Por Luis Evelis Andrade Casamá
Lo más grave de la desnutrición y la mortalidad infantil es cuando no hay registro. Los niños que nunca existieron como nacidos vivos, tampoco pueden morirse.
Alguien ha dicho que lo que no está documentado, no existe. Esto es lo que está sucediendo con nuestros niños y niñas, principalmente la infancia indígena. Un importante porcentaje de los niños indígenas nunca son registrados.
En los últimos meses por ejemplo, las comunidades indígenas del Chocó, principalmente del Medio Atrato chocoano y antioqueño (Bojayá y Vigía del Fuerte), reportan la muerte de casi 20 niños y niñas indígenas, unos por malaria, otros por Paludismo y todos ellos, con síntomas graves de desnutrición. Los últimos dos niños reportados son de esta mañana.
Es preocupante que el común denominador de estas muertes sea la desnutrición. Pero también lo es que en pleno siglo XXI, el tratamiento a las fuentes de la malaria y el paludismo sea tan precario o más que a mediados del siglo pasado.
Más preocupante aún, que las entidades del Estado, en ultimas el único responsable de estas muertes, evadan incluso la responsabilidad de entregar la información solicitada, pues si el niño desnutrido fallece es responsabilidad del Ministerio de Salud y el levantar las estadísticas, lo es del Instituto Nacional de Salud. Evidentemente hay una delgada línea en las competencias sobre unos y otros factores, que tienen como común denominador la muerte de nuestros niños y la responsabilidad del Estado.
Peor aún. Según investigadores del programa de salud de la Universidad de Antioquia, muchas de las comunidades indígenas son geográficamente dispersas, sus programas de salud propia han sido prácticamente desmontados y los promotores de salud indígena han sido reducidos prácticamente a un voluntariado. Esto se traduce en que la información primaria para el seguimiento y registro de la mortalidad y desnutrición no exista y se reduzca prácticamente a la labor limitada de funcionarios de las IPS localizados en los cascos urbanos.
Esto explica que varios de los menores muertos en esta región, hace menos de 15 días, no existen en los registros de defunciones, pues nunca existieron en el registro de nacidos vivos. En la práctica, nadie realiza las funciones técnicas de estadísticas vitales y vigilancia de las enfermedades y cuando los voluntarios indígenas lo hacen, nunca se asume como información recogida por agentes del sistema.
La ausencia de estado se presenta cuando los pacientes de zonas dispersas no están registrados, no existe remisión desde los territorios y el traslado desde el territorio al casco urbano se debe realizar con recursos de las familias indígenas y no con recursos del sistema de salud y por tanto se mueren frecuentemente en los territorios sin que hayan existido para el Estado y para el sistema de Salud.