Que el gobierno haya presentado ante la comunidad internacional reunida en Cartagena, el 3 de febrero, un proyecto de ley mientras cocinaba otro para presentar al congreso, es una vergüenza que, por fortuna, ha sido recibida con indignación por parte de la opinión pública. Si bien la comunidad internacional ofreció su respaldo al gobierno, continúa insistiendo en que su ayuda para la desmovilización está condicionada a la adopción de un marco legal que garantice que no habrá impunidad.
Tampoco se le ha dado credibilidad a las exaltaciones al perdón hechas por el psiquiatra y el vicepresidente, que lo que esconden es el compromiso, cada vez más evidente, de garantizarles la impunidad a los paramilitares. Que el perdón lo den las vÃctimas, no los representantes de los victimarios en el Congreso o en el ejecutivo. La dilación y trabas puestas por el ministro Sabas al trámite del proyecto de Verdad, Justicia y Reparación rayaron en el cinismo y agotaron la paciencia de los ponentes, incluidos los uribistas Pardo y Parody. Por supuesto que la ausencia de un marco jurÃdico propicia la impunidad para los desmovilizados, a quienes será difÃcil pescar más tarde para que respondan por sus crÃmenes. Ante la imposibilidad de seguirle dando largas al asunto, han sido radicados ocho proyectos en el Congreso, armándose un caos que hizo que el presidente tuviera que convocar de urgencia a toda su bancada. Como será la locura que el psiquiatra, que se ha prestado para todo este juego disfrazándolo de cándida bondad, presentó renuncia!. No es inocente que el ministro, representante de los gremios, haya quitado las palabras Verdad y Reparación del tÃtulo del proyecto de ley. En Colombia no hay condiciones para que pueda llevarse a cabo un proceso de esclarecimiento de la Verdad. El psiquiatra no pudo seguir diciendo que el proceso se harÃa de cara al paÃs y con plena transparencia. Nadie cree ese cuento. Hace meses, en un artÃculo de Actualidad Etnica, expresamos nuestras dudas sobre la transparencia del proceso de Ralito ya que enlodarÃa a muchos personajes de la polÃtica, la economÃa, el Estado y los estamentos militares que contribuyeron a la creación, financiamiento y protección de los paramilitares, como lo confirmaron los propios jefes de estos grupos en la primera rueda de prensa en Ralito: “Que no vengan a negar ahora al hijo de Herman Monster que ellos mismos ayudaron a crearâ€. Por lo anterior, parece imposible un proceso real de esclarecimiento de la Verdad sobre estos años de violencia en el que todos los actores armados han estado utilizando estrategias de terror contra la población civil, un conflicto cargado de crÃmenes atroces y desplazamientos masivos de campesinos e indÃgenas, en tanto que unos cuantos narcolatifundistas han acumulado tanta tierra , riquezas y poder polÃtico en sus regiones. Quiénes financiaron y protegieron? Quiénes ordenaron las matanzas? Quiénes se han beneficiado de las tierras y bienes de los desplazados?. Esa es la verdad que se requiere para una verdadera desmovilización con desmonte de las estructuras del paramilitarismo. Cosa distinta es la información que puedan aportar los excombatientes, la mayorÃa de ellos campesinos pobres o lumpen urbano sin futuro, convertidos en asesinos por sus amos, vÃctimas ellos también de tanta injusticia social. La responsabilidad la tienen, en primer lugar, los jefes y los altos personajes que actuaron detrás de bambalinas. Desde luego, quienes ejecutaron sus ordenes no están libres de culpa. El gobierno se ha empeñado en tratar de impedir el castigo, aun para aquellos que han cometido delitos atroces y de lesa humanidad. El psiquiatra empezó por plantear penas virtuales y simbólicas en su proyecto de alternatividad penal que escandalizó a la comunidad internacional. Es claro que en aras de la paz, se requiere altas dosis de perdón y rebaja de penas, si hay muestras de verdadero arrepentimiento, como clarificar toda la verdad, devolver todas riquezas que han acumulado y reparar a las vÃctimas. Mientras ello no se haga, el perdón no es más que retórica y engaño. Esto no significa revanchismo ni venganza -como lo plantean el vicepresidente Santos y el alto Comisionado- sino una dosis de justicia que contribuya a sanar las heridas de tantas vÃctimas. La justicia implica reparación de los daños causados, pero esta es otra de las palabras que desaparecieron del tÃtulo del proyecto del gobierno. Las propuestas al respecto han sido cÃnicas. La violencia se ha utilizado muchas veces en la historia de Colombia para acumular tierra y esta vez ha sido lo mismo. En las zonas de mayor violencia avanzan los latifundios ganaderos y la agroindustria de la palma africana. Ha sido tanta la tierra acumulada, que con ella podrÃa hacerse toda una reforma agraria, devolviendo en primer lugar las que pertenecen a los desplazados. También avanza el lavado de dólares en el control de las principales fuentes de riqueza. Está claro que la desmovilización no está siendo acompañada del desmonte del paramilitarismo sino que éste avanza aceleradamente en la Costa y otras regiones. El gobierno, según la ContralorÃa General de la Nación, ha destinado cuatro veces más recursos para apoyar a los desmovilizados que a los campesinos, indÃgenas y afrocolombianos desplazados. Y solicita a la comunidad internacional que contribuya económicamente para fomentar microempresas y general empleo entre los desmovilizados. Por qué no demuestra el mismo interés en apoyar a los desplazados?. No es justo que se apoye primero a las vÃctimas, que a sus victimarios? Desde luego que la paz es la mayor aspiración del pueblo colombiano en este momento, necesitándose grandes dosis de perdón y reconciliación, pero no de impunidad porque lo único que se logrará es dejar más heridas abiertas, fortaleciendo a los que se han lucrado con el narcotráfico y la violencia. Quienes sà están moralmente autorizados para perdonar son las vÃctimas, no los voceros de los victimarios en el congreso o en el gobierno. A lo mÃnimo que tienen derecho las vÃctimas y sus familiares es a conocer la verdad y a que no se olvide, para que asÃ, esos hechos nunca vuelvan a repetirse.