Las dificultades en el proceso de paz con los paramilitares, el inicio del Plan Patriota en el sur del país y el incremento anunciado de la persecución contra los carteles de la droga del norte del Valle son, entre otros, síntomas del agravamiento de la situación del país para los próximos meses.
La salida de escena del jefe paramilitar Carlos Castaño ha sido interpretada en los medios de comunicación como señal de afianzamiento de los capos del narcotráfico en la comandancia de los paramilitares, con lo cual se dificulta aún más el maltrecho proceso de paz con estos grupos debido, por una parte, a la presión de los Estados Unidos para su extradición y, por otra, a la reafirmación de los jefes paramilitares de no aceptar los nuevos términos del proyecto de Alternatividad Penal que contempla para ellos cárcel, tribunal de la verdad y acciones de reparación. Por otra parte, acaba de ser retirado el proyecto de ley de la representante Rocío Arias mediante el cual se pretendía excluir de la extradición a quienes se acogieran a un proceso de paz. Y en un comunicado de los Estados Unidos se declara la guerra contra los carteles del norte del Valle acusados de enviar más de 500 toneladas de coca cuyo valor se calcula en 26 billones de pesos, cifras que demuestran el gigantesco poder económico de estos grupos y ponen en duda el impacto de las estrategias contra las drogas en Colombia. En consecuencia, lo que parece anunciarse con los paramilitares no es la paz sino pasos de animal grande.
No obstante, lo menos conveniente para la estrategia de Seguridad del presente gobierno sería el tener que enfrentarse a una guerra con los paramilitares, pues si a pesar del papel que estos han jugado en la lucha contra la subversión, no ha sido posible derrotarla, qué tal no sólo sin la ayuda de los paramilitares sino luchando contra ellos? El gobierno tendrá que buscar alguna alternativa para evitar que esto ocurra. Si bien la situación puede quedar por algún tiempo en compás de espera, también podría darse un incremento de violencia paramilitar para presionar al gobierno a favor de sus intereses. Estados Unidos, por su parte, mantiene el as de la extradición para obligar a los narcos a ceder. En medio de esta contradicción, qué papel cumple el alto comisionado de paz?. Y si no ha podido con los paramilitares, podrá liderar alguna iniciativa por la paz con las guerrillas? Aun para el presidente, el margen de acción es reducido.
Por el lado de la lucha contra la subversión, se inició, con apoyo de los Estados Unidos, la ejecución del denominado Plan Patriota en el sur del País, anunciada como la más grande ofensiva en la historia contra estas fuerzas. En Caquetá ya se están produciendo los desplazamientos masivos de población civil, que se convertirán en un problema de emergencia humanitaria poniendo en aprietos al gobierno y activará las alertas de los organismos de derechos humanos a nivel nacional e internacional. Si bien es cierto que las FARC podrán jugarle a que la ofensiva del gobierno encuentre desocupado el terreno, como sucedió recientemente cuando el ejército llegó a la Unión Peneya (Caquetá), también podría darse un pulso de fuerzas con resultados muy costosos en vidas humanas tanto en las filas del gobierno como de las guerrillas y, de paso, de la población civil que no pueda salirse de la región, especialmente de indígenas que se quedarán aferrados a sus territorios, siendo utilizados por los unos y los otros, pues en la selva es muy difícil permanecer sin el apoyo logístico de la población nativa.
La guerra en los laberintos de la selva es a otro precio, pero el gobierno confía en el apoyo financiero, técnico y logístico de los Estados Unidos sin lo cual el Plan Patriota (patriota?)sería insostenible. Quizás estén dispuestos a bombardeos como los que hicieron en Afganistán e Irak recientemente. Ojalá la respuesta de la guerrilla no sea contragolpear en las ciudades. Lo que puede ser más probable son los golpes contra la infraestructura, con graves costos y consecuencias en la economía y en los sentimientos de la población.
Paramilitares y guerrilleros se enfrentan hoy día al peligro de la extradición y ambos se financian con el narcotráfico. Si a ello se agrega el enfrentamiento de los paras contra el gobierno, no sería descartable que estos dos enemigos terminaran aliándose tácticamente y, entonces, el país se vería enfrentado a verdaderos pasos de animal grande. Hoy día eso puede parecer ficción, pero en este país ocurren muchas locuras y ojalá no tengamos que ser víctimas de una situación semejante.
Hay en este momento alguna luz de paz en relación con las guerrillas? Ni siquiera lo del acuerdo humanitario!. Ese es un tema que continúa yendo y viniendo contra el muro de la falta de voluntad política de las partes, mientras a la penosa situación de los secuestrados se les suma su angustia y la de sus familiares por las consecuencias de la intensificación del conflicto armado. Frente a los pasos de animal grande, lo más sensato es continuar presionando por una salida civilizada, no guerrera, de resolución política de estos conflictos nacionales.