Las recientes opiniones del embajador Wood de los Estados Unidos en contra de un Acuerdo Humanitario entre el gobierno colombiano y la insurgencia, son una muestra fehaciente del tipo de análisis sobre los conflictos sociales inspirado por el Presidente Bush, que comparte también nuestro presidente, doctor Álvaro Uribe.
El problema no es realmente la intervención indebida en asuntos internos del país, pues son muchos los presidentes y altos dignatarios de otros países, especialmente europeos, como el Presidente Chirac o el Papa, que abogan públicamente a favor del acuerdo humanitario en Colombia. Si la intervención de los Estados Unidos se limitara a dar opiniones, no habría problema. Pero el gobierno Bush ha demostrado con creces su terquedad para intervenir en cualquier país, aun en contra de la humanidad, como lo hizo de manera terrorífica en Afganistán y en Irak, basando esta última guerra en mentiras y en tolerancia para que su ejército cometiera las torturas que acabaron de enlodar la imagen de esa guerra y el resentimiento del mundo árabe y musulmán. De manera que las opiniones del embajador, en un país tan endeudado con ellos como Colombia, cuya política central (seguridad democrática) depende de sus dólares, es algo apenas natural. Ni que decir de anteriores embajadores, como la señora Paterson o el señor Frechette.
La tesis del embajador Wood es que “Los Estados Unidos está convencido de que los arreglos con el terrorismo motivan más terrorismo”. Pero, contrario a esa tesis, lo que sí es evidente para todo el mundo hoy día, es que la política guerrerista del presidente Bush, lejos de acabar con el terrorismo, lo exacerbó a niveles improcedentes. De eso, no hay duda y hasta el pueblo americano se está dando cuenta de ello, lo cual puede costarle la reelección a Bush, como ocurrió en España con Aznar y en Inglaterra con los reveses sufridos por el partido de Blair. Los demás aliados sienten la misma amenaza. Los Estados Unidos no sólo hicieron arreglos sino apoyaron decididamente las peores dictaduras en América Latina, que sin lugar a dudas han sido las peores expresiones del terrorismo de Estado en este continente.
La tesis del embajador es demasiado simplista porque reduce la complejidad de los conflictos socio políticos a un solo factor: el terrorismo, que si bien es un agravante de los problemas, no es su causa fundamental. Igualmente, reduce la solución de los conflictos a medidas de fuerza, similares en su barbarie a las de los terroristas. El terrorismo tiene que ser ética y políticamente condenado. Pero no sólo el de los grupos terroristas sino también el terrorismo de los Estados. Quiénes son los terroristas en el Oriente Medio: los hombres y mujeres –muchos de ellos religiosos fundamentalistas- quienes hoy día luchan y entregan sus vidas en condiciones de tanta inferioridad bélica por defender su patria?, o los ejércitos invasores cuyos bombardeos matan tanta gente indefensa y a sus prisioneros los someten a crueles y degradantes tratamientos?
Los arreglos o negociaciones de paz no tienen que ser para rendirse ante los grupos armados, ni para favorecerlos brindándoles impunidad, como se intentó en Colombia con los paramilitares. Los problemas son bien complejos y tienen sus causas que explican el porqué se armaron grupos insurgentes y posteriormente grupos contrainsurgentes, como podría apreciarse claramente si los procesos de negociación que se van a adelantar con los paramilitares y el ELN se hicieran de frente a la opinión pública y con veeduría internacional, no con arreglos tras bambalinas. Pero eso significa superar la visión estrecha que todo lo reduce a la “derrota al terrorismo sin concesiones”. Derrota que en Colombia no es tan viable dada la experiencia de 40 años de los grupos guerrilleros, el poder económico de las FARC, su capacidad para evadir los combates y apostarle al desgaste de la represión. Inviable igualmente por parte del Estado, debido a sus limitaciones para sostener económicamente una ofensiva militar de largo plazo. Todo apunta a que también con las FARC, en algún momento, tendrá que resolverse el conflicto por la vía de la negociación. Pero entre tanto, seguirán sumándose los muertos de un lado y del otro, corriendo siempre el riesgo de que ocurra una desgracia o suceda una locura ante la cual todo el país tenga que lamentarse.
Dijo el embajador: “En Colombia los enfrentaremos (a los terroristas) con firmeza, a través de nuestro apoyo a la Fuerza Pública”. Lo cual significa más guerra y más negocios para la industria de la guerra, que no es una industria colombiana. Pero Colombia seguirá poniendo los muertos, los lisiados de por vida, los secuestrados, los torturados, los huérfanos, los desquiciados por la guerra. Y no es que no se necesite la acción represiva del Estado. Pero esa no es la única ni la mejor alternativa, ni va a solucionar los problemas estructurales del país. Por el contrario, devora los recursos económicos con que se pudiera contar para el desarrollo y la política social.
Para los secuestrados en poder de la guerrilla y para sus familiares, la posición del gobierno de los Estados Unidos contra el acuerdo humanitario es despiadada. Pero, ¿tiene sentido esperar de ese gobierno una posición humanitaria? Los americanos mismos estarán en un futuro cercano avergonzados de lo que su gobierno, en nombre de ellos, hizo contra otros pueblos.
La supuesta inflexibilidad de la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico también es acomodaticia, pues lo que se juega en el fondo no son principios éticos sino intereses político económicos. O será que los Estados Unidos mantendrán sin concesiones las solicitudes de extradición en las negociaciones que se inician con los paramilitares? Por qué el gobierno colombiano hizo la salvedad para que los delitos atroces de lesa humanidad no sean juzgados por la Corte Penal Internacional durante siete años? Incluso, en un conflicto tan violento como el de los Palestinos e Israelíes, el gobierno de Sharón liberó 400 palestinos por razones similares al acuerdo humanitario.
Finalmente, cabe decir que el discurso del señor embajador fue pronunciado este 15 de junio en la inauguración del Centro de Estudios Estratégicos para el Desarrollo y la Defensa, que congregará, entre otros, a 15 académicos colombianos formados en el Centro de Estudios de Defensa Hemisférica, en Washington, que es una de esas entidades de apoyo académico para las fuerzas armadas de ese país, como la Rand Corporation que cumplió un destacado papel de apoyo en la guerra contra Viet Nam.