SIEC, Actualidad Etnica, Buenaventura, Enero 10 de 2009. En uno de sus escritos, Alonso Salazar cuenta una anécdota de San Pablo durante su peregrinación a Grecia para difundir la doctrina cristiana. San Pablo llevaba consigo un mal presentimiento: infería una reacción violenta de los griegos, cuando presentara sus creencias.
Pensaba así, pues procedia de la región de Judea, un mundo intolerante, donde un día se recibía a un filósofo blandiendo palmas en una manifestación de jubilo y a la semana siguiente lo estaban crucificando. La aprensión de San Pablo resulto falsa, pues los griegos, padres de la dialectica, lo escucharon con interés y curiosidad. San Pablo al no ser vapuleado, ni siquiera cuestionado, se fue convencido de haber persuadido a los griegos del esplendor y superioridad de su doctrina. Los griegos por su parte respiraron tranquilos cuando San Pablo abandonó Grecia, pues estaban extenuados de escuchar de un hombre necio tantas sandeces sobre un único dios, que había enviado a su propio hijo a la tierra para que fuera torturado y crucificado para salvar a la humanidad y cuya doctrina era tan poco humanista, que concebía el fuego eterno como castigo.
Algo similar le sucedió a la delegación colombiana que fue a Ginebra con motivo del Examen Periodico Universal, al cual sería sometida Colombia en diciembre de 2008. La delegación colombiana no fue "apedreada" ni insultada, por el contrario, fue felicitada por haber presentado un informe tan minucioso y por comparecer voluntariamente al escrutinio de las Naciones Unidas. Más aún, un despistado diplomático felicitó al jefe de la misión, doctor Francisco Santos, vicepresidente de Colombia, por haber traido una nutrida delegación de organizaciones sociales, refiriendose al CRIC, la ONIC, el PCN y otros amigos de los indígenas y afrocolombianos, que habían llegado a Ginebra precisamente para manifestar su malestar porque desde la cumbre del poder se los tildaba de auxiliadores del terrorismo y se afirmaba que sus territorios colectivos y sus resguardos eran guaridas de guerrilleros, narcotraficantes y promotores de invasiones, se exigía la judicialización de sus dirigentes, mientras se hacia caso omiso a los requerimientos de protección de los pueblos indígenas y no hacía nada por frenar la barbarie contra sus organizaciones (más de dos mil asesinados en los ultimos tres años).
El doctor Santos, ante la deferencia y cordialidad que le brindaba esta audiencia de las naciones, dió por sentado que el gobierno colombiano estaba aprobando el examen.
En la medida que intervenían los 43 embajadores que hicieron uso de la palabra, urgando a Colombia en temas como la prevaleciente impunidad frente al asesinato de dirigentes de las organizaciones sociales y sindicales, el escándalo de los "falsos positivos"(1), las ejecuciones extrajudiciales, la falta de voluntad para proteger los derechos económicos, sociales y culturales de los grupos afrocolombianos e indígenas, algunos de estos últimos en vía de extinción, la abstención en la firma de la declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas (Bolivia) y la discriminación racial a que estaban sometidos los pueblos afrocolombianos (Jamaica y Surafrica), al doctor Santos se le esfumaba la compostura. Cuando le recordaron que todo Estado de Derecho debía amparar los derechos y la vida de sindicalistas y dirigentes de las organizaciones sociales y que los indígenas y afrocolombianos eran sujetos de derechos específicos que debían ser especialmente atendidos, debido a su alto grado de vulnerabilidad, hasta allí le alcanzó la dialectica al vicepresidente Santos. Viendo que Colombia podía "rajarse", empezó su intervención final mostrando el "corazón grande" de su presidente, ofreciendo disculpas a la comunidad internacional por los crímenes de Estado (aunque todavía se las debe a los familiares de las víctimas en Colombia).
El glamoroso vice había organizado con su escudero Carlos Franco, discipulo a rajatabla del presidente Uribe, el tinglado para convencer a la diplomacia mundial sobre los enormes esfuerzos del gobierno de la Seguridad Democrática por corregir los hechos de violencia que se originan en las esferas del Estado. Desde los flancos secundaban el viceministro de defensa y funcionarios de la fiscalía, que sin donaire expusieron un libreto, que por ser preparado de antemano, no respondía a las preguntas y recomendaciones formuladas por los diplomaticos de Naciones Unidas. A pesar de todos los esfuerzos por fulgurar, no convencieron sus explicaciones. Aún menos, cuando Carlos Franco acusó a las ONG colombianas de no haber colaborado en la elaboración del informe gubernamental (algo así como no haber ayudado al diablo a hacer las hostias). El culmen de la ingenuidad la protagonizo el mismo vicepresidente Santos (por un momento olvidó que estaba en Suiza y no en Colombia) al señalar que al embajador de Dinamarca lo habían engañado (algo así como insinuar que era un majadero sin criterios, que apañaba cualquier infundio que le relataran). El representante del gobierno danés había sugerido al gobierno colombiano escuchar las demandas de los pueblos indígenas, desarrollar más acciones afirmativas en favor de ellos, pues tenía información sustentada que mostraba que estaban viviendo una tragedia humanitaria debido a la violencia protagonizada por todos los grupos armados, en parte con connivencia de fuerzas del Estado.
La misión colombiana se fue de Suiza, igual que San Pablo de Grecia, con el convencimiento de haber seducido a su audiencia. El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas respiró tranquilo, confiando en que esta vez la misión de Colombia iba a tomar en serio sus recomendaciones.
Los que quedaron intranquilos fueron los representantes de las ONG y organizaciones sociales presentes, pues sabían lo que puede pasar en casa con los denominados "apatridas" que critican a su gobierno en el exterior. Los indígenas no pueden olvidar que cuando regresó Kimy Pernía de Canada, después de haber expuesto al parlamento de ese país el daño que le haría la represa de Urrá a su pueblo, fue desaparecido por los paramilitares. Y tienen muchas razones para su intranquilidad, pues como decía Voltaire "es peligroso tener razón cuando el gobierno está equivocado". Es a eso a lo que nos vamos a referir en los párrafos siguientes.
Los embustes del gobierno
El presidente Uribe se ha dirigido varias veces al país para explicarle, valiéndose de cifras mendaces, el motivo por el cual a los indígenas no se les debe dar "un metro más de tierra": "con un 3% de la población, poseen el 27% del territorio nacional"..... "ellos son los verdaderos terratenientes del país y no los paramilitares". Aunque se le ha aclarado hasta la saciedad de que el 90% de estos territorios son selvas húmedas del Amazonas o del Pacífico (de solo vocación forestal) son páramos andinos (las principales reservas de agua del país, donde nacen los principales ríos), son desiertos como el de la Guajira o son tierras agotadas por el sobrepastoreo que le dieron los ganaderos, antes de que los indígenas iniciaran sus luchas para recuperar estas tierras de sus resguardos, por allá en 1970.
Tampoco se cansa de repetirlo el ministro de agricultura, Andrés Felipe Arias, que no desperdicia oportunidad para corroborar estas cifras. Y todo esto a pesar de que las organizaciones indígenas, pero también funcionarios del INCORA, de la Dirección de Asuntos Indígenas del Ministerio del Interior y de Justicia, de la Defensoría del Pueblo y aún algunos de su propia cartera, han señalado que la causa principal del "malestar indígena" es la carencia de tierras aptas para cultivar. Es más, también han dado a entender, que la génesis de todas las violencias que han sufrido desde la Conquista hasta hoy, tiene de trasfondo la usurpación de sus tierras y tratar de impedir a los despojados su recuperación.
Las organizaciones le han exigido inutilmente al presidente y al ministro que revoquen estas cifras mendaces. Muchos analistas piensan que estos embustes lo que realmente buscan es desviar la atención sobre el real problema del país y es en el territorio nacional haya alrededor de 3 millones de campesinos desplazados. Cerca de un 10% de ellos son afrocolombianos del Pacífico. Y naturalmente tratar de echarle tierra al inaudito hecho de que 9 empresas palmicultoras, que recibieron apoyo del Estado, esten siendo actualmente investigadas por la Fiscalía General de la Nación, acusadas de haber promovido estos desalojos para la siembra de palma aceitera. En este caso el ministro utiliza otro lenguaje y habla de financiación a importantes agronegocios en el Pacífico.
Como todo aprendíz de comunicaciones, pero también el pertinaz embustero sabe, una opinión o noticia falaz, varias veces repetida, termina siendo tomada como verdad y más, cuando el hacedor de la opinion posee gran audiencia en la población y controla o goza de la benevolencia de poderosos medios de difusion. No es raro entonces que estas opiniones para desprestigiar las marchas indígenas hayan tenido eco en el 80% de la población, que es la cifra de favorabilidad que tiene el presidente en Colombia.
El problema es aún mayor si de antemano existe la intención de generar un impacto con la noticia, se ha creado el ambiente, se ha confeccionado finamente un lenguaje y orquestado una estrategia de preparación de la opinion pública, para acoger la noticia falsa. Este hecho, bien descrito por el filólogo Victor Klemperer en LTI (Lingua Tertii Imperii), sobre la ideología del tercer Reich, se ha presentado muchas veces en el mundo y en todas las épocas y es algo usual encontrarlo en países con regimens autoritarios. Colombia no es la excepción. Recordemos solo como Rafael Nuñez, con ardides, embustes, intrigas, conspiraciones y acciones militares, logró sepultar a finales del siglo 19 la Constitución liberal de Rionegro, instaurando (restaurando) con la Constitución de 1876 unas ideas y principios que se opondrían durante todo el siglo 20 al progreso de Colombia.
Maria Jimena Duzán sin pretenderlo, encendió las alarmas, al comentar las columnas de dos curtidos periodistas: La veterana María Isabel Rueda y el experimentado y también veterano Álvaro Valencia Tovar, (general (r) de la República, que se refirieron a los indígenas y sus marchas.
Maria Isabel Rueda, avezada en estas lides de denostar a los que les tiene tirria, expresa en tres frases lapidarias su fastidio por las marchas indígenas: (1) Se asombra de "La impunidad con la que actúan (los indígenas) amparados en su condición de minoría étnica". (2) Al referirse a la pretensión de los indígenas de querer conservar sus identidades: "Es una actitud egoísta que me enferma" y (3), al hacer alusión a sus protestas, ante los oídos sordos del gobierno: "Tampoco nosotros debemos seguir con el complejo de pasar por alto sus desmanes, limitándonos a murmurar en voz baja: pobrecitos, es que son indígenas".
El general Valencia Tovar, por su parte en una de sus columnas de El Tiempo.com, cuestionó la Constitución de 1991, "por haberles otorgado a las minorías étnicas unos derechos de territorialidad y de autonomía que, resultan injustos y desproporcionados porque crean ‘islas virtuales', que rompen de manera aleve la homogeneidad cultural de las mayorías".
Maria Jimena Duzán señala lo verdaderamente preocupante de estas afirmaciones. Le interesa poco lo que ellos piensen sobre los indígenas. Lo que definitivamente le importa es el impacto que tienen sus ideas en una población que ha venido siendo aleccionada para que obren de acuerdo a los mensajes que emiten estas opiniones. Y es esto lo realmente peligroso para los indígenas y negros del país. Hoy no se descarta que sean los nuevos paramilitares, la misma población, pero también las fuerzas del orden, las que manipuladas emocionalmente, puedan salir a atajar con violencia las marchas indígenas, pues como dice Hans Magnus Enzensberger, "la obsesión oficial con el terrorismo ha propiciado la idolatría histérica del poder estatal y la santificación absurda de las fuerzas del orden" (2)
Maria Jimena Duzán no obstante deduce que hablar de racismo en Colombia sería apresurado. Prefiere decir "que hay un renacer de una cultura que muchos pensábamos había quedado sepultada definitivamente con la proclamación de la Constitución Política de 1991: me refiero a la cultura producto de la tiranía de las mayorías. Aquella que desconoce la importancia de las culturas indígenas y negras, que conquistaron importantes derechos en la nueva Constitución del 91, que nos ha ahorrado muchos muertos y que oxigenó en buen momento nuestra restringida democracia".
Hemos escogido a manera de ejemplo dos de algunos de los correos que vienen recibiendo las organizaciones indígenas, que muestran las consecuencias de la discriminación estimulada desde las altas esferas del poder. Un nuevo rostro del racismo, esta vez envuelto en vocablos prosáicos que apelan a un patrioterismo insulso, adornado con parafernalias provinciales para emplazar a los indígenas en la picota pública, convocando a la sociedad a acallarlos. Sería muy abultado hablar de exterminarlos, ya que el termino insinúa una limpieza étnica, pero frases a las que nos tiene acostumbrados el presidente, aunque en este caso refiriendose a las FARC, muestra no obstante su talante delirante: "Ponga precio, rápidamente, a esos bandidos, que esos bandidos se reencarnan y se multiplican", dijo el presidente Uribe esta semana en la asamblea anual de la Federación de Ganaderos. "El delirio colectivo fue inmediato. Las consecuencias, ya lo sabemos, vendrán después", comenta Alejandro Gaviria (3). Miremos ahora los correos:
1. De: [10/27/2008] [Asociación de Colombianos en defensa de la patria ASCOLDEPA] [Autor: Mario Rincón Nolva].
"Indios perros de mierda, ustedes no alcanzan a ser el 1% de la población colombiana y como se atreven a decir que el presidente Alvaro Uribe Velez no representa al pueblo, para su conocimiento fue elegido por más de siete millones de verdaderos colombianos y no por guerrilleros y terroristas patirrajados como son ustedes.
Que lastima que los conquistadores españoles no los hubieran erradicado totalmente del territorio Americano. No nos cansamos de preguntarnos, ¿Qué hacen los pueblos indígenas por Colombia? y la respuesta siempre es - nada y nada es nada".
2. De: Abelardo Ruiz [26/10/2008] [Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.]. Asunto: MINGA INDÍGENA; Para: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo., Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
"Cómo se nota que los indígenas están gobernados por guerrilleros, pues les dolio el rescate del doctor Lizcano y su dolor no los dejó hablar con nuestro presidente.
Las marchas indígenas en nuestro país están auspiciadas por todas aquellas fuerzas o grupos que buscan desestabilizar al gobierno, pero no lo van a lograr porque a nuestro presidente lo respaldan más de siete millones de colombianos, verdaderos colombianos, dispuestos a empuñar las armas para defender la patria de parasitos como los indígenas del siglo XXI.
El gobierno debería de revisar en manos de quien están las tierras colombianas que poseen los indios en nuestro territorio, encontrarán que un gran porcentaje lo poseen los mal llamados líderes indígenas, que no son más que emisarios del grupo narcoterrorista de las FARC y de la izquierda latinoamericana, y así se atreven a llamar a nuestros campesinos 'terratenientes, paramilitares y narcotraficantes'. Como vemos que las cosas van por otro lado y que no estamos en Ecuador o Bolivia. El pueblo colombiano (blanco en su mayoría) les exige respeto hacia nuestras instituciones y hacia nuestro presidente y si no lo aceptan iniciaremos una campaña que diga: İMate un indio y reclame una libra de arroz!"
Esta perturbación anímica producida por la idea de que existen unos enemigos de la Patria que estarían actuando unanimemente y con un guión establecido para desprestigiar al gobierno y ante los cuales hay que actuar con decisión, es uno de los peligros que estamos viviendo, pues estarían siendo transfigurados en las "cabezas de turco" (3) de la Seguridad Democrática. En este caso se estaría construyendo ("inventando"), dándole un rostro concreto al enemigo, que en este caso es "un conjunto de personas" (Karl Schmidt).
Una pregunta que flota en el ambiente es la conducta que asumirá la iglecia frente a estas manifiestas expresiones de racismo, el más reciente el aleve asesinato del esposo de la dirigente indígena del Cauca, Aida Quilcué, alma y emblema de las actuales marchas indígenas. Son pocas, por no decir inexistentes, las manifestaciones de repudio de los jerarcas ante un nuevo renacer del racismo. Y asombra, pues siempre han estado alertas, cuando de ver meter elefantes en la casa del frente se trata. No entendemos porque ahora no se han percatado de que por la sacristía y conducido de la mano de un devoto del padre Marianito Euse, le metieron un dinosaurio a su catedral. ¿Sera que para este caso su reino no es de este mundo y piensa por lo tanto que esto no es de su incumbencia?.
Algunos pensaran que estamos exagerando. Quizás, Pero tengamos en cuenta que ya los colombianos tenemos en nuestro haber la infausta celebridad de eliminar con violencia al declarado adversario. No hace muchos años monseñor Miguel Ángel Builes arengaba a su feligresía desde los púlpitos de Antioquia, incitándolos a matar liberales, porque eran ateos que no merecían la misericordia de Dios. Hace menos años se eliminó al partido político Unión Patriótica, asesinando a cerca de 3.000 de sus miembros, entre ellos toda su dirigencia.
(1) Con este término se designa en Colombia una serie de irregularidades cometidas por miembros de la fuerza pública contra la población civil. Las últimas que escandalizaron a los organismos de derechos humanos y a la comunidad internacional, son las que tienen que ver con el asesinato de jovenes desempleados, que engañados con promesas de trabajo, fueron presentados como guerrilleros dados de baja en combate. El objetivo de estos fatídicos sucesos era alcanzar ascensos, obtener licencias o cobrar recompensas.
(2) Citado por Alejandro Gaviria, El Espectador, noviembre 30 de 2008
(3) Ibidem
(2) El apelativo cabezas de turco se emplea para calificar a un determinado grupo de personas a las que injustamente se les endilga o se las responsabiliza de algo, sirviendo así de excusa al inculpador. El termino surge cuando los cristianos en el siglo 11 emprenden la guerra contra los turcos y sarracenos para reconquistar los santos lugares de la cristiandad. Cercenarle la cabeza a un turco era un merito. Cuando lo lograban, los soldados ensartaban la cabeza en una lanza y la acusaban de todos los males.