El debate sobre las fumigaciones a cultivos ilícitos se encuentra en su momento más álgido, en momentos en que la Corte Constitucional estudia una acción de tutela, interpuesta por la Organización de Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (OPIAC), cuyo fallo podría desbarajustar la política antidrogas. Actualidad Étnica conversó con un dirigente de la OPIAC, quien aclara que para los 56 pueblos indígenas que habitan la región, la coca, bien utilizada, representa vida, esperanza y paz.

Sentado en una silla de mimbre el dirigente, cuyo nombre solicita omitir, explica con parsimonia lo que la coca representa para unas culturas que milenariamente han convivido con ella. De paso ratifica que la organización está en contra del flagelo del narcotráfico y de los actores armados al margen de la ley que se aprovechan de las comunidades indígenas y campesinas para la explotación industrial, corroborando el deseo de los pueblos por contribuir en la construcción de un país que le apueste a la paz, mediante alternativas diferentes a la guerra.

Un primer elemento que llama la atención, es la manera como la coca es satanizada socialmente, cerrando todas las posibilidades para dar una discusión abierta y ajustada a los referentes culturales de los pueblos indígenas. En ese sentido, ¿qué significa la coca para los pueblos amazónicos?

La coca es una planta muy antigua. La mitología dice que ella puede traer paz para quien la pueda manejar y orientar. Para nosotros la coca es la coca de la vida, de la esperanza, es la coca dulce. La coca somos nosotros, lo humano. Es la materialización del conocimiento, de la palabra.

¿Pero esa representación no es la misma para el hombre occidental?

Porque también existe otra representación de la coca, la cual los pueblos denominamos coca de candela, coca de producción, coca de envidia, coca de corrupción, coca de muerte. Eso fue rechazado hace mucho tiempo por los pueblos. La coca es una planta que sabiéndola utilizar, conociendo sus orígenes, trae bienestar, pero aquel que abusa de ella, como lo hacen los occidentales, violan la ley de origen, y la coca se convierte en destrucción, guerra y sangre. Esa coca ya no es vida. El problema es humano, y nosotros lo estamos diciendo. El blanco se enamoró de esa mujer que no conocía, y por eso el problema, la guerra y la contaminación de la madre tierra.

Ustedes han expresado su deseo de poder asumir la gobernabilidad del Amazonas ¿por qué?

La gobernabilidad del amazonas la tenemos nosotros, la amazonía somos nosotros los indios, porque actualmente no hay gobernabilidad en la amazonía, solamente en las cabeceras municipales de Mitú, Puerto Inírida, Leticia. Ahí se concentra la politiquería y la Fuerza Pública, pero en el resto de la amazonía estamos nosotros, y deseamos que nos entreguen la gobernabilidad a nosotros; nosotros manejamos la educación, la salud, nuestros procesos a través de los Planes de Vida y los Planes de Desarrollo. Ahí tenemos un trabajo largo, y estamos soñando con una futura entidad territorial, porque nosotros tenemos más de 24 millones de hectáreas representadas en resguardos. Actualmente allí no hay cultivos de coca, porque la coca que se maneja la tenemos para mambear. El gobierno sostiene que hay 7 mil hectáreas cultivadas con coca y de ellas 5 mil estaban en territorio indígena; ese dato está mal porque deben haber más en toda la amazonía, porque nosotros en una sola noche, en nuestras festividades, podemos consumir hasta una hectárea de coca en el mambeo. Esto también lo tenemos que reglamentar, pero está claro que nosotros no estamos de acuerdo con la coca industrial y su comercialización porque eso destruiría nuestra cultura y nuestras leyes ancestrales. Para esto, requerimos el apoyo del Estado.

Un tema delicado es el tema de las fumigaciones ¿Cuáles son los efectos de una política que es bandera?

Las fumigaciones han afectado la seguridad alimentaria. Hay problemas en el ambiente. Nuestros ancianos saben que la coca no se puede acabar con más candela, se tiene que acabar endulzándola, refrescándola, enfriándola, por eso hay que cambiar de estrategias, mediante un compromiso serio y real entre nosotros y el Estado. Las fumigaciones en el pie de monte hacen que la gente se desplace hacia nuestros territorios. Nosotros vemos la amazonía en dos aspectos grandes: el pie de monte amazónico – Caquetá, Guaviare y Putumayo - y la parte baja – Amazonas, Vaupés y Guainía -. Si fumigan una hectárea, se abrirán paso otras tres dentro de la selva, tumbándola. En segundo lugar, la gran falencia de la política es que no ha logrado determinar el impacto real en términos ambientales. Nosotros rechazamos el narcotráfico y afirmamos que somos dueños antiguos de la coca en el amazonas; los pueblos todavía conservamos nuestras tradiciones, nuestra cultura, nuestra lengua, nuestro territorio y los ancianos decían: “para poder encontrar el problema de algo hay que encontrar las raíces, sino se está en las ramas”.

¿Habría que cambiar la política antidrogas?

Yo considero que la política, que viene imponiendo Estados Unidos, no es la más acertada, porque desde su implementación no ha habido una reducción considerable, porque las mafias del narcotráfico tienen unas estructuras bien definidas y pueden movilizarse de un país a otro. La cadena no se puede atacar por el lado menos trascendente. No se puede relacionar al indígena con narcotraficante. ¿Por qué no atacan a los distribuidores? Sobre ellos se sustenta la mafia.

¿Cuál sería, entonces, la solución?

Para nosotros la solución no es la fumigación aérea. Nosotros miramos que debe haber otro tipo de política que le apueste a una erradicación manual, acompañada de un componente social, es decir, generando alternativas económicas, que no estén mediadas por la politiquería. Mire lo que ocurrió con el componente social del Plan Colombia, que sirvió para conformar cientos de ONG’s que no son otra cosa que intermediarios, mientras a las comunidades llegan las migajas de los recursos. Así no funciona. Hay que mirar procesos serios y de fondo. Ahora, en el caso de las fumigaciones lo primero que debe existir es un estudio serio del impacto que va a tener ese veneno en un ecosistema tan frágil como es el Amazonas. Consideramos que hay que cambiar de estrategia, y nosotros estamos dispuestos a colaborar. Nosotros pedimos, independientemente de la tutela, se conforme una mesa de concertación y coordinación de la Orinoquía Amazónica, donde los pueblos indígenas puedan plantear lo que piensan y sienten. La OPIAC, como ente de control de los 56 pueblos de la amazonía colombiana, reafirmamos que no estamos de acuerdo ni con el narcotráfico, ni con los actores al margen de la ley y queremos que nos respeten nuestra cultura. Nosotros hemos vivido milenariamente con la coca y el mambeo. Desde nuestro punto de vista, pensamos que podemos contribuir al proceso de paz en el país.

Erradicación aérea de cultivos ilícitos en el ojo del huracán

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