El momento actual del movimiento indígena en Colombia, está marcado por sus recientes movilizaciones masivas en contra de la guerra y por la afirmación de su autonomía alrededor de sus autoridades tradicionales. Las movilizaciones masivas han sido uno de los principales mecanismos de protesta desde los inicios del movimiento indígena a comienzos de la década de 1970, siendo también características de los movimientos sociales indígenas en la mayoría de los países del continente. Baste recordar el papel de las protestas de los indígenas ecuatorianos en la caída de dos presidentes.
El pasado 5 de agosto se llevó a acabo en en Valledupar, departamento del Cesar, una manifestación en protesta por el asesinato del líder Kankuamo, Fredy Arias, a manos de los paramilitares, manifestación que estuvo a punto de salir con el cadáver para Santa Fé de Ralito a sentar un precedente en contra de la tolerancia del gobierno con esos grupos y contra la farsa de unas silenciosas negociaciones para la desmovilización, sin que ellos cumplan con el cese de hostilidades contra la población civil a que se comprometieran desde el inicio del proceso. Ese mismo día también se realizó una marcha en Bogotá por el mismo motivo, liderada por los indígenas desplazados de muchas regiones del país. El pasado fin de semana, los medios de comunicación divulgaron ampliamente las desbordadas dimensiones del paramilitarismo y sus implicaciones para toda la nación colombiana. El sufrimiento de los indígenas es apenas una pequeña muestra de lo que amenaza al país y de lo que ha sido la tolerancia gubernamental.
El 23 y 24 de agosto, se produjo el viaje de una comisión de trescientos indígenas paeces del norte del Cauca hacia el Caguán, a centenares de kilómetros, para rescatar a sus líderes -entre ellos Arquímedes Vitonás, ex alcalde de Toribío, Cauca- quienes habían sido secuestrados por las FARC dos semanas antes. Cuando se rompieron los diálogos del gobierno Pastrana con las FARC en el Caguán, las fuerzas militares dieron la sensación de que en unos pocos días limpiarían la zona, pero, por lo visto, en año y medio no lo han logrado. Pero los indígenas sí lograron liberar a sus dirigentes. Nuevamente las FARC se fueron de narices contra el piso por sus fechorías contra los indígenas. Por lo visto no aprendieron la lección del costo político que les representó el asesinato de los tres indigenistas norteamericanos, ni el reiterado reclamo de los indígenas para que respeten sus territorios y autoridades. Sería bueno que supieran que el pueblo Páez o Nasa, se mantuvo en guerra contra los españoles por más cien años propinándoles grandes derrotas. Deberían aprenderse el siguiente verso del cronista Juan de Castellanos, escrito en 1571 cuando los Paeces destruyeron un poblado que los invasores quisieron establecer en su territorio:
“Quedaron los Paeces con su honra,
libres de vasallaje y servidumbre,
y en plena libertad sin que consientan
extraño morador en su provincia”.
El punto más álgido de las recientes movilizaciones lo puso la marcha de más de cincuenta mil indígenas, durante tres días (14, 15 y 16 de septiembre), de Santander de Quilichao a Cali, en protesta contra la presencia de los grupos armados en los territorios indígenas y contra la política gubernamental de la Seguridad Democrática que ha incrementado la violencia en los territorios indígenas. El presidente Uribe también fracasó cuando viajó al Cauca expresamente a tratar de persuadir a los indígenas para que desistieran de la movilización.
En apoyo a la marcha de Cali, el 16 de septiembre se realizó una manifestación en Bogotá, presidida por las organizaciones indígenas nacionales, los desplazados y delegaciones indígenas de Boyacá, Meta, Tolima, Guaviare y Casanare. Simultáneamente se realizaron marchas de indígenas en Sincelejo, departamento de Sucre, Barranquilla y Riohacha, en la Guajira.
A la semana siguiente, cuatrocientos hombres y mujeres de la guardia indígena del departamento del Cauca se desplazaron a la capital a presionar ante la Fiscalía General la liberación de uno de sus líderes, Alcibíades Escué, y de la médica de la ARS indígena (AIC), quienes efectivamente fueron puestos en libertad. Hubiera sido muy doloroso para el movimiento indígena del Cauca que su líder hubiera resultado culpable.
El mencionado auge de movilizaciones indígenas es un grito al país y el mundo, para dejar en claro cuestiones como las siguientes:
Que los indígenas, como movimiento social, reafirman su determinación de resistencia en contra de todos los grupos armados, tanto guerrillas como paramilitares, y de las Fuerzas Armadas del Estado.
Que la política de seguridad democrática -percibida en las ciudades como positiva- ha incrementado la violencia en los territorios indígenas ya que la mayoría de ellos se encuentran en selvas y fronteras, a donde el actual gobierno prometió llevar la guerra, sin que hasta la presente se hayan visto resultados contundentes, aparte del sufrimiento de las comunidades.
Que a pesar de las encuestas y de la manipulación de los medios de comunicación, crece en el país la oposición a la vía militarista como principal opción ante el conflicto armado.
Que los indígenas, a pesar de ser una exigua minoría (menos del 2% del total de la población nacional), han sido capaces, por vías pacíficas, de hacer sentir su presencia en el país y su rechazo a la forma como los actores armados y el gobierno están manejando el conflicto.
Las movilizaciones han sido percibidas por la opinión pública nacional e internacional, e incluso por los medios de comunicación, como un ejemplo de resistencia comunitaria, organizada, militante y efectiva a favor de la paz, que seguramente será un incentivo para fortalecer la resistencia civil y los esfuerzos de paz de los movimientos alternativos. Precisamente, al momento de escribir estas líneas, la ciudadanía del Valle del Cauca, liderada por su gobernador Angelino Garzón, está llevando a efecto en la ciudad de Cali y en 42 municipios la “Marcha del Silencio” para protestar contra la violencia de los narcotraficantes y los grupos armados, y presionar por una salida civilista al conflicto que vive nuestro país.