SIEC. Acin. Popayán, Cauca. Un homenaje a todas las afrocolombianas, campesinas, indígenas y mestizas que día a día aportan a la construcción de otro mundo posible y necesario.

A continuación compartimos el testimonio de Isadora Cruz,  integrante del Tejido de Comunicación Acin. Un reconocimiento a todas las mujeres que hacen parte de la estrategia de comunicación para la resistencia en el norte del Cauca, quiénes tejen desde su compromiso y su conciencia, sueños colectivos para la defensa de la vida y el territorio.

Tejiendo un sueño 

La vereda El Carpintero recibe su nombre por la abundancia de pájaros carpinteros que habitaron en la zona. En este territorio nació y creció Isadora Cruz, indígena Nasa que como el pájaro Carpintero, trabaja con disciplina y con alegría para cumplir el mandato de su pueblo: construir y fortalecer la comunicación para la resistencia. 

Creció en una casa de bareque, rodeada de sus cuatro hermanas,  un hermano y sus padres, los pilares en la orientación de su pensamiento comunitario. Su mamá, como buena indígena Nasa, le enseñó a tejer la jigra de cabuya cuando Isadora todavía era una niña. 

A los 12 años ya respondía por los trabajos de la casa mientras sus padres trabajaban el fique y  producían piña y café. Sus labores y las de sus hermanas incluían cargar leña, revuelto y cabuya, coger café, manejar los caballos, preparar el almuerzo, entre muchas otras. Sus padres le decían que ésa era la mejor preparación que ella podía tener para que no sufriera más adelante. 

Isadora ingresó al Centro Rural Mixto El Carpintero a los 6 años para realizar su primaria. Recuerda que cursó primer grado dos veces, pues se le dificultaba la lectura y desde muy niña se le  facilitaron los números. 

Estudió el bachillerato gracias al apoyo de su madre, ya que su padre nunca estuvo de acuerdo, pues argumentaba que el estudio era sólo para los hombres y que las mujeres debían realizar las labores de la casa.  

“No fui la mejor estudiante pero sí soñaba con algún día llegar a la universidad”. Sueño, que no duró mucho tiempo en hacerse realidad, pues obtuvo el segundo cupo que le cedieron  al resguardo indígena de Huellas para personas que quisieran hacer estudios superiores en  la sede de la  Universidad Pontificia Bolivariana y el Instituto Misionero de Antropología, en el Resguardo de Toribío.

Allí estudió Economía y Desarrollo. Para ella esta experiencia fue difícil, ”tenía que hablar todo el tiempo y era algo que me costaba muchísimo, pues las mujeres Nasas somos muy tímidas”, explica Isadora. 

Durante esa etapa de su vida, surgió la necesidad de generar recursos económicos para pagarse los estudios universitarios. Fue así como se dedicó junto con su hermana a vender leche y queso en toda su vereda, acompañadas por un caballo que llevaba la carga y por el sol que amenazaba con dañar sus productos. “Fue un trabajo duro pero de buena ganancia”, afirma esta mujer con el rostro cubierto por una inmensa sonrisa, recordando ese pasado  con cariño.

Aún sin culminar sus estudios, fue invitada a formar parte de  la Escuela de Comunicación de la zona Norte en el municipio y resguardo de Jambaló. Este pueblo, rodeado de montañas y lleno de amaneceres fríos, la recibió con un puñado de “personas maravillosas” que le apostaron a una comunidad nueva y a un emergente proceso en comunicación. Un tema muy novedoso para todos, “pero que era urgente y necesario pensar y trabajar en él”, señala Isadora.

La capacitación en la Escuela de Comunicación le parecía muy divertida, porque aprendía haciendo. Las prácticas de radio se hacían en la emisora comunitaria ‘Voces de Nuestra Tierra’. La primera vez que escuchó su voz en una grabación de audio le parecía asombrosa, “era muy chillona, pero más adelante la edición la transformó y se escuchaba mucho mejor, fue bonito escuchar una producción radial por primera vez”, replica con satisfacción. 

La Escuela de Comunicación contaba con  áreas de radio, impresos y video. Isadora junto a sus compañeros visitaba lugares diferentes de la zona, por esta razón, durante los tres  años de capacitación tuvo la oportunidad de conocer muchas comunidades de la región. Cada seis meses los jóvenes abandonaban por una semana sus actividades en el campo  y  se congregaban en Jambaló para capacitarse.

La llegada a este resguardo estuvo anticipada de mucha expectativa, pues en su vereda escuchaba las ondas radiales  de “Voces de Nuestra Tierra”. “Yo me identificaba con la música que colocaban allí y con las personas que hablaban en la emisora porque sus voces eran como la mía. Estos locutores animaban a la gente que estaba lavando el café, a las señoras que estaban haciendo el almuerzo y sobre todo hablaban de nuestra identidad. Fue en ese momento que empecé a comparar un medio comunitario con  un medio comercial” asegura Isadora.  

Descubrir que la radio era una herramienta rápida de información y que podía acoger diferentes formatos como la crónica, los reportajes y la noticia, fue muy inspirador para ella. Con estas herramientas podía reflejar los problemas que afectaban su vereda, además de fortalecer la conciencia de la comunidad.  

Gracias a la confianza que generó en el grupo fue nombrada  tesorera en la Escuela de Comunicación, un cargo que requería mucha responsabilidad porque no significaba únicamente guardar el dinero sino también buscar otros recursos para comprar gas, papas y las yucas necesarias para la alimentación de todos los futuros comunicadores.

La vida de Isadora y la de sus compañeros, cambió cuando se consolidó el sueño de tener una emisora que cubriera todas las comunidades. Fue el inicio de Radio Pa´yumat “la voz del Pueblo Nasa”. Eso implicó dejar atrás su vida en el campo y trasladarse a la ciudad “no fue fácil, el calor molesta, y si te antojas de una naranja la tienes que comprar, en la comunidad las naranjas se regalan, el agua no se cobra y la puerta se cierra solo en la noche, en la ciudad toca cerrarla todo el tiempo, de lo contrario te roban”.  

Aquí comienzan momentos decisorios para esta comunicadora Nasa. Tenía que cambiar la música por la noticia, la televisión por la lectura y la pasividad por la puntualidad. Era un trabajo que le exigía estar informada todo el tiempo pues tenía que responder con una crónica todos los días para ejercitar su escritura.  

“El despertar de un pueblo” fue el primer  programa que con un compañero produjo y coordinó. Lastimosamente no fue posible emitirlo porque el horario (4 a 6 de la mañana) representaba un peligro para encender el transmisor ubicado en el Cerro de Munchique. Su segundo programa, “Así va la comunidad” fue un espacio de participación, que exigía trasladarse con otra compañera a las comunidades. Estos espacios fueron muy enriquecedores para ella porque “compartía con gente sencilla, humilde y trabajadora que construía diariamente su Plan de Vida”.  

La llegada de su hija no fue impedimento para continuar su trabajo en comunicación, al contrario, gracias a ella permaneció con más ánimo y se comprometió  con la  sección que le  asignaron, que en ese entonces se llamó  “luz para el día”. En esta sección se transmitían mensajes sabios de los mayores, que acompañaban y motivaban a los oyentes en sus trabajos diarios. 

Durante un largo tiempo manejó la administración de Radio Pa`yumat, y luego la del Tejido de Comunicación, el cual se formó por la necesidad de una estrategia de comunicación para la resistencia debido a la agudización del conflicto armado en el norte del Cauca y por la ocupación territorial de la que son víctimas las comunidades.  

Este fue un espacio propicio para integrar  la emisora, el video, la Internet y la producción de impresos a las formas propias de comunicación comunitaria como las asambleas y las mingas.

“Desde este espacio mi ingenuidad y mi temperamento me llevaron a cometer muchos errores. Por eso, mi equipo de trabajo decidió que coordinara los videoforos y la sistematización de audiovisuales, incorporándome al equipo de video”, cuenta Isadora.

Ahora, acompaña a las  comunidades en las mingas, asambleas y congresos realizando los videoforos.  Aquí aprovecha para hablar de un tema que esté afectando a la comunidad y después muestra un documental que refleje la experiencia de otro pueblo que ya haya enfrentado esta situación. 

Un ejemplo que menciona Isadora es el tema de la explotación minera a cielo abierto que actualmente comienza a afectar a su pueblo. Afirma que las multinacionales llegan con  engaños  a sus comunidades, diciendo que harán obras sociales, como construir escuelas o generar empleo, pero no les hablan del daño que le hacen al medio ambiente. Esto le ha permitido a la gente informarse y analizar su contexto para tomar decisiones que no afecten su Plan de Vida. “Me gusta mostrar las experiencias de otros pueblos que diariamente construyen otro mundo posible y necesario”, puntualiza con emoción. 

Llena de ilusión,  Isadora dice que hace aproximadamente 4 años este espacio de los videoforos no existía en sus comunidades y hoy hace parte del plan de trabajo de la gente y son ellos quienes los solicitan y hasta aportan el transporte para que ella y sus compañeros se desplacen. Además de esto, Isadora tiene bajo su responsabilidad la construcción de una videoteca que rescate los procesos de resistencia de los diferentes sectores sociales del continente, especialmente de America Latina.

Isadora trata de equilibrar su labor en comunicación con su vida en el hogar. Los fines de semana llega a su casa después de atravesar un difícil recorrido a caballo para encontrarse con sus dos hijos y su esposo, quien es su mano derecha. Luego, al llegar el lunes se levanta a las cuatro de la mañana  para dejar listo el desayuno e irse rápidamente antes de que sus hijos se despierten y así sea más difícil la despedida.

Con lágrimas en sus ojos, dice que le duele la agresión sistemática que reprime a la humanidad. Por esta razón todos los días le inquieta  saber lo que pasa no sólo con su pueblo, sino también con otros pueblos en diferentes lugares del mundo, para darlo a conocer a su comunidad, a su familia y a sus hijos, de quienes espera se críen al igual que ella junto a la Madre Tierra, con los principios y valores de su pueblo y con la fortaleza que le brindó el proceso comunitario. Porque como ella dice “si algún día tengo que dejar la comunicación, quiero que sea para volver a mi casa, a mi tierra, al lugar que me brindó las herramientas para pensar, entender y sentir ese mundo posible que soñamos desde nuestro proceso comunicativo”.

Comentarios   
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