David Curtidor y David Choquehuanca, Canciller del Estado Plurinacional de Bolivia
Más dosis de Coca para acabar el narcotráfico.
Por David Curtidor Argüello
La disputa por el mercado de la producción agraria, ha llevado al sometimiento insólito a algunos países, la promesa de llegar a un fabuloso mercado de doscientos millones de consumidores, se ha presentado como el paraíso deseable y en función de ello se firman y condicionan tratados comerciales.
El levantamiento campesino en Colombia que se desarrolla por estas fechas, es el simple resultado de la aplicación de los tratados comerciales que imponen condiciones asimétricas. Pelea de toche contra plátano maduro, en el que el plátano se compromete a defenderse con las manos amarradas.
Si bien los tratados son enormemente lesivos, las medidas que se han impuesto al margen de las mesas de negociación, agravan las condiciones de producción para las comunidades locales campesinas, indígenas, y negras, que sin más y en aras del desarrollo, deben volverse competitivas de la noche a la mañana.
Los países económicamente poderosos, por el contrario hacen lo imposible por abrir mercados nuevos para sus empresas, sin consideraciones de ningún tipo, si es necesario iniciar una guerra, envenenar una nación entera, lo demás podrá hacerse, por ello, eliminar la biodiversidad o formas culturales locales, e incluso pueblos o sus costumbres y tradiciones, no es ningún obstáculo.
Imponer y homogenizar ciertos alimentos en el mercado, tiene como consecuencia directa e inevitable, la desaparición de saberes asociados a la diversidad biológica. Es un negocio pingüe de consecuencias muy graves para el equilibrio de los ecosistemas, que amenaza la vida misma de la civilización humana.
La imposición de paquetes tecnológicos que incluyen semillas transgénicas, ha encontrado resistencias por todo el mundo con expresiones como los suicidios masivos en la India ante la avalancha de semillas de algodón BT, que arruinan a los productores locales, hasta el rechazo que hizo Haití, de la ayuda con semillas híbridas de Monsanto, luego del terremoto de 2010.[2]
Esa defensa y promoción de su industria, en caso de paquetes tecnológicos, demuestra que los agronegocios son una fuente de riqueza con mayúsculas. Proteger la biodiversidad y hacer cumplir las regulaciones que la comunidad internacional ha firmado, es un papel que correspondería a gobiernos soberanos, es por esto que académicos y comunidades piden a los gobiernos de países andinos que promuevan el comercio ampliado de la hoja de Coca, como una forma de enfrentar el narcotráfico.[3]
En el mismo sentido que los investigadores han demostrado que la hoja de Coca se usa en tratamientos para adictos al clorhidrato de cocaína y los sulfatos de cocaína, debiera usarse el comercio ampliado de la hoja de Coca como el remedio ideal para combatir el comercio de los sicotrópicos que de ella se han derivado. No puede ser una ilusión vana ver a los presidentes de los países bolivarianos, defender el mercado de productos locales y ancestrales, como una forma de hacer cumplir las constituciones nacionales que los definen como multiculturales.[4]
[1] Elementos de la ponencia presentada por DAVID CURTIDOR ARGÜELLO en IV Foro de la Coca en La Paz Bolivia agosto de 2013.
[2] Documento de Vía Campesina en: http://www.viacampesina.org/downloads/pdf/sp/Monsanto-Publication-ES-Final-Version.pdf
[3] Declaración final del IV Foro de la Coca en La Paz, agosto de 2013.
[4] Decisión 391 del Acuerdo de Cartagena, estableció en su artículo 7º:
“Los Países Miembros, de conformidad con esta Decisión y su legislación nacional complementaria, reconocen y valoran los derechos y la facultad para decidir de las comunidades indígenas, afroamericanas y locales, sobre sus conocimientos, innovaciones y prácticas tradicionales asociados a los recursos genéticos y sus productos derivados.”