Por: César Marín
Es inútil- como lo es el actual gobierno- negar la existencia de un conflicto armado en Colombia, una verdadera lucha de clases, más que un terrorismo. El concepto de terrorismo se aplica en el mundo desde el 11 de septiembre de 2001, la violencia y la guerra en Colombia, no han dejado un sólo día de paz desde 1945, época de La Violencia, que tuvo se clímax con el asesinato del Caudillo Jorge Eliécer Gaitán, entonces, Colombia no tenía ni la mitad de la población que tiene hoy en día, y existían regiones, miles de especies animales y vegetales y decenas de comunidades indígenas desconocidas, en plena mitad del siglo XX, Colombia aún era ese edén tropical sumamente grande, desconocido y salvaje, apenas en los 40, etnobotánicos como Richard Evan Schultes se adentraban en nuestros más salvajes parajes.
Con la guerra, y posteriormente con el Neoliberalismo todo cambió para siempre, pasamos de tener comunidades indígenas que nunca habían visto al hombre occidental, miles de especies endémicas, reservas de agua y estrellas fluviales grandiosas a tener comunidades masacradas, tasas de extinción sumamente preocupantes, y lo mas fatal, y una de las causas de los desplazamientos, las masacres y el hambre: los Megaproyectos. Algunos monstruosos ejemplos de las consecuencias de la ILEGALIDAD del conflicto en el ambiente son: más de 500 km de vías ilegales abiertas en selvas endémicas de la Serranía de la Macarena y el Bajo Putumayo, por parte de las FARC y el ELN; el desecamiento de la ciénaga de Betansí, en Córdoba, por parte de las AUC; el inminente peligro de cultivos intensivos de coca y amapola en 57 nacimientos de ríos en el Macizo Colombiano, por parte de las FARC, el ELN y las AUC; la contaminación de 2600 km de ríos y quebradas por derrames de petróleo, por acciones de las FARC; aumento de la frontera agrícola sobre PNN por cultivos ilícitos, tanto de guerrillas como de paramilitares; la concentración de tierras en pocas manos, el robo de tierras, la ilegalidad de concesiones, impulsada por la parapolítica, ya suma 40 millones de hectáreas de bosque colombiano.
A esto, es de suma importancia sumar las acciones del gobierno, de extrema derecha, donde lo que tiene importancia es la inversión y el libre cambio, y no la sociedad y mucho menos la biosfera. Fumigaciones con glifosato, que además de afectar la salud humana, inhiben a las especies nativas; planes ambientales sumamente desfasados, que son meramente políticos, y no científicos como deberían ser; concesiones de tierra inalienable a grandes multinacionales; etnocidios; negación del carácter indígena de la tierra ancestral, ya que no reconocen sus derechos y su profundo amor y respeto a la Pachamama, no les cabe en su cabeza que la propiedad privada no es entendible para los indígenas; megaproyectos en varias de las zonas más biodiversas del segundo país más biodiverso del mundo; incentivación de estrategias supuestamente verdes, como los "biocombustibles" que en últimas contaminan, y mucho, además que regresan la condición laboral a la esclavitud.
Lo que los políticos muchas veces no analizan- incluso los más altruistas y progresistas- es éste vital aspecto socioambiental del conflicto colombiano, muy pocas voces- prácticamente ninguna- se levantan contra la bazofia de estrategia ambiental llamada "Desarrollo Sostenible", y casi nadie- a excepción de nuestros taitas, chamanes, cabildantes- deja el antropocentrismo por un instante, y se dedica a pensar y trabajar por ésta maravilla de ecoregión, que muy pronto puede dejar de serlo.