La toma pacífica por parte de más de 200 indígenas Emberá Katío a las instalaciones de la empresa Urrá S.A. ya completa 17 días, sin que los avances para resolver el conflicto sean significativos. En uno de los tantos comunicados s por los Cabildos Mayores se evidencia el enfrentamiento que la organización regional indígena enviado tiene con el periódico El Meridiano, uno de los medios que viene registrando paso a paso el acontecimiento.
La gota que al parecer rebosó la paciencia de los indígenas fue una noticia firmada por la periodista Ginna Morelo Martínez, que, bajo el título de “Indígenas piden el oro y el moro”, cuestiona tanto la toma, presentada como injustificada, como los puntos que los Cabildos Mayores han presentado en la Mesa de Negociación que se integró para atender sus demandas.
El malestar de los indígenas evidentemente está en el tratamiento que la periodista le da a la información, toda vez que su orientación es sesgada, y, según la organización indígena, podría poner en situación de riesgo a varios de sus miembros. Lo anterior nos lleva, una vez más, a reflexionar un poco sobre la responsabilidad social de los medios.
Aunque el canon periodístico siga pregonando la objetividad en la información, exigiéndole a sus periodistas veracidad, resulta evidente que el periodista, como sujeto social, siempre escribirá – hasta lo más elemental – desde una toma de posición, cimentada por elementos que van desde los niveles educativos que posea el periodista hasta los intereses políticos y económicos que en un momento histórico defienda. En términos de Pier Bourdieu, esa toma de posición marca una relación autónoma (independiente) o heterónoma (sometida) respecto con el campo de poder que domina a la sociedad.
Sin querer entrar a justificar a los Cabildos Mayores, resulta evidente que la información que viene publicando El Meridiano sobre la decisión de los Katíos es tendenciosa, develando un interés y una toma de posición muy clara por parte de la periodista y del periódico en relación con el conflicto
Es evidente que la intención de la periodista es cuestionar y deslegitimar a los Katíos, considerando que sus demandas son desproporcionadas e inauditas. La periodista se pregunta: ¿por qué si “los Emberá han recibido dineros que ellos han direccionado a sus proyectos en las áreas de salud, educación y cultura, casi mil millones de pesos” no los invirtieron en gran parte de las exigencias hoy plantean?.
La pregunta, siendo muy válida – porque también es hora que los interesados por las cuestiones étnicas nos enteremos cuál ha sido el manejo que los Cabildos Mayores le han dado al dinero hasta la fecha recibido como indemnización – no es pertinente cuando los indígenas también cuestionan a Urrá S.A. sobre puntos como: los mecanismos que, más allá de lo ordenado por la Corte Constitucional, debe implementar Urrá para garantizar la adaptación de la etnia a las nuevas condiciones geográficas que impone la puesta en marcha de una represa; la presentación de un informe sobre la evolución de los impactos ambientales ocasionados por Urrá; la concertación sobre el manejo del Parque del Paramillo, que debe tener unas condiciones de manejo distintas respecto a los demás parque del país.
Los anteriores puntos implican presupuesto, pero no se puede negar que también envuelven preocupaciones reales por parte de los indígenas, que, además, deberían extenderse a toda la población del departamento. Un ejemplo: a pesar de que la ola invernal ha sido intensa, y sus consecuencias se han dejado sentir a lo largo y ancho del país, valdría la pena preguntar qué impactos ha tenido Urrá I en el agravamiento de la situación. Basta echar una simple observación a la ribera del Sinú en el municipio de Tierralta, para comprobar como el desvío en el cauce del río ha venido tragándose los terrenos de cientos de campesinos, que, sin embargo, guardan silencio porque es difícil protestar en una zona que es el corazón del paramilitarismo.
También pregunta el periódico ¿por qué los Emberá quieren conocer los territorios en donde se desarrollarán los proyectos conversados entre Colombia, Venezuela y Panamá?, afirmando que la intención de los indígenas no es otra que trasladarse a esas zonas para reclamar indemnizaciones. La pregunta de los indígenas es válida, y también debería ser formulada por cada uno de los colombianos, especialmente cuando los medios masivos no proporcionan los elementos suficientes para que se comprendan los alcances de procesos como el ALCA o el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos.
Pero, al margen que la objetividad siga siendo un tema en discusión, lo que sí es imperdonable para cualquier medio informativo es la ausencia de equilibrio, y éso es lo grave de la noticia de la periodista Ginna Morelo Martínez. Esa ausencia se demuestra en el momento en que la periodista – como mediadora de un acontecer – asume como propia la voz de la empresa Urrá S.A.
En tal sentido, cuando un pie de foto dice “La pérdida de identidad cultural del pueblo Emberá se la achacan a Urrá, pese a que ha sido la empresa la aportante de recursos que se han invertido en este tema” no se sabe si habla la periodista o el presidente de la empresa, Alfredo Solano.
Una de las tareas más elementales en el ejercicio periodístico es presentar información que posibilite al receptor comprender la esencia de un acontecer. Cuando de una manera tan imprudente El Meridiano asume como propia la voz de una de sus fuentes, con el agravante de que la otra se silencia deliberadamente, se pierde toda perspectiva, aunque los lectores sigan creyendo que lo que dice el periódico es cierto. Siempre tendrá vigencia la afirmación de Jesús Martín Barbero en torno a que la gente asume como verdad lo que le dicen los medios.