Horacio Duque.
La fecha de realización del Plebiscito, su campaña y votos por el SI, son dos puntos centrales en la terminación de la guerra en Colombia.
No hay que permitir que el señor Cesar Gaviria desvíe la naturaleza y fines del Plebiscito de paz dado sus pésimos antecedentes como gestor del neoliberalismo y de 25 años más de guerra contrainsurgente, con los bombardeos criminales de la Uribe en el año 1990.
Dos datos son claves respecto del plebiscito de paz que recibió el visto bueno de la Corte Constitucional con el fallo del 18 de julio, cuyo texto aún no se conoce en su integridad.
Me refiero a la fecha de su realización y al número de votos por el SI que lo consolidaran como el mecanismo excepcional de refrendación y legitimación del Acuerdo final que firme el gobierno del Presidente Santos con la delegación plenipotenciaria de las Farc.
Sobre la fecha.
Respecto de la fecha de las votaciones es necesario considerar los siguientes elementos.
La Corte Constitucional, según informo el martes 19 de julio, dará a conocer en los próximos días el texto completo de la sentencia. A partir de allí, el fallo será remitido al Congreso. De allí, tiene que ser enviado a la Presidencia para su respectiva sanción. Todo este proceso no debería tardar más de 15 o 20 días, como máximo, lo que quiere decir que eso ocurrirá hacia la tercera semana de agosto.
Adicionalmente, el Presidente Santos sólo podrá informar oficialmente al Congreso que convocará un plebiscito cuando tenga en la mano el acuerdo final de paz. Para ello debe esperar a que en la Mesa de Negociación de La Habana se terminen las conversaciones, lo que implica, entonces, que deben evacuarse no menos de 50 temas pendientes que no fueron resueltos cuando se cerraron las discusiones de cada uno de los seis puntos de la agenda, además de establecer un consenso sobre el estratégico tema de los ajustes institucionales a la maquinaria del gobierno para adecuarla a la implementación de los acuerdos de paz, que, obviamente, deben trascender la retórica de los modelos neoliberales de la Nueva Gestión Pública que promueve e impone la OCDE y sobre la convocatoria de una Constituyente social que profundice los acuerdos.
En esas circunstancias, es probable que en la primera semana de octubre terminen cada uno de estos procesos previos para que entre a rodar el mes de pedagogía y promoción del Pacto final, ordenado por la Corte, con las Farc, lo que conduce a inferir que será a mediados o en la tercera semana del mes de noviembre que se den las votaciones. O tal vez ello ocurra el 1 de diciembre como sucedió en el plebiscito de 1957 que se realizó en tal día.
Sobre los votos por el Plebiscito.
Hay varias hipótesis alrededor del número de votos que se deben depositar por el SI en el Plebiscito, para que se legitime y consolide el potencial político de este mecanismo extraordinario de paz y transformación democrática.
Al respecto, coloquemos, en primer lugar, como un elemento de referencia las encuestas que se conocen hasta el momento sobre el tema.
De un lado, la primera encuesta conocida esta semana, después del fallo de la Corte, pone de presente no sólo que un 47,6% de los consultados está en contra de lo negociado en La Habana, contra un 34,4% que lo apoya, sino que al preguntárseles sobre qué harían para oponerse a la aprobación del plebiscito, el 51,9% dijo que no iría a las urnas y un 36,3% que votaría “No”.
Hasta ahora las encuestas conocidas no permiten arrojar una única conclusión: según la Gran Encuesta de SEMANA y RCN, el 36 por ciento de los colombianos votaría por el Sí, el 25 por ciento por el No y el 36 por ciento no votaría; para el Centro Nacional de Consultoría, el 74 por ciento de los votantes marcaría el Sí y el 26, el No; y para Cifras y Conceptos, el 65 por ciento de los ciudadanos acudiría a las urnas, y de ellos más del 70 por ciento –que equivale a 8 millones de votos– escogería el Sí.
Pero independientemente de los sondeos, el Sí cuenta con mucha artillería. La bandera de la paz, aunque esta sea percibida como imperfecta, es taquillera y esperanzadora, afirma la revista Semana.
Dos observadores políticos de reconocida solvencia analítica plantean las siguientes hipótesis sobre la cifra adecuada por el SI en el Plebiscito.
Francisco Gutiérrez Sanín en el diario El Espectador plantea que Los amigos de la paz deberían plantearse una meta mínima de votos a obtener en esta elección trascendental. Algo así como siete millones, como piso (http://bit.ly/29XtyHP ).
García Duarte se hace la siguiente reflexión sobre la materia: en principio, la misma firma de la paz debiera traer una inmediata reorientación en las actitudes, las que ahora serían más favorables a consignar el SÍ respecto del Acuerdo. Que este flujo de nuevas reacciones en los individuos no se disipe pronto, dependerá de la eficacia simbólica con las que las fuerzas progresistas enfrenten la coyuntura.
De hecho, unos 7 millones de votos, o poco menos, debieran respaldar dicho acuerdo, una especie de plante en las apuestas armadas con la baza de la paz. Son los mismos votos que resultan de sumar los 3 millones de electores independientes y de izquierda, con los cerca de 4 millones, conquistables por el santismo, es decir, el caudal movilizable por las invocaciones de la coalición de gobierno.
De ahí en adelante, cualquiera movilización adicional, estaría configurando una encrespada ola por la reconciliación. De la cual, podría hacer parte una auténtica constelación de iniciativas políticas y ciudadanas. Sería un evento tremendamente estimulante desde el punto de vista del espíritu de cambio, en un país derechizado por la guerra. Aunque el plante de 6 millones ochocientos mil votos o incluso de los 7 millones, ya sugeridos, no estaría nada mal, sostiene (http://bit.ly/2aiBIx2 ).
En todo caso, como lo afirma Gutiérrez Sanín, Yo les aconsejaría a todos los amigos de la paz que no den por descontado que esto va a ser tarea fácil. Por un lado, está la oposición del uribismo —que es una corriente de opinión nada despreciable, al menos si el criterio es el tamaño (otra cosa es si el criterio es su retórica) —. Por otro, está el desgaste del Gobierno, el despelote de los partidos pro-paz, y la apatía de grandes sectores de opinión.
El problema inmediato consiste, agrega, en que el plebiscito puede perderse de tres maneras. Primero, quizá no exceda el modesto umbral que tiene que conseguir. Segundo, el “sí” tal vez alcance menos votos que el “no”; muy improbable, pero aun así una opción que tiene que ser considerada. Pero también es posible, en tercer lugar, que el “sí” pase el umbral raspando. Una victoria basada en 4'600.000 votos sería pírrica, y dejaría intactas todas las condiciones para que la orientación desestabilizadora de la oposición de extrema derecha se mantuviera.
La campaña política por el SI.
Con la Sentencia de la Corte Constitucional la campaña del Plebiscito cobro nuevos bríos y entro en una recta de definiciones.
La campaña por el SI será plural y multicolor, soslayando el desacierto de la designación del señor Cesar Gaviria como supremo jefe electoral. Sin duda, se trató de una salida en falso de la Casa de Nariño, dado sus pésimos antecedentes como gestor del nefasto modelo neoliberal que ha ocasionado tanta pobreza y miseria de millones de colombianos, y autor del bombardeo a los campamentos de las Farc en La Uribe que ocasiono 25 años más de la actual guerra contrainsurgente. Agréguele su no disimulado afán por politizar la campaña plebiscitaria con aspiraciones electoreras presidenciales en la perspectiva de las elecciones del año 2018.
Gaviria está en su derecho de respaldar la paz, en un gesto de rectificación que hay que reconocerle, pero otra cosa es su pretensión oportunista de capitalizar las esperanzas y sueños de paz de las mayorías nacionales para sus proyectos politiqueros y clientelares.
Por lo que se conoce hasta el momento, la campaña por el Sí está articulada en una gran estrategia que lidera el presidente Juan Manuel Santos y en la cual se tienen diferentes frentes (http://bit.ly/2amnT0k ).
Por un lado está la campaña del Gobierno Nacional. Para eso, y porque así lo permite el fallo de la Corte Constitucional, estarán todos los altos funcionarios del Gobierno haciendo pedagogía y a la vez motivando la participación.
El presidente Santos evalúa en la actualidad cuál será la pregunta adecuada para la votación. También analiza si es conveniente, como ya le han propuesto algunas personas, que el plebiscito se convoque un día entre semana y no el domingo, como es tradicional.
Al Jefe del Estado no le disgusta la idea, porque así se podría tener la atención de millones de personas en un día laboral, en donde se contaría con el apoyo del empresariado que invitaría a sus trabajadores a votar. Sin embargo, le preocupa el voto de los campesinos, ya que tradicionalmente ellos van a sus cascos urbanos el domingo, que es el día de mercado (http://bit.ly/2amnT0k).
En la campaña por el SI está el frente de los partidos políticos político y movimientos sociales, donde van todos los que apoyan la paz.
El ex ministro Luis Eduardo Garzón liderará el frente social, es decir, todo el trabajo que se articulará con los jóvenes, los sindicatos, organizaciones sociales, indígenas, afros, mujeres, asociaciones culturales e intelectuales que apoyen la refrendación.
Un frente más es la estrategia en medios de comunicación, para lo cual se dará un gran impulso a las redes sociales.
En el Gobierno la estrategia ya arrancó. Desde hace más de un mes en todos los actos públicos del Jefe del Estado y altos funcionarios se habla de votar sí por la paz.
Cambio Radical apoya de lleno el Sí. Para eso se capacitará a los dirigentes a nivel regional, para que ellos lleven el mensaje a los electores.
La U ha dicho que esta es una votación diferente a todas las demás y apoyara el SI.
Los liberales dicen que se la jugaran por el Sí en el plebiscito.
Los conservadores aún no se definen a la espera de que les otorguen más cuotas burocráticas y presupuestales para continuar el saqueo a la salud como ocurre en Córdoba, la tierra del señor Barguil, el caudillo conservador unido familiarmente a Gaviria.
Antonio Sanguino, miembro de la Dirección Nacional de la Alianza Verde, informó que desde ya están preparando la estrategia para la campaña por el Sí en el plebiscito con un eslogan que diga Si a la paz, con todos.
En este sector se está construyendo una gran plataforma por el plebiscito en la que confluirán sectores como el Polo Social (la tendencia política de la Ministra Clara López), partidos como la ASI, Mais, verdes, Fecode, la CUT, Pst y la CGT.
Los retos de los amigos de la paz.
Al respecto aconseja Gutiérrez S, lo siguiente: los amigos de la paz tienen varios retos. Obtener rápido un mínimo de cohesión. Meterse en la cabeza que hay que superar las lógicas excluyentes. Desarrollar retóricas sencillas que le expliquen a la gente por qué la paz es importante —y no a gente genérica, sino a sectores de opinión específicos, a los cuales hay que dirigirse con objetivos evaluables—. Construir un menú de respuestas a las mentiras repetitivas del uribismo, insistiendo siempre en lo que ofrece la paz al colombiano del común. Los partidarios de la paz no han logrado salir de la defensiva en la que los uribistas los ponen, y entonces a menudo aparecen justificándose, rogándole a la audiencia que crea que no deben nada, pidiendo aunque sólo sea una sesión de abrazos para reconfortar el alma, etcétera. Convénzanse: eso no funciona. Uribe no quiere abracitos: y en eso acierta. El espacio de negociación con él está cerrado: es o la paz o Uribe. Esto podría cambiar, pero por el momento es así. Por eso toca enfrentarlo con inteligencia y sistematicidad, y basados en un diagnóstico serio de qué piensan y quieren los colombianos.
En todo caso, hay que tener en cuenta, como lo sugiere García D, que el Plebiscito será un acontecimiento de naturaleza eminentemente política, en el que la voluntad de poder, descompuesta antes en una guerra irregular de desafíos a la legitimidad del otro, se recompone en la forma de un nuevo consenso, bajo el reconocimiento del Estado de Derecho, como fundamento común para las disputas por la hegemonía social y cultural, entre proyectos políticos opuestos ( http://bit.ly/2aiBIx2 ).
Agrega que, con el Acuerdo quedan replanteados los términos para las disputas por esas hegemonías internas, bajo un pacto de legitimidad renovada del Estado. Un pacto al que ingresan los que estaban por fuera; esas guerrillas que impugnaban el orden existente, pero cuya legitimidad ahora aceptan, al tiempo que la enriquecen. En otras palabras, reconociendo el orden constitucional y político, consiguen que este sea más amplio, más incluyente, con lo que el régimen se robustece, en tanto sistema aceptado; no solo al ser reconocido por sus nuevos inquilinos, sino porque se vuelve menos injusto, en razón de las concesiones hechas por el propio Estado, en materias de reformas ( http://bit.ly/2aiBIx2 ).
Así, el pacto que sostiene el orden político deviene más representativo, porque la insurgencia, recogiéndose a su cobijo, renuncia al matrimonio de las armas con la política, mientras el Estado se compromete con políticas que erradiquen parcialmente las exclusiones de todo tipo, esas mismas que eran el motivo para justificar la insurgencia (http://bit.ly/2aiBIx2).