En mi primer día de universidad llegué al salón que nos habían asignado para el recibimiento a la carrera de antropología, y a la primera persona que vi fue a Faustino, pero entonces no sabía quién era, de dónde venía, ni todo lo que traía con él para nosotros.

 

Hoy estoy segura de que la magia de los encuentros existe y esto fue lo que me ocurrió con Faustino. Primero fuimos amigos y después supe que era indígena; que venía de la tierra en donde viven unos señores muy importantes y especiales, que se dedican a tratar de mantener el mundo en equilibrio; que hablaba otra lengua y que por eso su vida estaba cargada de otros significados, para mí desconocidos; que él tenía palabras para sentimientos, cosas y hechos que en nuestro mundo no existen.

 

 

Faustino era entonces y es hoy la persona más genuina y especial que he conocido.

 

En la universidad...

 

Al principio de su vida universitaria era bastante callado, yo creo que esto se debe más que a su timidez natural, a la actitud reflexiva que lo caracteriza. Sin embargo, rápidamente estableció relaciones muy cercanas con los compañeros y profesores.

 

Su vida académica no tuvo ningún tropiezo, por el contrario fue un estudiante sobresaliente, ávido lector y político escritor. Participó de todos los encuentros y congresos de antropología que se programaron durante su paso por la universidad, así como de todos los eventos académicos y culturales de la red de organizaciones indígenas que existe en Bogotá. En general, Faustino vivió plenamente la vida universitaria que ofrece la Nacional: tomó cursos en otras facultades, dictó cursos de lengua y cultura para los compañeros y profesores interesados, participó en grupos de estudio y discusión, aprovechó los convenios y tomó varias clases en la Universidad de los Andes, asistió a todos las salidas de campo que programó la carrera y a muchas adicionales con compañeros y profesores amigos, iba con mucha frecuencia a los conciertos de los sábados ya todos los eventos del León De Greiff, fue asiduo visitante de la Biblioteca Central, y en fin, caminó y conoció toda la universidad.

 

Sin embargo, la vida humana pesaba mucho sobre el ritmo interno de Faustino y fue por eso que la U.N. se convirtió en su refugio. En compañía del “combo de sociología” reconstruyó su huerta al respaldo del auditorio Camilo Torres, sembró maíz, zanahoria, cilantro, aromáticas, algunas maticas de papa, y el semillero de árboles con el que luego se poblaron los prados de ciencias humanas, hoy estos arbolitos ya están grandes y forman el bulevar de paseo entre antropología, lenguas y sociología.

 

Los amigos...

 

En los ratos libres Faustino atendía la huerta, jugaba ajedrez o conversaba con los amigos, siempre ha conversado y escuchado como la mejor manera de enseñar y aprender, pero sobretodo como el camino para tejer la amistad.

 

Y eso fue lo que justamente lo que más hizo durante todo su paso por la universidad, tanto en la carrera, como con todos los demás compañeros de ciencias humanas y de otras facultades, con los estudiantes y profesores de los Andes en donde tomó varias clases y compartió su conocimiento y experiencia; en las residencias para los estudiantes indígenas y casados de la U.N. “10 de Mayo”, en donde vivió casi cuatro años... recuerdo las largas horas de conversación en visitas durante las cuales desfilaban amigos y compañeros de todos los rincones del país, para hablar de todos los temas imaginables... reíamos mucho, comíamos, hablábamos, discutíamos y disfrutábamos todo; la charla, la música, los libros, la rumba... Todo se celebraba porque lo importante era estar juntos.    

 

Al escribir esto me doy cuenta que Faustino es un0o de los pocos compañeros considerado por muchos como “su amigo”, digo esto en el sentido en que todos tenemos uno o dos amigos cercanos, pero en el caso de Faustino, son muchos los que lo cuentan dentro de sus mejores amigos.

 

Él regresó a su casa en la Sierra hace tres años y los lazos de amistad siguen intactos. Varios amigos han ido a visitarlo y los que no, se mantienen en contacto permanente, los otros llaman frecuentemente a qué he sabido de él, cómo está, cuándo viene... Todo esto porque él sabe dar amor en cada uno de sus actos y palabras.

 

El premio...

 

Hace un mes, Faustino regresó a Bogotá después de una ausencia prolongada, vino a participar en el encuentro de egresados indígenas de la Universidad Nacional y a representar a su comunidad en una mesa de discusión nacional sobre políticas medioambientales, Todos estuvimos felices de verlo, conversar con él, caminar y reencontrarnos.

 

Me contó sobre sus actividades en la Sierra en los últimos años, sus logros en el Consejo de Educación, el reconocimiento público que ha comenzado a tener por parte de las autoridades tradicionales, su huerta, los trabajos de pagamento y equilibrio que ha hecho junto con su familia, y sobre todo habló mucho de todo lo que ha aprendido respecto a la particular manera que tiene su gente de solucionar los conflictos. El proceso de aprendizaje y entendimiento en este campo ha sido arduo, pero él o mejor su espíritu han comprendido bien los ritmos de este andar y ya no tiene afán, sabe que su tesis será muy importante para su gente y también para los otros  y que la escritura del documento demandaba todo ese tiempo de aprendizaje.    

 

Cuando supe que estaba postulado para el premio Estrella de la Esperanzas, pensé en escribir esta pequeña nota, entendí que para mí –como creo que para el resto de amigos- Faustino nunca ha sido alguien limitado, sino todo lo contrario, es un líder natural y guía espiritual nacido para ello. Por eso hoy creo que su accidente y limitación física han hecho de él, por supuesto un hombre distinto, pero indudablemente han moldeado su alimento y espíritu para ser grande y humilde entre los suyos.

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