Por Unicor
Apropósito de las imágenes de los ataques y la violencia de la Policía Nacional, contra la población campesina de Socotá, Boyacá; quienes también han venido defendiendo su derecho al agua con el cuidado del páramo; agresión producida en 28 de junio.
Cabe relacionarla con los hechos mostrados a cuentas gotas el día martes 17 de julio por algunos medios forjadores de opinión oficial, el Tiempo, Caracol y RCN, entre otros, a través de las imágenes editadas de la resistencia indígena en el Cauca en contra de la militarización de sus territorios ancestrales. Actitud que corresponde a la desesperación de los indígenas por estar en medio de una guerra que no aceptan; no se habló en ninguno de estos medios de la lucha que libran los indígenas contra la depredación de los recursos, contra la reconquista de nuestro patrimonio ambiental por las trans y multinacionales; empresas que hacen parte de la "locomotora minera", eufemismo santista, que significa la entrega a toda costa de nuestros recursos más valiosos y escasos: los páramos, ríos, bosques, ecosistemas, lagunas, especies vivas; etc. Nosotros aún no nos percatamos que tales recursos, nos dan la calidad de vida y la soberanía alimentaria, que hoy ya no tienen muchas sociedades; paradójicamente catalogadas como muy avanzadas en términos económicos.
A pesar de esto, parece que es más fácil unirnos al unísono al coro de ciegos y sordos, que estimula de forma acrítica, un falso patriotismo por “el honor manchado del ejercito”. La fuerza pública, el gran Ejercito Nacional, otrora precursor de causas nobles y libertarias, integrado por colombianos y colombianas humildes en su mayoría, al que le debemos reconocer su lugar institucional, su importancia e historia; también ha sido partícipe de muchas y no pocas injusticias contra muchos de los colombianos más vulnerables y discriminados entre ellos: nuestros campesinos e indígenas.
Ahora, según el texto constitucional la Policía Nacional es " un cuerpo armado permanente de naturaleza civil a cargo de la nación", es decir, no obstante hacer parte de la fuerza pública, su misión es acompañar y garantizar el ejercicio efectivo de los derechos ciudadanos, estar con la gente, rodearla, protegerla. Empero, la centenaria institución en muchas ocasiones ha actuado en contra de sus hermanos de nacionalidad y ciudadanía; usando su capacidad de fuerza material contra los débiles; no ha hecho uso de esa discrecionalidad que le otorga la Constitución para no atender ordenes injustas, ilegítimas o arbitrarias; para ponerse al lado de las causas más nobles del pueblo, para garantizar a toda costa los derechos humanos y los recursos ambientales, que también les pertenecen.
La fuerza pública toda, se debe a la Constitución y a sus más caros principios, en el pueblo; según el artículo 3 de la Carta Superior, se cimenta la soberanía del Estado, por ello; no es tolerable, entendible ni justificable; es atroz, que nuestros campesinos sufran el ataque salvaje de la policía que está estatuida para defenderlos, para propender por el interés general, es indigno que la policía que pagamos todos, que sustentamos todos, que porta las armas y el poder de la República, al menos con estas actuaciones, se ponga al servicio de los intereses extranjeros.
Los referidos sucesos no son coincidencia, la resistencia indígena y campesina así a sido y así será, mientras el gobierno no represente de forma sincera al pueblo, mientras el Ejercito y la Policía Nacional usen su fuerza institucional en principio legítima y necesaria, para hacer prevalecer intereses mezquinos, no incorporen en su accionar la búsqueda de la justicia social y la garantía efectiva de los derechos humanos. Mientras nosotros estemos de espaldas al conflicto, a la inequidad persistente, a la amenaza que pesa sobre nuestros recursos ambientales; mientras continuemos siendo inconscientes y manipulables, la dignidad y la soberanía seguirán siendo valores escasos; sólo perceptibles en las acciones de nuestros hombres y mujeres primeros.