Bajo el aplastante sol y a temperaturas por encima de los treinta grados más de sesenta mil indígenas se movilizaron con el ánimo y la fuerza que da la sangre de la Tierra,  por las asfaltadas y candentes carreteras de los departamentos de Cauca y Valle, buscando un mejor porvenir, sin guerra, sin muertes, con la naturaleza en su esplendor, con agua, en sus territorios, en igualdad y llenos de su cultura tradicional.

 

 

Era un mar de gente lo que vio Argelina Niño, una ama de casa que se sentó a las afueras del municipio de Santander de Quilichao –Cauca- mientras pasaba la marcha: “No lo puedo creer, estoy aquí hace por lo menos tres horas y no han terminado de pasar los indígenas”.

 

Y no era para menos, pues está en juego la supervivencia de estos pueblos que en resistencia, le han tratado de sacar el cuerpo a la muerte, que con políticas de guerra, con insaciables intereses multinacionales, con lluvias de veneno y con guerra sangrienta, se acerca poco a poco a sus resguardos milenarios.

 

Nadie quería quedarse sin caminar. Así lo diría por el camino el Yanacona, Antonio Capue, uno de los cerca de 14 mil guardias indígenas que respaldaron la seguridad y el normal desarrollo en paz de la marcha. “Desde mi comunidad, en el sur del cauca, todos querían venir, pero tuvieron que quedarse algunos, porque alguien tenía que quedarse cuidando las casas”.

 

La gigantesca marcha arrancó a las 7 de la mañana del martes 14 de septiembre, desde Santander de Quilichao, nororiente del Cauca, a unos 45 kilómetros de la ciudad de Cali en el Valle. El primer tramo de la camita culminó en el municipio de Pueblo Rico, luego de seis horas bajo los deshidratantes y desgastantez rayos del sol.  

 

Mientras se construía camino al andar, los indígenas, acompañados del sector campesino y afrocolombiano, gritaban sus consignas de liberación.

 

“Exigimos el respeto por nuestra vida, dignidad y territorio – exigimos, exigimos, exigimos-. Abajo el proyecto de reelección –abajo, abajo, abajo-. Exigimos la liberación inmediata de Alcibíades Escue...”.

 

Al llegar a una finca –o mejor un gran potrero- prestado en Pueblo Rico, los indígenas cubrieron el amarillento color del prado que se extendía en por lo menos un kilómetro cuadrado, con el negro de sus carpas y “cambuches” que ordenadamente y por zonas de procedencia se instalaron a lo largo y ancho. Era casi imposible caminar de un lado a otro.   

 

Desde las decenas de comunidades de donde se desplazaron las comitivas indígenas para cumplir a la convocatoria, llegaron también las chivas y camiones cargados con alimentos, enormes ollas que en mi vida había visto, plásticos, palos, suministros y demás, que les permitieran aguantar hasta las ultimas consecuencias si era necesario.

 

“Hasta el momento hemos movilizado por lo menos unos 800 camiones y abastecido con unas 2500 toneladas de alimentos a todos los que llegan”, dijo Reinaldo Ulcue, mientras se secaba el sudor de la frente.

 

Sin embargo, la falta de agua se hizo sentir en el campamento. La multitud sedienta, empezó a buscar el preciado líquido por todas partes para las comidas, para tomar, para bañarse. Salían comisiones con baldes, tarros y lo que pudiera servir para acarrearla. Algunos se fueron hasta una estación de gasolina cercana donde les facilitaron una manguera que a borbotones soltaba chorros de cristalino liquido con el que refrescaron sus cuerpos. Otros pidieron el favor en casas del pueblo. Y muchos más aprovecharon unos pequeños aljibes de agua estancada para saciar sus necesidades.

 

Unas horas más tarde, a eso de las 5 p.m., llegaron carrotanques de Acuavalle a suministra agua a las comunidades. Esto “salvó la patria” y se superó la carencia.

 

Mientras el intapable sol se ocultaba y la frescura de la tarde y la noche cubrían con una oscura mano la región, los indígenas preparaban en cinco comisiones temáticas: TLC; Derechos Humanos; Reformas Constitucionales; Medios de Comunicación y; Soberanía y Resistencia; una posición consolidada para hacerle frente al Gobierno.

 

“Esperamos que esta marcha, esta manifestación de los indígenas con el apoyo de otros sectores del orden nacional e internacional, sirva para que se visibilice aun más la situación crítica que viven los pueblos indígenas por las políticas de guerra de la actual administración nacional, por la situación de violación de derechos humanos y DIH por la que atravesamos, la confrontación armada donde las fuerzas del Estado tienen una gran responsabilidad y el tratado de libre comercio va poner en riesgo la autonomía, la territorialidad, dejando más tragedia, más desolación sin esperanza para el pueblo colombiano. Desde esta marcha, entonces, queremos invitar a todos a que no dejemos la esperanza, la alegría, la dignidad y la vida de los pueblos indígenas cada día se menoscabe y corramos el riesgo de extinción física y cultural cosa que nos parece gravísima sobre todo cuando asistimos ante una sociedad posmoderna con muchos avances en la tecnología, en el conocimiento, en la información, pero que genera desigualdad y exclusión a los pueblos indígenas y distintos sectores en distintos lugares del mundo”, comentó Luis Évelis Andrade, presidente de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), mientras apretaba el paso.  

 

Los siguiente que escuché, a eso de las 7:35 de la noche del martes fue: “Le solicitamos a las Guardias Indígenas que por favor, después de las ocho de la noche, no dejemos salir ni entrar a nadie al campamento para evitar contratiempos, y le solicitamos a los vendedores ambulantes...” quienes hicieron unas muy buenas ventas a costa de los marchantes, “...que desocupen esta zona antes de la hora señalada porque si no se les será decomisada la mercancía, gracias”.

 

La noche tomó posesión de todo y lo único que podía ver eran mis manos. Los campamentos se fueron silenciando poco a poco y el sueño, el dios Hipnos, se apoderó de los agotados caminantes. Sin embargo, los únicos que no durmieron fueron los de la Guardia Indígena, quienes cuidaron la seguridad del campamento. 

 

A las 3:30 de la mañana del miércoles sonó el primer llamado para que las mujeres se levantaran a preparar el desayuno para los miles de nativos somnolientos. Con el pasar de los minutos se despertó más y más gente. Se levantaron los campamentos, se recogieron los bultos de comida amontonados en pequeñas montañas, y la siguiente orden que escuché fue: “le pedimos a cada una de las comunidades que antes de irse recojamos toda la basura producida para dejar este lugar tal y como lo encontramos, gracias”. En punto de las seis de la mañana salió la primera marea de personas a caminar. La finca se desocupó por completo más o menos a las 8: 45 de la mañana. Ya se podrán imaginar.

 

El siguiente destino sería el municipio de Jamundí, en el Valle, distante a unos 15 kilómetros de Pueblo Rico, en el Cauca.

 

Durante el recorrido me acerqué a una ambulancia que se encontraba en la orilla de la carretera con las puertas abiertas. En su interior se encontraba una abuela indígena, Teresa, con más de ochenta años, según me dijo, a quien una enfermera le suministraba suero. 

 

“A mi no me importa la edad, lo que yo quiero es seguir marchando al lado de mi nieta” y señaló con el dedo a una pequeña que nos observaba. “Yo marcho porque nos están matando, y marcho por un mejor futuro para mis nietos”, y en ese momento se bajó de la ambulancia.

 

Además de la Guardia Indígena, también fuimos escoltados por cientos de motorizados de la Policía, avanzadas del Ejercito en tierra y Black Hawk (helicópteros de guerra) en el cielo.

 

“Compañeros indígenas, si no queremos que se metan con nosotros, tampoco nosotros nos debemos meter con ellos”, dijeron los líderes mientras observaban el verde oliva de camuflados y uniformes marchar al lado.

 

Este segundo tramo de la marcha llegó a Jamundí a las 10:30 de la mañana. Nuevamente se emplazó el campamento y se reunieron las comisiones temáticas que no perdieron ni un segundo de trabajo.

 

En esta ocasión el campamento se montó en un terreno donde se realizan diferentes tipos de ferias. En este lugar, si había espacio y lugares de reunión. Los bomberos llegaron e instalaron unas duchas para que la gente pueda bañarse, y el agua era potable. Las cosas iban mejorando con el pasar de las horas.

 

“Para afrontar la llegada de la marcha indígena se preparó un equipo interinstitucional conformado por la Defensa Civil, la Cruz Roja, el Cuerpo de Bomberos, la Policía, el Ejercito, la Secretaria de Salud, Acuavalle y el Hospital Piloto. Hasta el momento hemos suministrado unos seis mil litros de agua y éste se ha hecho sin ningún desperdicio”. Señaló el Teniente del Cuerpo de Bomberos de Jamundí, Eduardo Cierra, y coordinador del Comité Local de Emergencias de este municipio.

 

Durante toda la marcha se hicieron presentes también, los Senadores Indígenas, Gerardo Jumi y Jesús Piñacue, quienes acompañaron el proceso en las comisiones y discusiones políticas. 

 

“Esta es una marcha ejemplar que ha superado las expectativas iniciales del Movimiento Indígena, pero también superó los temores del gobierno porque los indios hemos mantenido el orden, un orden social que garantiza la convivencia. Nuestras demandas se centran en la Política de Seguridad Democrática, en las negociaciones comerciales como el TLC, y hemos denunciado la reforma constitucional. Pero el gobierno debe responder con igual gallardía y civilidad las expectativas y demandas. No debe postergar una respuesta y no debe evadir responsabilidades, y esto está hoy en cabeza de Álvaro Uribe”, indicó el Senador Jumí.

 

Por su parte, el senador Piñacue añadió que:  “Hay tres razones de mucha importancia en la marcha. Primero, la preocupación que tenemos respecto a la violación de derechos fundamentales de los colombianos y fundamentalmente de los pueblos indígenas en el contexto de la seguridad democrática. El segundo punto, tiene que ver con una negociación bastante oscura, sospechosa entre el gobierno colombiano y el gobierno de los Estados Unidos. Nos preocupa, que no se nos halla informado con claridad sobre qué es lo que van a entregar y ganar, con lo referido a la propiedad intelectual o los recursos naturales en el sentido de las patentes, y nos preocupa el tema territorial. Y el tercero tiene que ver con el desarrollo constitucional. Se ha desarrollado la constitución, reduciéndola al tamaño de los intereses militaristas de este país, ejemplo, el Estatuto Antiterrorista”.

  

En el campamento se había dispuesto un puesto de salud con medicina tradicional y occidental, según la gravedad del caso. Sin embargo, explicó Angélica Aguilar, del Programa de Salud del Consejo Regional indígena del Cauca (CRIC): “No hemos tenido casos graves hasta ahora. La gente llega fatigada, algunos insolados o con dolor de cabeza, deshidratados, pero se les ha prestado la atención necesaria para recuperarse”.

 

El trabajo de esa noche fue más extenso, porque se acercaba la llegada a Cali. Se reunieron las Autoridades Tradicionales, las mujeres, los jóvenes. Se ratificó también la ruta por la que entrarían a Cali. De la carretera Panamericana tomaría por la Avenida 5ª, pasarían por la Universidad del Valle hasta finalizar en el Coliseo El Pueblo, en el sur de la ciudad.

 

Los ánimos estaban candentes porque según informaron en la reunión de la noche, la Policía iba impedir el paso por la Avenida 5ª para evitar un posible caos en el interior de la ciudad.

 

“Nosotros vamos a seguir por la ruta original, no la cambiaremos, y si la Policía no nos deja pasar nos vamos asentar todos en el piso hasta que lo hagan”, sentenció una de las conclusiones de la noche.

 

Y así fue. Al día siguiente, la marcha salió a las 7 de la mañana. Los carros salieron a las seis cargados de comida y el campamento, y luego los indígenas. En el camino se observa como los interminables cultivos de caña de azúcar salen enfilando su dulce néctar, a recibir a la marcha.

 

Los camiones llegaron a la ciudad y se dirigieron al Coliseo el Pueblo. Ahí, los indígenas montaron de nuevo el campamento, y las mujeres se dispusieron a preparar todo, el agua para los sedientos, la comida y lo que hiciera falta.    

 

La marcha no tuvo inconvenientes con la Policía a la entrada a Calí, se permitió el paso sin ninguna restricción. Eran ya casi las once de la mañana cuando la inmensa caravana asomó su rastro por el Coliseo. La gente, los habitantes de Cali, salieron a las calles a recibir a semejante comitiva con aplausos y ¡vivas por los indios!. En los rostros de los caminantes se relejaba una alegría inmensa de haber llegado, combinada con el cansancio y la fatiga de la minga bajo el sol.   

 

En este momento, los más de sesenta mil indígenas se encuentran reunidos en el Coliseo en un Congreso de los Pueblos, hasta que el gobierno se pronuncie con buenas noticias y soluciones concretas.

* Redactor Actualidad Étnica.

Comentarios   
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