Por: Héctor Pineda S. *
No es creíble, por decir lo menos, que el ex presidente Álvaro Uribe Vélez sea la persona desinformada que públicamente dice ser. Con un entorno intimo, familiar, lleno de escándalos, sin pretender extender el delito de sangre, no es posible que Uribe Vélez no se percatara de las andanzas de sus hermanos, cuñadas extramatrimoniales y sobrinas como lo declara en sus vehementes trinos.
Álvaro Uribe, el militante en las filas del Partido Liberal, el mismo que por largo periodo fungió con senador de la República, el ex gobernador que se codeaba con militares y policías de inteligencia, el que fue presidente durante ocho embrujados años, ahora, cuando empiezan a surgir y corroborarse verdades de sus relaciones políticas y familiares con personas vinculadas a la delincuencia y el crimen, se presente como el más desinformado de los más desinformados de los colombianos.
Sin duda, repasando los paradigmas de líderes “conchudos”, podríamos decir, sin equivocarnos, que el ex presidente Uribe por más de varias narices, le está ganando el primer lugar a aquel ex presidente, también liberal, que declaró que todo había sucedido a sus espaldas, que no se percató del ingreso del “elefante” que desbarajustó, con la enormidad de su cuerpo paquidérmico, la cristalería de la campaña a la presidencia.
Volviendo al caso que nos ocupa del ex presidente Uribe, se recuerda, que estando en ejercicio de la dignidad presidencial recurría al señalamiento y descalificación grosera a las investigaciones periodísticas sobre los negocios oscuros de algunos de sus más cercanos familiares (primos, sobrinas, hermanos e hijos), enredados en escándalos de índole ilegal o negocios montados sobre lo que algunos señalan como usos indebido de información privilegiada o prevalido de la condición de parentesco con el entonces presidente de los colombianos. Llegó a tal grado de desfachatez de los desordenes de los vástagos del presidente que se les bautizó con el nombre del par de personajes traviesos de las tiras cómicas: Tom y Jerry
No se olvida, por supuesto, las sindicaciones periodísticas que se hicieran al ex presidente de sus nexos con varios paramilitares antioqueños y, sin aclarar, recuerda el país el escándalo que se produjo a raíz del el ingreso clandestino de varios de estos personajes ligados al delito del narcotráfico a la Casa de Nariño. Por esos días, siendo presidente, primero declaró no estar enterado del asunto y, después, ante la evidencia de las grabaciones, declaró ignorar el pasado delincuencial de los furtivos visitantes.
Pero ahí no queda el asunto. De una investigación que hiciera Nuevo Arco Iris, se supo que la sobrina del ex presidente, hija de un hermano fallecido, era solicitada en extradición por los Estados Unidos. Cuando aún no terminaba de lavarse las manos sobre el conocimiento de la anterior circunstancia de orden familiar, resulta implicado en una investigación sobre narcotráfico y nexos paramilitares nada más y nada menos que el fuera su jefe de seguridad. Como siempre, desde sus trinos, Uribe niega haber conocido sobre los delitos de su guardián y custodio, a pesar de que, cuando fue ascendido al grado de General de la Policía, según ha trascendido, existían serios indicios de una sanción disciplinaria por “chuzadas” y se escuchaba el rumor sobre los nexos del oficial con la ilegalidad.
Por cuenta de una solicitud de extradición por parte de los Estados Unidos, al que fuera el jefe de seguridad de la Casa de Nariño, acusado de varios delitos, nuevamente el entorno del ex presidente Álvaro Uribe es sacudido por el escándalo. De pronto, aprovechando la visita familiar que el ex presiente hace a los Estados Unidos, es bueno que Uribe no lo niegue, que diga la verdad, que colabore con la justicia.
*Constituyente de 1991
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