Murindó – Chocó – Colombia

Luego que el afrocolombiano, Oliris Valencia Panesso, pisara una mina antipersonal y fuera trasladado -aún con vida- al Hospital San Bartolomé de Murindó, departamento de Chocó, donde horas después muriera por falta de equipos quirúrgicos, se abre la polémica sobre la precariedad de los servicios de públicos y de salud –ante la carencia de recursos económicos- que viven estas comunidades de la Costa Pacífica, abandonadas por Estado colombiano.

 

El Hospital atiende a población indígena de la etnia Emberá Katio, como también a la comunidad afrocolombiana. Sin embargo, y a raíz de la falta de recursos y equipos, en los últimos tres meses –informó la comunidad- se han presentado 18 fallecimientos, en la siguiente forma: 1- Muerte materna; 6 -Muertes peri natales; 8- Muerte infantiles y; 3- Muertes peri natales.

 

Este es el único hospital –catalogado como de primer nivel- a muchos kilómetros a la redonda, pero según la comunidad y las macabras estadísticas, las condiciones físicas y de equipamiento no deberían permitir que se lo catalogue en ese nivel.

 

La comunidad de Murindó denunció que un 80% de la población -rural como urbana- se encuentran en la miseria, con total ausencia de servicios públicos (agua, alcantarillados, energía, recolección de basuras), que acarrean implicaciones muy graves en la salud de los habitantes.

Es por esto que la comunidad se pronunció ante este abandono estatal, e ilustran la situación crítica que está sufriendo su Hospital en términos económicos.

 

Comunicado de la Comunidad de Murindó sobre la crisis económica del Hospital San Bartolomé

El Municipio de Murindó, está ubicado en la región occidental de país, desde las estribaciones  de  la cordillera occidental andina, hasta las márgenes del rió Atrato, que lo separa del  vecino departamento del Chocó. Hace parte de una región históricamente explotada desde el régimen español hasta nuestra época, por sus abundantes recursos naturales, especialmente oro, carbón y madera; sin que el proceso haya dejado huella alguna de progreso. En la actualidad  la región es una reserva natural a nivel mundial por su gran extensión de selva húmeda tropical, y su riqueza en flora, fauna y metales. En ella conviven la etnia Embera-Katio con su lengua nativa y una cultura propia y la población afrocolombiana con una riqueza cultural enorme, producto de cientos de años de evolución y convivencia con otras culturas. Es una de las regiones más ricas del país, pero paradójicamente donde la pobreza es extrema. Carente  de fuentes de empleo, de educación, servicios públicos y sin vías de comunicación terrestre. Tales circunstancias favorecen la acentuación de un conflicto armado que lleva varias décadas en el país; no obstante es una región muy promisoria a nivel nacional y mundial una vez superadas las dificultades.

 

La población está compuesta por 1500 emberas ubicados en la cabecera de los ríos y los resguardos indígenas de Chagerado y Murindó. La población negra y mestiza de 2500 personas  ubicadas en la riberas del rió Atrato. Una población desplazada proveniente del vecino municipio del Carmen del Darién (Choco) que asciende a 1500 personas ubicada en la cuenca del rió Murindó y Jiguamiandó.

 

Tanto en el área urbana como rural la miseria ronda al 80% de la población; en general el dinero no circula; con total ausencia de servicios públicos (agua, alcantarillados, energía, recolección de basuras), con implicaciones muy graves en la salud de los habitantes.

El 50% de la población reside en el área rural, atravesando grandes dificultades comunes a toda la población, pero agravada por el conflicto armado, que coloca la comunidad en medio del fuego cruzado.  El analfabetismo y la deserción escolar son la regla por dificultades socioeconómicas y de seguridad.

 

La desnutrición infantil es la patología de base, que subyace detrás de las infecciones respiratorias, enfermedad  diarreica aguda y enfermedades de la piel. Las comunidades indígenas son las más afectadas, presentando un alto índice de mortalidad por enfermedades triviales, pero con un trasfondo de inmunosupresión secundaria a la desnutrición.

El acceso  a las instituciones de salud es dificultado por grandes distancias de las comunidades al casco urbano, la falta de seguridad, el difícil aprovisionamiento de alimentos y combustibles.

 

Los datos de mortalidad el año pasado son sobrecogedores a pesar del subregistro:
1- Muerte materna

6 -Muertes peri natales

8- Muerte infantiles

3- Muertes peri natales en lo que va corrido de este año 2004.


Así, en el ostracismo, en una pobreza franciscana, el Hospital San Bartolomé, lucha hombro a hombro con la comunidad cada día por la sobrevivencia.  Es ya una larga historia de sudor, sangre y dolor, pues la institución ha visto en medio de la intolerancia y la violencia irracional el asesinato de un médico director y un auxiliar de enfermería en los últimos años.

 

Construido en una tercera parte de su planta física en proyecto, carente de ayudas diagnosticas ( laboratorio clínico, rayos X ) sala de procedimientos médicos quirúrgicos, sin agua, sin energía y con precarias condiciones higiénicas, además de un recurso humano limitado y un frágil equilibrio económico, la E.S.E. Hospital San Bartolomé es la única institución que presta atención en salud en muchos kilómetros a la redonda con un  personal idóneo, responsable y con calidez humana.


Con todo esto y a  regañadientes, contraviniendo la mayoría de normas para habilitación como hospital de primer nivel de atención, los organismos rectores de la salud en el país permiten su funcionamiento,  pero no existe aun, una verdadera voluntad para mejorarlo, sino una tentación grande por convertirlo en un centro de salud, la cual va en contravía con las circunstancias y las necesidades de la comunidad.


Solo pues, nadando contra la corriente de los actuales conceptos economicistas de la salud, vendiendo servicios en un medio donde nadie puede comprarlos, remitiendo pacientes que no tienen como llegar al especialista, atendiendo eventos catastróficos sin los elementos, ni espacios requeridos,  la institución se encuentra distante de las reales necesidades en materia de salud de la población.


La comunidad espera mucho de su hospital. Es por eso que el embera tras llevar su hijo enfermo al jaibaná comprende que el proceso es grave y decide remar incansablemente 10 o mas horas  de día o de noche, con agua o con sol para buscar ayuda del jaibaná blanco. El negro y el mestizo enfermo atraviesa ciénagas y pantanos con el agua hasta el cuello días enteros, porque espera encontrar solución en su hospital. El desarraigado por la violencia, acosado por cientos de necesidades y su salud quebrantada, acude al hospital creyendo encontrar algo de la patria perdida, donde se atienda como ciudadano su derecho a la salud.

 

No dejemos solo al hospital. Su supervivencia es crucial para la región  en estos momentos históricos. Es necesario que el Estado  colombiano, las ONG's, la Diócesis, la comunidad internacional vuelvan su atención a la institución que presta servicios a la población más vulnerable del país, como un compromiso con la defensa de los derechos humanos, de la dignidad, de la equidad, por el derecho a la salud como colombianos; para que el hospital cumpla con la misión para la cual fue fundado en 1964:  La excelencia, la eficacia y la atención humanizada.

 

Ver más:

 

Muere afrocolombiano al pisar una mina antipersonal

Comentarios   
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