¿El Indígena Depredador?
Por Mario Serrato
"También en su alucinada columna el señor Botero imaginará que las retroexcavadoras que revuelcan los ríos San Juan y Condoto en el Chocó o en el sur de Bolívar, le pertenecen a la etnia Arhuaca o Guahiba".
En una columna del 5 de enero de 2014 de El Espectador, el articulista Mauricio Botero Caicedo, quien escribe en el mismo sitio y el mismo día en que lo hacía Ernesto Yamhure, (o Carlos Castaño para ser exactos) escribió lo siguiente:
“(… los mamertos ecológicos creen que la naturaleza es un remanso idílico, remanso que solo comprenden las culturas indígenas, sin darse cuenta de que a través de la historia son precisamente esas culturas indígenas las mayores depredadoras del medio ambiente. De agricultura entienden poco y se ven en ascuas para explicar si la papa es un tubérculo, un furúnculo o un testículo”.
El señor Botero, en su inquina anticomunista o como se llame la ideología que profesa, alucina con cosas que pueden resultar interesantes, como éstas: Que una persona de apellido Jacanamijoy es el máximo accionista de la Drummond. Otro, indígena Embera, de apellido Querágama, es el propietario único de Anglo Gold Ashanti. Un tercero, de casta Epinayú, es máximo líder de la industria del mercurio. Y otro, no menos depredador, de apellido Fontecha, es dueño de todas las acciones de Madarien, o Maderas Pizano, las empresas que en más 40 años en el rio Atrato, talaron miles de hectáreas de preciosas especies de madera para destinarlas al mercado asiático y europeo.
También en su alucinada columna el señor Botero imaginará que las retroexcavadoras que revuelcan los ríos San Juan y Condoto en el Chocó o en el sur de Bolívar, le pertenecen a la etnia Arhuaca o Guahiba. O que los títulos mineros solicitados en la última década fueron adjudicados en su mayoría a los indígenas Waunana en el bajo San Juan chocoano.
Da a entender el columnista que la historia demuestra que los indígenas son los máximos depredadores, en un esfuerzo inusitado por tapar el sol con las manos. Conviene que revise estudios de arqueología y establezca qué clase de explotación industrial o de alta intensidad realizaban los indígenas americanos sobre recurso natural alguno suficiente para causar daño ecológico irreversible. Cuando lo haga, le ruego el favor de sacarme de la ignorancia, antes de ello, le aseguro que su fanatismo visceral le impide salir de ella.
Gracias a columnas como la del señor Botero Caicedo a los asesinos de Kimi Pernía, a los masacradores de Guahibos y de tantos otros indígenas, les resulta más fácil sobrellevar la culpa de sus crímenes.
Todo indica que una nueva especie de mamertos ha nacido: los mamertos de derecha. Pero estos, como muchos de los otros, tienen a los indígenas en la mira de sus odios y descalificaciones.