Por Jorge Agurto (Servindi)

¿Qué circunstancias pueden llevar a niños y niñas, adolescentes y jóvenes indígenas, optar por el suicidio como una alternativa a sus problemas? ¿Qué niveles de desesperanza los empuja a apagar su existencia y acallar para siempre sus voces? Esta cruda problemática se analizó durante la presentación del libro “Suicidio Adolescente en pueblos indígenas. Tres estudios de caso” realizada el viernes 14 de setiembre en la Universidad de los Andes, en Bogotá, Colombia.

Algunos casos extremos, como el que niños de 7 y 8 años del pueblo Embera se hayan suicidado recurriendo a la horca, generaron incredulidad entre los asistentes al mencionado evento.

En nuestro imaginario social, cualquier niño de esa edad piensa en jugar o en ir a la escuela, pero hay niños indígenas -en su mayoría mujeres- viviendo un drama cotidiano muy intenso, sometidos a una presión muy fuerte para asumir responsabilidades domésticas, familiares y hasta laborales, indica Efraín Jaramillo, antropólogo del Colectivo Jenzerá, institución encargada de la investigación del caso correspondiente a Colombia.

“Se ha observado un régimen de vida, en que se levanta muy temprano a las niñas para ir a la chacra a recoger alimentos, luego tienen que cocinar, lavar la ropa mientras cuidan a sus hermanitos, y a veces hasta tienen que elaborar artesanías para generar ingresos. Esta situación es deprimente y les quita a las niñas el afán o anhelo de vivir”, agrega Jaramillo.

El suicidio: un fenómeno global en ascenso

El suicidio es un fenómeno global y alarmante que afecta tanto a la población indígena como no indígena, y cuyas tasas -por lo general- son más elevadas en los países industrializados.

Sin embargo, cuando se analiza la situación específica de las poblaciones indígenas se observa un elevado incremento de la tasa de suicidios en América Latina, y de manera peculiar y preocupante en algunos pueblos específicos.

El libro motivo de la presentación analiza tres casos, que se refieren al pueblo Awajún de Perú, al Guaraní de Brasil y el Embera de Colombia, cuyos índices de suicidios en población joven lideran las tasas entre diferentes grupos de población latinoamericanos. Tal es el caso de los Guaraní de Brasil que alcanza cifras 30 veces superior al promedio nacional.

Una preocupación internacional

El año 2009 el Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas observó que “en algunos Estados Partes, las tasas de suicidios de los niños indígenas son considerablemente más altas que las de los niños no indígenas”.

El mismo año, el libro “Situación mundial de los pueblos indígenas” publicado por las Naciones Unidas, ubica el suicidio de los jóvenes indígenas en un contexto de discriminación, marginación, colonización traumática y pérdida de las tradicionales formas de vida.

El Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas se hizo eco de tal preocupación y recomendó al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) iniciar un estudio al respecto.

La investigación se realizó gracias a la iniciativa y al apoyo del Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas (IWGIA) quien hizo énfasis en captar y trasmitir la propia visión de los jóvenes a fin de procurar una comprensión más cercana a la dolorosa contingencia.

El texto fue finalmente publicado por la Unicef, la Agencia Española para la Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y el propio IWGIA. Se presentó oficialmente el 9 de mayo de 2012 en el recinto de las Naciones Unidas, en New York, en el marco de las sesiones del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas.

Si bien el volumen publicado reconoce las limitaciones de información actualmente disponibles que no permiten medir la magnitud del problema, debe ser valorado como un esfuerzo inicial por entender- desde una perspectiva intercultural- qué ocurre en ciertos pueblos que induce a sus jóvenes a optar por el suicidio como salida a sus problemas.

Bochorno y malestar en la cultura Embera

El pueblo Embera forma parte de la gran familia conocida como Chocó y se localiza en toda la región del Pacífico, en los departamentos del Chocó, las zonas montañosas de Antioquia, Caldas, Risaralda y Valle del Cauca, entre otras.

Los Embera, son después del Wayúu y el Nasa, el tercer pueblo indígena en Colombia con mayor número de población, con cerca de 71 mil habitantes.

Cuando se registraron las primeras manifestaciones de suicidio indígena entre los jóvenes embera, algunos medios resumieron de forma superficial estos hechos indicando que la causa de esta reacción era el conflicto armado.

Sin embargo, para Efraín Jaramillo el fenómeno es mucho más complejo, y se relaciona con el cambio de contexto social que vivió la región del Pacífico colombiano que pasó de ser un “remanso de paz” a ser la región más violenta de Colombia, debido a la invasión de los territorios embera, por campesinos desplazados por la violencia en el interior del país, al sucumbir el propósito de la reforma agraria a mediados de los años 70.

“A partir de 1995 el choque fue muy fuerte y el Pacífico -que estaba separado del resto del país por la Cordillera occidental- se volvió en pocos años en el epicentro del despojo de tierras por medio de la violencia (masacres), donde sobresalen la exclusión política y económica, la discriminación racial y donde se presentan los más altos índices de necesidades básicas insatisfechas. Es en estos años cuando comienzan a registrarse los primeros índices de suicidios de adolescentes indígenas”, afirma Jaramillo.

Hay zonas donde la ganadería extensiva prácticamente ha “cercado” a las comunidades embera, confinándolas y restringiendo sus actividades productivas tradicionales como el cultivo de “pancoger”, la caza, la pesca y la recolección de productos del campo.

Este entorno económico, social y político se agudiza con la presencia de grupos armados ilegales -guerrilla, paramilitares, delincuencia común y bandas del narcotráfico- que se disputan el control del territorio y sus recursos, presionando y asfixiando a los embera, quienes quedan en medio de varios fuegos en su propio espacio.

Esa situación, ya de por sí caótica, se agrava aún más con los cultivos de plantación de palma aceitera, banano y plátano, y el incremento de la colonización que avanza sobre esta zona como una tenaza más que aprieta la vida de las comunidades.

Es en este contexto que se produce “un bochorno, un malestar o hartazgo entre los embera” que es preciso tener presente al iniciar el abordaje del suicidio de los adolescentes indígenas. “Este es un tema aún muy sensible, delicado, sobre el cual los propios indígenas no querían hablar” señala Jaramillo.

Fue gracias a dos jóvenes investigadoras del propio pueblo embera que se pudo romper la barrera y el silencio sobre el tema. Se trata de las hermanas Marcela y Patricia Tobón Yagarí, quienes se educaron en centros urbanos y obtuvieron sus títulos profesionales en Trabajo Social y Derecho, respectivamente, sin haber abandonado su lengua y sus tradiciones, y ante todo sin haber perdido el vínculo con sus comunidades de origen.

Ellas tuvieron un rol clave para promover con éxito un proceso de diálogo y reflexión entre los jóvenes embera, que denominaron “círculos de vida”. Estos fueron los espacios apropiados para hablar de cosas vitales de los adolescentes. “Sin este vínculo cultural hubiera sido muy difícil ingresar al tratamiento del tema del suicidio entre los indígenas”, destaca Daniel Aguirre, lingüista de la Universidad de los Andes, también perteneciente al Colectivo de Trabajo Jenzerá.

La enfermedad y la “wawamia” en la cultura embera

Una de las principales preocupaciones del Colectivo de Trabajo Jenzerá y de la investigadora Marcela Tobón Yagarí, principal presentadora del libro, es que el suicidio entre los jóvenes indígenas se extienda como una especie de epidemia y se torne en un recurso culturalmente aceptado entre los embera.

Y es que entre los embera existe el concepto de “wawamia” para designar un malestar espiritual que expresa una persona ante la comunidad y que se manifiesta en estados de convulsión. Este estado de wawamia es la culminación de un proceso de desesperanza, que incluye tristeza, llanto y gran irritación, conduciendo en muchos casos a los intentos de suicidio.

Los embera explican la wawamia como la posesión de una persona por un “jai” (espíritu). “La selva está poblada por jais, algunos buenos y otros que pueden causar daño a las personas. Los malos espíritus atacarían precisamente a los más jóvenes porque son estos quienes tienen el espíritu más débil en momentos en que el mundo embera está en crisis” sostuvo Marcela.

A diferencia de la visión occidental que ve en el suicidio un problema mental, o las diferentes iglesias que ven en la wawamia una posesión demoníaca que es tratada con exorcismo, la mirada indígena busca una explicación en el jaibanismo (sistema de creencias embera) con asiento en lo espiritual y colectivo.

Estas jóvenes investigadoras embera buscaron estudiar el suicidio adolescente en sus comunidades desde una perspectiva multicultural, que traspasa los márgenes de las visiones anteriores. Es así que hallan en la pérdida de territorios, el agotamiento de los recursos naturales, la falta de oportunidades laborales y educativas, la discriminación, la incomprensión de los mayores, otras causas del malestar de los adolescentes que generan situaciones de wawamia.

Lo que queda claro del estudio “es que el mundo embera ha entrado en crisis y esta golpea a los más jóvenes y en particular con mayor fuerza a las mujeres. Esta es una realidad negativa que aflige a la comunidad, aumenta la violencia intrafamiliar, acentúa el desarraigo cultural, quiebra el diálogo intergeneracional y agrava la incomprensión y la frustración entre los adolescentes”, nos dice Marcela.

El suicidio entre los embera

La mayor tasa de suicidio entre las mujeres embera coincide con los casos de los pueblos awajún de Perú y guaraní de Brasil. Y es que en los últimos años la mujer ha visto incrementar sus responsabilidades sociales, padecen de incomprensión social, son objeto de abuso sexual, sufren violencia intrafamiliar y carecen de oportunidades para salir de su situación, prosigue Marcela.

Otro asunto que descubre la investigación es que los casos de suicidio son más altos en los katíos, que en los embera. Hay estudiosos que señalan que el pueblo embera katío recibió el peso de la conquista y prefirió inmolarse antes que sucumbir a la esclavitud. Esto habría generado una actitud en este pueblo, validado culturalmente, a propender al suicidio, antes de vivir situaciones indignas, menciona también Marcela.

“Se resalta en los embera pero nos afecta a todos los pueblos indígenas”

Armando Valbuena, originario del pueblo Wayúu y ex presidente de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), expresó durante el cierre de la presentación que el estudio en Colombia se refiere al pueblo embera pero que afecta -en mayor o menor grado- a todos los pueblos indígenas que viven dramáticas situaciones adversas.

“Las organizaciones indígenas reconocemos que aún no hemos asumido nuestra responsabilidad frente a este problema, quizá por estar dedicados a otras cosas, o por no preocuparnos por los nuestros como es debido” indicó.

“Pero ahora es el momento de plantearnos qué hacer para lograr el goce de la vida plena de nuestros pueblos y qué hacer para evitar la desesperanza de la mujer en todos los pueblos indígenas” expresó Valbuena, con visible preocupación e indignación.

El líder wayúu saludó este estudio como un avance pionero en la materia y resaltó con especial gratitud a Marcela Tobón por ser la primera persona indígena en asumir su responsabilidad social y política de analizar el grave problema de su pueblo, con conocimiento y respeto de la cultura Embera y con base científica en el análisis, para intentar explicar qué nos está pasando como pueblos.

“El problema ha sido expuesto de manera clara y concreta ante la conciencia nacional. Ahora nos toca asumir nuestra responsabilidad y el qué hacer -afirmó Valbuena-, más aún si hemos perdido la razón en los diálogos de paz y esta información nos debe servir para enfrentar nuestros problemas de cara al futuro” concluyó.

Algunas conclusiones

Marcela Tobón concluyó su exposición destacando que el suicidio se expande en el ámbito geográfico del pueblo Embera, aumenta su número en las comunidades y disminuye la edad promedio de los suicidas.

Diversos aspectos como el conflicto armado, la presión externa, la economía inestable, la educación desarticulada en lo cultural, el quiebre del diálogo intergeneracional, la crisis de identidad y el entorno familiar, inciden en el fenómeno del suicidio. Esto sucede a tal punto que preocupa la explicación que se presenta desde la mirada cultural Embera, pues por esa vía se puede validar una práctica cultural recurrente de los Embera.

Si bien el suicidio en Colombia es relacionado habitualmente con el campo médico de la salud mental y es tratado de acuerdo con una serie de conceptos, protocolos y procedimientos, se debe tener especial cuidado cuando se trata de analizar el problema en pueblos indígenas.

El riesgo de que se produzcan errores interpretativos son considerables, y las intervenciones mal enfocadas pueden llegar a ser contraproducentes e incluso incrementar los índices de suicidio. Marcela Tobón señaló casos donde la intervención religiosa o chamánica de otros pueblos indígenas y culturas generó mayor confusión antes que solución al problema. En un caso, por atribuir el suicidio a una “posesión demoníaca” y en otro, por señalar como culpables a los espíritus de otros pueblos o comunidades, generando así conflictos en una comunidad Embera.

La complejidad cultural y multicausal del suicidio de niños, niñas y adolescentes indígenas obliga a pensar estrategias globales de carácter estructural, así como estrategias locales muy pragmáticas donde sean los propios indígenas los que definan el tipo de intervención a propiciarse, para reducir el daño y erradicar el problema.

Quizá el primer paso sea superar la invisibilidad y ocultamiento del problema por parte del Estado y las instituciones, y remarcar que es al Estado colombiano al que le corresponde analizar y promover políticas públicas específicas para reducir el suicidio y erradicar su ocurrencia.

Y es claro que esas políticas sólo pueden ser efectivas junto con el debido cumplimiento de las obligaciones relativas al territorio, la cultura, la salud, la educación, la seguridad social y otras que se promueven desde los tratados y acuerdos internacionales especializados para la protección integral de los derechos de los pueblos originarios.

Tomado de http://servindi.org/actualidad/72548



 

Escribir un comentario

Código de seguridad
Refescar