¿Cristóbal Colón descubrió América en 1492? ¿O antes que él, la descubrieron los vikingos? ¿Y antes que los vikingos? Los que allà vivÃan, ¿no existÃan?
Cuenta la historia oficial que Vasco Núñez de Balboa fue el primer hombre que vio, desde una cumbre de Panamá, los dos océanos. Los que allà vivÃan, ¿eran ciegos? ¿Quiénes pusieron sus primeros nombres al maÃz y a la papa y al tomate y al chocolate y a las montañas y a los rÃos de América? ¿Hernán Cortés, Francisco Pizarro? Los que allà vivÃan, ¿eran mudos?
Nos han dicho, y nos siguen diciendo, que los peregrinos del Mayflower fueron a poblar América. ¿América estaba vacÃa?
Como Colón no entendÃa lo que decÃan, creyó que no sabÃan hablar. Como andaban desnudos, eran mansos y daban todo a cambio de nada, creyó que no eran gentes de razón. Y como estaba seguro de haber entrado al Oriente por la puerta de atrás, creyó que eran indios de la India.
Después, durante su segundo viaje, el almirante dictó un acta estableciendo que Cuba era parte del Asia. El documento del 14 de junio de 1494 dejó constancia de que los tripulantes de sus tres naves lo reconocÃan asÃ; y a quien dijera lo contrario se le darÃan 100 azotes, se le cobrarÃa una pena de 10 mil maravedÃes y se le cortarÃa la lengua. El notario, Hernán Pérez de Luna, dio fe. Y al pie firmaron los marinos que sabÃan firmar.
Los conquistadores exigÃan que América fuera lo que no era. No veÃan lo que veÃan, sino lo que querÃan ver: la fuente de la juventud, la ciudad del oro, el reino de las esmeraldas, el paÃs de la canela. Y retrataron a los americanos tal como antes habÃan imaginado a los paganos de Oriente. Cristóbal Colón vio en las costas de Cuba sirenas con caras de hombre y plumas de gallo, y supo que no lejos de allà los hombres y las mujeres tenÃan rabos.
En la Guayana, según sir Walter Raleigh, habÃa gente con los ojos en los hombros y la boca en el pecho. En Venezuela, según Fray Pedro Simón, habÃa indios de orejas tan grandes que las arrastraban por los suelos.
En el rÃo Amazonas, según Cristóbal de Acuña, los nativos tenÃan los pies al revés, con los talones adelante y los dedos atrás, y según Pedro MartÃn de AnglerÃa las mujeres se mutilaban un seno para el mejor disparo de sus flechas.
AnglerÃa, que escribió la primera historia de América pero nunca estuvo allÃ, afirmó también que en el Nuevo Mundo habÃa gente con rabos, como habÃa contado Colón, y sus rabos eran tan largos que sólo podÃan sentarse en asientos con agujeros.
El Código Negro prohibÃa la tortura de los esclavos en las colonias francesas. Pero no era por torturar, sino por educar, que los amos azotaban a sus negros y cuando huÃan les cortaban los tendones.
Eran conmovedoras las Leyes de Indias, que protegÃan a los indios en las colonias españolas. Pero más conmovedoras eran la picota y la horca clavadas en el centro de cada Plaza Mayor.
Muy convincente resultaba la lectura del Requerimiento, que en vÃsperas del asalto de cada aldea explicaba a los indios que Dios habÃa venido al mundo y que habÃa dejado en su lugar a San Pedro y que San Pedro tenÃa por sucesor al Santo Padre y que el Santo Padre habÃa hecho merced a la reina de Castilla de toda esta tierra y que por eso debÃan irse de aquà o pagar tributo en oro y que en caso de negativa o demora se les harÃa la guerra y ellos serÃan convertidos en esclavos y también sus mujeres y sus hijos. Pero este Requerimiento de Obediencia se leÃa en el monte, en plena noche, en lengua castellana y sin intérprete, en presencia del notario y de ningún indio, porque los indios dormÃan, a algunas leguas de distancia, y no tenÃan la menor idea de lo que se les venÃa encima.
Hasta no hace mucho, el 12 de octubre era el DÃa de la Raza. Pero, ¿acaso existe semejante cosa? ¿Qué es la Raza, además de una mentira útil para exprimir y exterminar al prójimo?
En el año 1942, cuando Estados Unidos entró en la guerra mundial, la Cruz Roja de ese paÃs decidió que la sangre negra no serÃa admitida en sus bancos de plasma. Asà se evitaba que la mezcla de razas, prohibida en la cama, se hiciera por inyección.
¿Alguien ha visto, alguna vez, sangre negra? Después, el DÃa de la Raza pasó a ser el DÃa del Encuentro. ¿Son encuentros las invasiones coloniales? ¿Las de ayer, y las de hoy, encuentros? ¿No habrÃa que llamarlas, más bien, violaciones?
Quizás el episodio más revelador de la historia de América ocurrió en el año 1563, en Chile. El fortÃn de Arauco estaba sitiado por los indios, sin agua ni comida, pero el capitán Lorenzo Bernal se negó a rendirse. Desde la empalizada, gritó:
-¡Nosotros seremos cada vez más!
-¿Con qué mujeres? -preguntó el jefe indio.
-Con las vuestras. Nosotros les haremos hijos que serán vuestros amos.
Los invasores llamaron canÃbales a los antiguos americanos, pero más canÃbal era el Cerro Rico de PotosÃ, cuyas bocas comÃan carne de indios para alimentar el desarrollo capitalista de Europa.
Y los llamaron idólatras, porque creÃan que la naturaleza es sagrada y que somos hermanos de todo lo que tiene piernas, patas, alas o raÃces. Y los llamaron salvajes. En eso, al menos, no se equivocaron. Tan brutos eran los indios que ignoraban que debÃan exigir visa, certificado de buena conducta y permiso de trabajo a Colón, Cabral, Cortés, Alvarado, Pizarro y los peregrinos del Mayflower.