En la historia de Colombia, la relación del gobierno con la Compañía de Jesús ha sido tirante. Expulsados por Carlos III recelando su poder en la América colonial y después por Tomás C de Mosquera por considerarlos enemigos de la Revolución Liberal, en los años 70 del siglo XX una vertiente de sacerdotes jesuitas inició en el Centro de Investigación y Educación Popular -Cinep- un trabajo clave para comprender las razones de la violencia crónica que padece el país. En esta nueva época pasaron de ser tildados “propagandistas de la subversión” a fuente de los informes sobre Derechos Humanos del Departamento de Estado de los Estados Unidos. El Cinep-Programa por la Paz constituye un activo para la construcción de un país en paz, con democracia y justicia social.
Por Guillermo Segovia Mora
Quien conozca algo de la realidad del país -de la realidad digo y no de los sofismas del establecimiento y los espejismos de los medios- con seguridad estudió algún material investigativo o de análisis producido por el Centro para la Investigación y Educación (Cinep), fundado en 1972 por miembros de la comunidad jesuita en continuación de la experiencia del Centro de Investigación y Acción Social (Cias), con el ideal de contribuir a la trasformación del país desentrañando la raíz de los males que lo aquejan desde que es tal: politiquería, corrupción, engaños, falsedades, exclusión, desigualdad, marginalidad, represión, terrorismo y tantos más, todo lo cual impide aún que podamos hablar de una democracia de verdad.
Desde los inicios de la institución, la revista Controversia se constituyó en una valiosa herramienta documental y analítica sobre la realidad latinoamericana y nacional, con ensayos críticos sobre economía, política, cultura, iglesia y sociedad, realizados por jóvenes investigadores que con el tiempo se constituirían en referente en sus áreas de estudio, y que aportaron a develar las causas profundas de la problemática y las permanentes triquiñuelas por maquillarlas o la argucia de presentar como “interés nacional” o “beneficio de los más necesitados”, las fórmulas perversas de preservar el país para unos pocos. Labor que continúa en una edición semestral.
Esa tarea se amplió con Cien días vistos por Cinep, en edición mensual, que en artículos de profundidad le media el pulso a la coyuntura nacional, permitiendo a los lectores formarse un criterio fundamentado y en perspectiva sobre los hechos del acontecer nacional -por décadas signados por la violencia, la criminalidad y la ilegitimidad del Estado-, la agenda pública gubernamental y la evolución de los movimientos sociales y las expresiones culturales. Esa óptica se masificó en los años 90 del siglo pasado cuando la revista se insertó en la edición dominical de periódicos de gran tiraje, para pasar luego, por rigor presupuestal y de los nuevos tiempos, a conformar parte de la página web del Cinep.
La indagación sobre el conflicto social y la violencia prolongada llevó al equipo de investigación, liderado por el sacerdote e historiador Fernán González, a partir de la constatación de un Estado lánguido y estrecho en el que se desarrollan problemáticos procesos regionales, agravados por el narcotráfico y los grupos armados ilegales, a proponer una nueva mirada a sus causas: Colombia era, es, un País en construcción, que para lograr la convivencia debe adecuar su estructura jurídico-política y económica a la sustancia de la democracia participativa e incluyente, hacia lo que se ofrecía posibles salidas. Pero también es un país de regiones, como denominó el Cinep un valioso proyecto que permitió la revisión de la historia y la geografía desde una mirada interdisciplinaria e integral, profusamente difundida a través de separatas insertas en periódicos locales.
En esa orientación, estudios de caso regionales, culturales, políticos, económicos, e institucionales así como propuestas alternativas, presentadas en la colección Sociedad y Conflicto y la serie Documentos Ocasionales, le mostraron al país las causas, entrañas y consecuencias de temas como la guerra de las esmeraldas en Boyacá, las subculturas en Medellín, el conflicto del Bajo Cauca Antioqueño, la colonización del Sumapaz, las masacres en el Tolima, la tragedia del Magdalena Medio, la protesta campesina y la inequidad agraria, la cuestión urbana y la protesta cívica, la clase obrera y la injusticia laboral, la violencia juvenil –con el testimonio pionero “no nacimos pa´ semilla” de Alonso Salazar-, los límites de la modernización, las izquierdas y la cultura política, la cultura política colombiana, una mirada civil de las Fuerzas Armadas, la accidentada historia de los procesos de paz, entre otros temas, y propuestas surgidas de encuentros, seminarios y experiencias sobre paz y solución de conflictos armados, democracia y justicia social.
En la línea trazada por el equipo interdisciplinario de investigación y los trabajos individuales resultado del nuevo enfoque, en el año 2003, Fernán González, Ingrid Bolívar y Teófilo Vázquez presentaron el libro Violencia política en Colombia. De la nación fragmentada a la construcción del Estado, fruto de cinco años de investigación, que en contraposición a la postura tradicional de la violencia como producto del debilitamiento del Estado y la pérdida del monopolio de la fuerza, evidencia que la progresiva articulación de poblaciones y territorios, mediante interrelaciones complejas y conflictivas, deriva en complicado proceso de construcción del Estado.
Acorde con la “opción preferencial por los pobres” que signa su quehacer, el Cinep, además de buscar comprender la realidad nacional, aportar a su entendimiento y promover alternativas humanistas, afirmó ese compromiso con acciones concretas. La creación de un banco de datos sobre la situación de los derechos humanos, siempre lacerante, presente y apremiante, condujo a la publicación de Noche y Niebla, el seguimiento minucioso, documentado y escalofriante de la estrategia de terror y amedrentamiento contra los colombianos pobres, mediante asesinatos, desapariciones, desplazamientos y masacres, que, así no parezca, continúa. En la labor de defensa de los Derechos Humanos, el padre Javier Giraldo, ex- investigador en temas urbanos y movimientos sociales del Cinep, ha tenido el respaldo y la colaboración de la institución. El padre Alejando Angulo, por su parte, es el anfitrión de un archivo de prensa, en su mayor parte ya digitalizado, que, como herramienta de análisis, muestra bien claro nuestro pasado reciente a quien lo quiera ver sin anteojeras.
Ante el drama del Magdalena Medio, cuna de la guerrilla del ELN y paraje de la última mirada de Camilo Torres, escenario de acciones y desmanes de las FARC, “territorio libre de comunismo” a sangre y fuego para las autodefensas paramilitares, zona de operaciones y complicidades del ejército, tierra bendita anegada en sangre, pueblo altivo humillado por las armas, el sacerdote Francisco De Roux y un equipo de constructores de paz y vida se echaron al hombro la tarea de buscarle una salida al atolladero, dándole a la gente la oportunidad de recuperar su lar y la dignidad perdida. Los hechos hablan.
Conjuntamente con el Programa por la Paz de la Compañía de Jesús, desde 2006, a través de las estrategias de investigación, educación y comunicación, a partir de su propia perspectiva del conflicto social y armado, el Cinep trabaja en el fortalecimiento de las organizaciones sociales y experiencias locales, la institucionalidad democrática y el desarrollo regional, el respeto de los derechos humanos y alternativas económicas de alcance social y ecológico. La vinculación de varios de sus investigadores en el pasado, en temas de economía, ciudad democracia y Derechos Humanos, a la Administración Petro en Bogotá (2012-2016), si bien no en su nombre, traza un interesante expectativa sobre el futuro de lo que se ha denominado Bogotá Humana.
En este trasegar, muchas veces señalado con insania desde el poder y por los gobiernos de turno, al Cinep le colgaron el INRI de “centro al servicio de la subversión”, “nido de curas rojos”, “enemigos del país”, hasta que desde hace poco, a veces en rectitud y muchas otras por oportunismo, los voceros oficiales se basan en sus estadísticas, denuncias y conceptos para validar acciones y políticas que, desafortunadamente, no van más allá del episodio o el titular y, por tanto, poco o nada van a incidir en cambiar de verdad las situaciones que explican nuestro cíclico deambular por la violencia. Varias veces, sus miembros han sido amenazados y la entidad señalada en listas negras. Elsa Alvarado y Mario Calderón fueron la ofrenda de vida por luchar contra la muerte.
En sus alegrías y dolores el país tiene que agradecerle al Cinep que siempre ha sido una luz en medio de las sombras.