En carta al Presidente de la República, Álvaro Uribe, la Unión Interétnica del río Naya solicitó el reconocimiento y protección territorial de indígenas y afrocolombianos que habitan esta región ubicada entre los departamentos de Valle y Cauca, donde las estrategias de guerra tanto de la Fuerza Pública como de grupos paramilitares y guerrilleros -en su carrera por el control territorial- han desplazado a estas comunidades y finalmente sus territorios quedan en manos armadas de otros.     

 

"Necesitamos la protección integral para nuestro territorio, pues es el fundamento para continuar la ardua tarea de fortalecer los mecanismos de convivencia entre los pobladores del Naya. Por ello, no compartimos las políticas que atenten contra nuestro territorio, en contra de la voluntad explícita de sus habitantes de concebir y conservar al Naya como un cuerpo con vida que no se puede dividir, parcelar o romper su ordenamiento natural, pues se estaría atentando contra su integridad territorial y cultural. O como decían los antiguos: "el sol tiene un orden y la tierra también. Igual sucede con la lluvia, los árboles y los ríos. Los humanos tenemos que acatar ese orden".

 

Las comunidades expresaron que sus territorios, ricos en biodiversidad y cultura, están sufriendo un proceso de envejecimiento prematuro ante la incidencia y contacto de una economía mercantil, basada en la extracción irracional de recursos naturales. "Hoy esta región vive agobiada por los grandes males que caracterizan actualmente a Colombia: pobreza, exclusión y violencia. Para nadie es un secreto, que el Estado en esta región se ha caracterizado por la desidia, la incompetencia y la corrupción".

 

En la misiva, las comunidades aseguran que pese a las constantes agresiones políticas, económicas y militares, han creado una organización pluriétnica que tiene como principio fundamental "continuar trabajando por el respeto y la valoración de la pluralidad y la diversidad de la vida en todas sus expresiones".

 

Actualidad Étnica publica el texto completo de esta carta.

 

Doctor

Álvaro Uribe Vélez

Presidente de la República de Colombia

Bogotá

 

Respetado señor presidente,

 

Somos habitantes de una región que hasta hace pocos años era el hogar seguro de familias indígenas Nasa (paez) y eperara siapidaara, y de familias afrocolombianas y campesinas.

 

A pesar de poseer enormes riquezas culturales y naturales, nuestra joven región empieza a vivir un proceso de envejecimiento prematuro, al entrar en contacto con una economía mercantil, basada en la extracción irracional de recursos naturales. Hoy esta región vive agobiada por los grandes males que caracterizan actualmente a Colombia: pobreza, exclusión y violencia. Para nadie es un secreto, que el Estado en esta región se ha caracterizado por la desidia, la incompetencia y la corrupción.

 

No tenemos títulos de propiedad sobre este territorio que habitamos desde hace muchos años y vemos con preocupación que el Estado tercie en favor de intereses egoístas que ambicionan los recursos naturales y ejercen presiones legales e ilegales, para despojarnos de nuestro legítimo derecho a vivir en él. Y es que este territorio y los indígenas, negros y campesinos que lo habitamos, nos pertenecemos, y no nos imaginamos una vida fuera de él.

 

Es por esta razón señor presidente que en la región del río Naya, situada entre los departamentos del Valle y del Cauca y que va desde los Andes hasta el océano pacífico, venimos poniendo todo nuestro empeño en la construcción de una sociedad pluriétnica, donde hombres y mujeres de colores y culturas diferentes podamos vivir en paz. Y en verdad vamos avanzando en el entendimiento entre nuestros pueblos, a pesar de las voces escépticas de aquellos que no creen en la convivencia de culturas diferentes y persisten en la intolerancia que tantos males le ha causado al país.

 

Necesitamos la protección integral para nuestro territorio, pues es el fundamento para continuar la ardua tarea de fortalecer los mecanismos de convivencia entre los pobladores del Naya. Por ello, no compartimos las políticas que atenten contra nuestro territorio, en contra de la voluntad explícita de sus habitantes de concebir y conservar al Naya como un cuerpo con vida que no se puede dividir, parcelar o romper su ordenamiento natural, pues se estaría atentando contra su integridad territorial y cultural. O como decían los antiguos: "el sol tiene un orden y la tierra también. Igual sucede con la lluvia, los árboles y los ríos. Los humanos tenemos que acatar ese orden".

 

Queremos reconocer los derechos que tiene la naturaleza y no permanecer impasibles ante el deterioro de nuestros ríos y bosques, pues esto conduciría a que a la pobreza material se sumara la pobreza ambiental lo que nos volvería más dependientes y vulnerables. No nos imaginamos. Estamos buscando que todos los pobladores del Naya celebremos un pacto para respetar la naturaleza, pues como lo dicen los indígenas de Antioquia, .... "la violencia contra la naturaleza es tan grande y deshumanizada como la que se ejerce entre los hombres. Un pacto de paz.... no se puede pensar sin la Madre Tierra y el respeto que ella se merece"......

 

Rechazamos los métodos violentos que se emplean para desalojar y despojar a nuestras comunidades de sus tierras y recursos, aludiendo de que es un territorio que no nos pertenece y que somos gente extraña en él. De allí nuestra insistencia en que este territorio no sea más un escenario del conflicto armado, donde campeen la injusticia y la crueldad, protagonizadas por personas, esas si verdaderas extrañas en este territorio. Hay suficientes razones para que este territorio sea declarado como un "bien protegido por el derecho internacional humanitario".

 

Por eso hemos creado una organización pluriétnica que tiene como principio fundamental continuar trabajando por el respeto y la valoración de la pluralidad y la diversidad de la vida en todas sus expresiones.

 

Estos esfuerzos que estamos haciendo sin apoyo del Estado y sus instituciones tienen lugar en una región, donde hace tres años (abril 11 de 2001) se realizó una de las más cruentas masacres paramilitares, que ha vivido el país, que cobró la vida a cerca de un centenar de indígenas, negros y colonos y rompió la estructura social y económica de nuestros pueblos.

 

La Constitución Política de Colombia y desarrollos jurídicos posteriores establecen derechos colectivos de propiedad del territorio a poblaciones étnico territoriales (indígenas y afrocolombianos). Igualmente el convenio 169 de la OIT, hoy ley de la república, enfatiza la necesidad de contar con mecanismos apropiados de consulta, participación y consentimiento previo e informado sobre los hechos y medidas que tengan impactos sobre nuestros pueblos. Y esto es así, pues es por medio del control que tengamos de los factores y procesos que afectan nuestras vidas, territorios y recursos, que podemos mantener y reforzar nuestras instituciones, culturas y tradiciones, y promover un desarrollo propio, de acuerdo con nuestras necesidades y aspiraciones.

 

Hoy tres años después de la masacre, el Estado no ha mostrado voluntad política para intervenir frente a esta situación, garantizando y dando cumplimiento a los requerimientos planteados por los habitantes del Naya.

 

Señor presidente, lo planteado en esta carta tiene como objetivo ilustrarlo sobre lo que hemos vivido y mostrarle el camino que hemos elegido para superar nuestros problemas. Esperamos que su gobierno entienda la justeza de nuestros legítimas aspiraciones y entre a apoyar nuestras demandas. Pero también queremos informarlo sobre dos grandes preocupaciones que tienen nuestros pueblos.

 

La primera preocupación es que existen razones fundamentadas para creer que los autores de la masacre a nuestra gente, hoy detenidos en la cárcel San Isidro de Popayán, sean puestos en libertad. Estos actos crueles contra nuestras comunidades no han sido lo suficientemente esclarecidos por la fiscalía, condición fundamental para que se conozca la verdad y se haga justicia. Creemos que también en este caso no hay voluntad del Estado para actuar en nuestro favor, abriendo así el espacio a una impunidad sobre estos crímenes de lesa humanidad. A esto se suma el temor existente en la región, de que una vez libres, estas personas busquen saciar su sed de venganza con las comunidades del Naya y los desplazados, a los que consideran responsables de lo que ellos llaman infortunio.

 

La segunda preocupación que tenemos es que durante su gobierno se vaya a intervenir en el Naya, sin consultar a sus pobladores, para poner en marcha políticas que desconozcan los avances organizativos que hemos tenido y los acuerdos que hemos logrado los pueblos indígenas, afrocolombianos y campesinos frente a la distribución del territorio y el manejo y uso de los recursos naturales; frente al desarrollo de una economía propia, cultural, ambiental y económicamente sostenible, que les garantice a todas las comunidades la seguridad alimentaria; y frente a la convivencia entre nuestros pueblos. Ni para nosotros, ni para Colombia, es conveniente que se cierren los espacios que abrió la Constitución Política del 91 para alcanzar la reconciliación. Necesitamos una muestra de buena voluntad de su gobierno de buscar conciliar sus diferencias con negros, indígenas y campesinos.

 

Nos enorgullece pensar que en el futuro los colombianos nos puedan recordar como aquellos hombres y mujeres que logramos poner en práctica, en un pequeño espacio de este país, los postulados de la nación multiétnica. Y lo más importante, que hayamos contribuido activamente en la construcción de la seguridad, pero la humana.

 

Esperamos de usted señor presidente que, como coloquialmente lo dice en sus intervenciones, "se haga moler" porque en este país se garantice el respeto y reconocimiento de los derechos de negros, indígenas y campesinos, que también estamos dispuestos a hacernos moler por defender los espacios de paz, convivencia y libertad que estamos construyendo.

 

Atentamente,

 

Unión Territorial Interétnica del Naya - UTINAYA 

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