Por Mario Serrato 

Desde hace más de 10 años todos los colombianos en la factura de la energía pagamos un sobreprecio destinado exclusivamente a atender emergencias como la que se presenta en la actualidad por razón de la sequía.


Más de 15 billones de pesos les llegaron de más a los gerentes de las privatizadas empresas de energía.

Ahora que la emergencia reclama la plata ahorrada, resulta que los privados se gastaron el dinero y no existe el fondo para atender la situación actual.

El ministro de Minas de inmediato ordenó un incremento del 20% en la factura de energía para cubrir, con el dinero del usuario, el dinero que se llevaron a sus cuentas personales los miembros de las juntas directivas de las empresas de energía privadas.

Los medios, las facultades de economía de las universidades privadas, los ministros de Hacienda, los agentes de la banca privada y los políticos del establecimiento, aseguran, hasta el extremo de considerarlo verdad revelada, que la privatización de las empresas públicas redunda en beneficio popular, eficiencia y eliminación de corrupción.

La competencia entre las empresas privadas beneficia al usuario y mejora las tarifas del servicio, nos aseguran en las aulas frías de la Universidad de los Andes.

Que el control privado de las empresas encargadas de prestar un servicio al público mejora el servicio y lo hace más eficiente. Que las tarifas, los costos y ampliación de redes en el suministro de estos servicios, corre por cuenta del empresario, quien obtiene sus ganancias al ampliar la cobertura en la prestación del servicio, estos embelecos nos los venden todos los días en los comunicados de Fedesarrollo retrasmitidos por los medios que controlan la opinión pública.

Los países que mayor margen de desarrollo han alcanzado son los que han privatizado la mayor parte de su fuerza productiva y que mayor reducción han hecho de su aparato estatal, decía Cesar Gaviria hace 25 años cuando nos invitó al futuro, futuro que solo llegó a sus amigotes de la banca y la contratación privadas.

La verdad es que la cantidad de pícaros ineficientes que se han apoderado de lo público, alcanza márgenes de totalidad.

En las comunicaciones, por ejemplo, el mal servicio, y la mala calidad de las llamadas es tan agobiante, que lo único que alivia al usuario del común, es que el presidente de la República también lo padece.

En la salud, por ejemplo, modalidades delictuales no conocidas como el paseo de la muerte, han ocasionado tantas muertes como nuestra guerra centenaria.

En la educación, por ejemplo, es tan obtusa la mentalidad privatizadora de los ministros del ramo que hemos padecido, que no han destinado energías y recursos a la erradicación del analfabetismo simplemente porque no genera beneficios tangibles al modelo de desarrollo.

En el manejo de las basuras, por ejemplo, los costos que nos imponen carecen de fundamento técnico y la disposición final en botaderos colosales, es una bomba de tiempo que detonará muy pronto sobre el medioambiente y la salud pública.

En materia de energía eléctrica, por ejemplo, las maniobras de los empresarios privados que se quedaron con el negocio, presentan modalidades tan oscuras que ruborizarían a los narcotraficantes de las Bacrim y a los mafiosos rusos.

El último movimiento de los empresarios privados de la energía eléctrica es tan sucio, que si la sequía no hubiera llegado del modo rotundo en que apareció, nadie se habría percatado de la forma en que se alzaron con la plata del, irónicamente denominado, “Cargo de Confiabilidad”, pagado por los usuarios.

¿Dónde estaban el procurador, el contralor, el fiscal y los demás organismos de control mientras los miembros de las Juntas Directivas de las empresas de energía eléctrica se apropiaban de la plata que los usuarios les dimos para atender emergencias?

Definitivamente estamos en manos de malandrines vestidos de frac.

Fuente: http://www.actualidadurbana.com/llega-la-sequia-mejoran-las-ganancias/

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