Por Marco Mejía
Tanto como crecen las tendencias globales, crecen así mismo los signos de hostilidad. El desequilibrio económico, las brechas en el desarrollo y las diferencias culturales crean las barreras que separan el acercamiento entre los países. Predomina hoy una actitud hostil acentuada por la amenaza al poderío occidental.
En esencia la hostilidad está unida a las diferencias no resueltas en un mundo plural; así frente o contra el otro se ejerce la defensa, el odio, la enemistad y el enfrentamiento. ¿Por qué hay hostilidad? El homo hostil surge de conflictos sin resolver, del rechazo, de la contienda, del desplazamiento, de la impotencia.Al ser uno entre otros la persona acoge a los cercanos y recela contra los extraños. ¿Él o yo? ¿Ellos o nosotros. El panorama político mundial, pasadas ya las tensiones de la guerra fría, no entró a una apertura hospitalaria, por el contrario adoptó formas simuladas, ocultas, disfrazadas bajo la nominación de lo global. Las fronteras no solamente lo siguen siendo, es más sus límites se vuelven excluyentes y se extienden contra aquellos a quienes hay que impedirle el paso: sudamericanos, asiáticos, árabes, turcos, africanos. Desde este punto de vista lo global, no es más que una supresión del otro, una homogenización del poder.La nominación de la globalización aparenta vender la idea de un mundo sin fronteras, el ciudadano universal, cuya figura difícilmente puede erigirse ante el crecimiento de la xenofobia y la exclusión.No parece asomarse -a pesar de la globalización que hasta el momento se muestra en una fase dual, desigual, fragmentada- la intención de mantener una sociedad hospitalaria que incorpore estas figuras que sufren la desterritorialización- refugiado, exiliado, desplazado, inmigrante- a la vida pública y social reconociendo así los derechos políticos y sociales que se tienen por su condición de ser humanos y se dé paso a una ciudadanía universal, que representa el anhelo del espíritu de libertad de la modernidad y que fracasó tanto cómo el anhelo de ese mundo feliz que al parecer nunca vamos a encontrar a la vuelta de la esquina.