

 

“Cuando nos encontramos en Morales también me encontré con Rosa, la Gitana, y yo estaba muy enamorado de otra muchacha, y le pedí a Rosa que cuando le adivinara la suerte a ella, le dijera que yo era el hombre de su vida y que no podía cambiarme por nadie y así me ayudó Rosa”.

 

Entrevista con Mery, la madrina de matrimonio

 

“En este tiempo en Almaguer era muy bonito que los Gitanos llegaran; la gente se ponía muy alegre y llevaban caballos muy finos… muy buenas temporadas… llevaban ferias, presentaban como un circo. Ellos tenían unas costumbres muy arraigadas y las Gitanas vestían con sus faldas, leían las manos… eso era lo que hacían, leían el futuro pero no lo saben. Ellos leían también las cartas, y los hombres, con los caballos de paso fino por lo general… unos hombres bien parecidos. El enredo de Gilma y Emilio fue que se casaron y yo fui la madrina. Yo les regalé un juego de vasos metálicos.

 

“Los Gitanos dormían en camastros y dormían así y llevaban esa vida. Mi mamá por eso decía cuando se quería ir: ¡ya se van a hacer correrías como los Gitanos!, como si fuera la cosa más horrible.

 

“Vivían todos amontonados. Vivían como la cosa más rara esa gente; yo no se, muy rara esa convivencia de amontonarse todos, durmiendo todos juntos ahí en esas carpas y cogían las comidas todo tan revuelto, un desorden muy raro, muy desordenado, de estar uno bien y ellos así de solo caminar. Los camastros eran una cosa de amontonar, ponían todas sus cosas, sus mercancías y allí dormían.

 

“Ellos andaban así negociando. La gente de Almaguer les tenía confianza; la gente llegaba a amistarse con ellos; mi suegro hablaba mucho con ellos; mi hermano Saúl también. Ellos eran simpáticos. Tenían unas pintas lindas y nos gustaba entablar relaciones con ellos, y a Gilma, cuando se casó con Emilio, el Gitano, no le decían la Gitana sino la turca. Entonces ella se quedó así, como la turca.

 

“Hacían fiestas, ellos hacían fiestas y tocaban la guitarra y cantaban. Por ejemplo, a mi tío Neptalí… le gustaba mucho estar con ellos por eso. Tenían un aparato parecido a las organetas. La gente les invitaba. A veces se decía que ellos se robaban las gallinas, no se… ellos andaban por todos lados. Eran ocho mujeres, y una, la más anciana, la llamaban “La Veterana”. Ella era la más preparada y la más educada. Los muchachos de Almaguer andaban detrás de las Gitanas, ellas eran jóvenes y lindas. Ellas no hacían sino adivinar las manos y uno les pagaba en esos tiempos diez o veinte centavos y lo que más les dábamos eran cincuenta centavos.

 

“Claro, se separó Gilma…pues ella en esa correría por Bolívar, Florencia y San Pablo, ella se dio cuenta que esa vida no era para ella y su hermano fue a rescatarla y la trajo. Estaban asustados con esa vida de los Gitanos; acampar por ahí y aguantar frío y hambre. Se necesita tener mucha plata para andar y vivir bien y por eso se fueron a rescatarla. Lo que yo les regalé, ¡lo habían vendido! A mi me gustaban mucho los caballos y yo le pedía a Emilio que me prestara uno para pasear. Los cuidaban mucho y los alimentaban con caña de azúcar. Andaban por todos los pueblos, por todo lado por eso. El nombre de Gitanos era de caminar y andar por todas partes. Ellos tenían sus animalitos, sus cositas por allí, que conseguían para llamar la atención, como una cebrita, algunas cosas de los circos, sólo para llamar la atención.

 

En Almaguer acampaban y las carpas eran de color verde con gris y como hechas de retazos de tela, templadas con horquetas de madera que enterraban en el piso. Se vestían con ropas muy anchas, muy coloridas, de muchas flores, andaban sin zapatos, a pie limpio. Ellos si usaban como sandalias de San Francisco… y de adornos, aros muy grandes, que les llegaban hasta los hombros y pañoletas que nunca se quitaban, muchas chaquiras”.

 

Entrevista con Luz Mila, la hija de Gilma y Emilio Gómez

 

“La mamá de mi mamá, doña Eleodora, mi abuela, tenía miedo de que se quedara con su marido porque… eso de que se quedara tan lejos y que, de pronto… el miedo de que la fueran a matar… que le metía otra gente cosas raras en la cabeza, de que los Gitanos la iban a matar, que la iban a asar y de que la iban a meter en un horno y la iban a asar. ¡Esa era la idea que le habían metido!, entonces ese era el miedo que ella tenía por Gilma.

 

“Desde el momento en que me encontré con esa Gitana en la calle de este pueblo… ella me dijo que adivinaba la suerte, que si estaba interesada… y yo le dije que en esas cosas no creía y que eran mentiras y que mi mamá había estado casada con un Gitano y que todas esas cosas eran una forma de ellos vivir. Entonces la señora me dijo que cómo así, mi mamá casada con un Gitano, y que si de pronto se llamaba Gilma... y entonces… y ¿usted cómo lo sabe?, y ella me contestó que Gilma era casada con Emilio. Y entonces le dije que ella era mi mamá y ella preguntó que dónde estaba mi mamá y yo le conté que había muerto.

 

Desde el momento en que yo vi a esta señora se preocupó y que preguntó por mi mamá, yo me interesé y me dio un sentimiento y le dije: señora yo tengo una habitación aquí en Liberia, así que camine, y se va a vivir allí y ahí llegamos a una amistad con ella… y me contó que ella tenía familiares aquí, en Popayán, que sería bueno que me conocieran a mí y que ellos siempre habían estado preguntando, que el familiar de ellas era casado con Gilma y que Gilma había tenido una hija y que ellos me querían conocer y ellos creen que yo era hija del Gitano.

 

“Yo le pregunté a esta señora acerca de que hacía ella, entonces me contó que ella adivinaba la suerte… y yo le dije más o menos a quiénes les iba a hacer propaganda de que ella adivinaba la suerte, y yo le dije quiénes iban a venir y le dije como eran ellas… así y así… ya la puse al tanto de cómo eran los novios, de qué tiempo llevaban y todo lo del trabajo. Y yo les conté, a las otras, que había venido una Gitana y que era una mujer que adivinaba la suerte y que era muy buena y que sabía de todo. Y cuando les adivinó, ellas estaban aterradas… que todo lo que les había dicho era cierto, al pie de la letra. Ellos hablan en ese catalán que ellos hablan y sólo ellos entendían. Yo quedaba a oscuras y no entendía nada. Ellos decían que yo era hija de Gitanos que porque un lunar que yo tengo lo tenía él igual en la espalda y que tenía el modo y el ser de ellos y seguramente que sí fue así.

 

Mi mamá aprendió muchas cosas de los Gitanos, aprendió mucho… a leer el cigarrillo, los naipes, que les iba a quitar el maleficio a las fincas y les colocaba la mata de sábila, que les hacía riegos. Y la gente creía mucho en ella porque les daba resultados, pero también era una forma de ella para vivir porque, a la hora de la verdad, todo eso era pura paja. Ella vivió muchos años de eso y tenía mucha clientela, claro que sí, ella les acertaba mucho.

 

“En la casa de Diego Muñoz que dizque les habían arreglado una pieza y cuando el señor [Emilio Gómez] fue que, dizque, me cargaba y me miraba él y yo estaba muy pequeña y él había ido a ver a mi mamá varias veces, pero con miedo de mi tío porque él era muy jodido y le tenía prohibido a ella de que lo viera… ¡al rojo!, de que si lo veía le trataba de pegar y todo. Este señor me había conocido de pequeñita. Gerardo se había arrepentido, pero ahora ¡ya pa qué!”.

 

Consideraciones finales

 

En esta historia de contacto entre los habitantes de Almaguer y los Gitanos itinerantes se identifican varios puntos de encuentro y de valoración positiva, como las referencias al aspecto mágico. Éstas se evidencian, entre otras, en la lectura de la mano y de las cartas, que causa una fascinación hacia lo extrañó que a la vez es cercano por vivir mutuamente la creencia en lo mágico. Así mismo, la boda celebrada por el rito católico y la fiesta Gitana son compartidas por ambos grupos. También está el intercambio implícito en la itinerancia de los Gitanos y sus oficios, como el comercio de caballos y los productos agrícolas de la región, propio de una economía de autoabastecimiento entre los campesinos del lugar.

 

En la zona donde se realizaron las entrevistas era común y significativo escuchar el impacto de alegría y fascinación que la llegada de los Gitanos a estos pueblos del suroccidente colombiano representaba.

 

Por otro lado, son los mismos elementos a los que nos hemos referido como puntos de encuentro, que para otras personas o en otras circunstancias son vistos y usados como elementos diferenciadores que pueden llevar a la exclusión. Un ejemplo de ello es que, mientras para el hermano de la novia las carpas done duermen los Gitanos representan un espacio acogedor, para la madrina de la boda es “un desorden muy raro, muy desordenado”, “muy rara esa convivencia de amontonarse todos”, la antítesis del orden y de lo social. Lo mismo ocurre con la fascinación o incomprensión hacia la vida itinerante “estar uno bien y ellos de sólo caminar”.

 

Pero el discurso de los actores no sólo ilustra cómo un mismo elemento se interpreta de diferentes maneras, sino que también se atribuyen hechos opuestos al mismo grupo como reflejo de la propia concepción cultural. Mientras que la madrina de la boda sostiene que los Gitanos “acampan por ahí y aguantan hambre y frío”, el hermano de la novia hace referencia a que estos mismos Gitanos “se la pasaban comiendo carne”.

 

Mientras que la historia se desarrolla entre concepciones culturales distintas, el elemento catalizador es, o se justifica con, el temor de la mamá de la novia. En ambos casos se recurre a un estereotipo que ya era común en Europa en tiempos de los griegos para deshumanizar a los “bárbaros” y que se retoma en el caso de los “naturales” o nativos de América: el canibalismo. Como dice Luz Mila: “la iban a meter en un horno y la iban a asar ¡Esa era la idea que le habían metido!”.

 

Retomando estas reflexiones, hemos identificado cómo se seleccionan o crean elementos de diferenciación, tanto para la unidad como --en otros casos-- pa

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