Las costumbres legendarias de los cuatro pueblos asentados en la monumental Sierra Nevada de Santa Marta (Costa norte de Colombia), milenariamente han promulgado un irreversible y sagrado respeto a la MADRE TIERRA, y nuestros inmemorables Mamos (autoridades tradicionales) aconsejan mantenernos fieles a nuestra tradiciones enmarcadas en la ley de origen; incumplirlas prácticamente significa sentenciar nuestra total desaparición. Infortunadamente el actual sistema gubernamental impide ejercer cabalmente nuestras formidables costumbres culturales, destinadas específicamente a la preservación de la vida y que por siempre nos han identificado, por culpa de la desnaturalizada insensatez de nuestro respetable “hermanito menor”.

 

Hay quienes se imperializan a costa del dolor ajeno, omitiendo –deliberadamente- responsabilidades frente a las futuras y fatales consecuencias que nos deparan y que con gran propiedad manifiestan las protuberantes mitologías indígenas, estos imperializadores atropellan y explotan indebidamente las celestes y exuberantes riquezas Naturales adjudicándose ilusos saberes que en la mayoría de casos son dedicados a construir instrumentos guerreristas desconociendo el fatal sufrimiento de millones de seres. Es de anotar que estas riquezas Naturales cumplen, desde el principio de la creación, específicas funciones para el autosostenimiento de la humanidad y aunque ocasionalmente padecemos predecibles tormentos mediante pequeñas muestras de rebeldía de la madre tierra a raíz de nuestros infalibles atropellos, aún así, prevalece la torpeza del hombre “incivilizado”, insistiendo en sembrar el caos humanitario, pretendiendo imponer una inadecuada y mágica sublimidad.

 

Dicen nuestros Mamos que no hay razones ni tampoco justificaciones frente a las insaciables y vanas aspiraciones de sustituir este maravilloso universo por otro meramente fantasioso, y agregan, que aún no hemos apreciado y valorado en toda su inmensidad y plenitud la gran majestuosidad que bondadosamente nos entregó el padre creador (Kaku cerankua) y ya especulamos infamemente en buscar otros mundos que jamás entregaron (por ejemplo: la Luna, Marte, Venus).

 

Esta voraz y sedienta implementación impulsada de inconsultos acuerdos y documentos meramente escritoriales, por siniestros suplantadores, es una absurda locura que paulatinamente nos está conduciendo a un pronto y trágico holocausto, sin embargo, frente a este singular flagelo actuamos como aparaticos mecánicos y vamos arriados sin horizonte, dejando a un lado valiosos compromisos en defensa de la madre naturaleza mostrándonos, al mismo tiempo, egoístas y mentirosos con nuestras expresiones amorosas con nuestros hijos.

 

Nosotros, los cuatro pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta (Kankuamo, Kowis, Arhuacos y Wiwas) jamás renunciaremos a nuestras loables prácticas espirituales y por siempre proclamaremos por el mundo entero que nuestro mayor anhelo es vivir tradicionalmente ajenos a las malévolas intenciones guerreristas que han penetrado a nuestros sagrados territorios irrumpiendo violentamente nuestra perdurable y ancestral tranquilidad y lo aremos convencidos del gran amor hacia la madre Sierra, y afrontando los numerosos riesgos y tragedias que diariamente nos embargan por defenderla. Tragedias y riesgos que embelesen y apasionan a quienes untados de maldad y odio siniestramente persisten en aniquilarnos a fin de mantener latentes sus perversas y ambicionistas intenciones. La radiografía humana de la madre Sierra ilustra al pueblo Kankuamo y al pueblo Wiwa como los más afectados en cuanto a violaciones de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario, a pesar de las medidas y denuncias que hemos hecho y que son de conocimiento público a nivel nacional e internacional. Sin embargo, entre más denunciamos se toman más retaliaciones contra nosotros, con quienes los enemigos de la vida consideran que están truncando sus perversidades.

 

Una vez más solicitamos al mundo entero, comprometido con la vida, a solidarizarse con nuestra noble causa: “Defender a la Madre Sierra Corazón del Mundo”; y que le exija al Estado colombiano brindar las garantías necesarias a los pueblos nativos de la Sierra para que sigan cumpliendo con el mandato de la Ley de Origen.        

 

Ver más:

 

El enojo de la madre tierra

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