En medio de las caras largas de industriales, constructores y comerciantes que sienten los efectos de la crisis económica, en la vereda el Congo del resguardo indígena de Tacueyó, en Cauca, se encuentra el rostro amable y sonriente de Crescencio Trompeta, un indígena Nasa que se dedica a la producción de tomate, lulo y café.
Este pequeño cultivador no tiene la cara larga, dice que todos los días la vida le sonríe. "Para la comida siempre la gente debe tener plata y eso es lo que yo cultivo: comida", afirma con alegría.
Como buen indígena nasa, le gusta trabajar la tierra. Desde muy niño acompañó a su padre en los trabajos de la parcela. "Yo crecí como un animalito, no tuve la oportunidad de estudiar cuando fui niño," asevera Crescencio. Sólo cuando cumplió 18 años logró por sus propios medios terminar la primaria, porque sus padres no tuvieron la posibilidad económica para enviarlo a la escuela.
Al llegar a la edad adulta quiso conocer otras experiencias. Le llamó la atención conocer la producción agrícola en otras regiones del país, por eso emprendió un recorrido por los departamentos del Huila, del Valle y del Cauca. Todas las experiencias que alcanzó a conocer le reafirmaron su gusto por la tierra.
Al regresar al territorio que lo vio crecer, se encontró con una sorpresa, su capacidad de liderazgo lo llevó a que su comunidad lo eligiera por más de 8 años presidente de la Junta de acción comunal de su vereda.
Este cargo no afectó su proyecto personal, al contrario, le brindó las herramientas necesarias para que se capacitara. Por eso junto con otros comuneros fundó el bachillerato para adultos y se graduó en estudios secundarios a la edad de 38 años.
Luego, para afianzar sus conocimientos en producción agropecuaria, inició el curso de asistencia técnica en el SENA. Esta capacitación le enseñó a aprovechar mejor la tierra. Por eso desde hace seis años puso en práctica lo que aprendió en un proyecto familiar que consistía inicialmente en sembrar 100 matas de tomates y que después ampliaría hasta alcanzar las doscientas.
Ahora, en un reducido pedazo de tierra que heredó de sus padres, tiene dos invernaderos con más de tres mil matas de tomate. Esta práctica en invernadero la hace para mejorar la adaptación del clima y para que la planta sea más resistente a las plagas y a las enfermedades que inciden en este cultivo.
Crescencio está decidido a no salir del campo, llegó a la conclusión que el sistema tradicional le da para comer, pero no para comprar los productos que no puede producir.
"Esta lucha la he iniciado con mi familia porque quiero que mis hijos no sólo aprendan lo que les enseñan en el colegio, sino que también aprendan a cultivar la tierra. De hecho, es aquí en la finca donde ellos hacen sus prácticas agropecuarias que les mandan en el colegio" dice entusiasmado.
Su esfuerzo por brindar el bienestar a su familia, lo llevó a arrendar tres hectáreas de tierra para cultivar lulo. "El cultivo de lulo tiene mucha dificultad, pero no hay nada en la vida que uno no le pueda hacer frente, además, el lulo tiene buena salida en el mercado", expresa. Para iniciar con el cultivo de lulo, investigó cuál era la variedad que más se pedía en el mercado y gracias a un ingeniero agrónomo se encontró una variedad pastusa llamada "Pulpa Verde". De esta variedad ya ha cosechado 5 veces y de cada mata recolecta 15 kilos.
"El cultivo de lulo es difícil de manejar y controlar pero la necesidad me obliga a buscar los medios. Yo lo produzco porque tiene un buen costo, es un producto que nunca un kilo lo voy a vender a 100 pesos, los precios se mantienen entre 1800 y 3000 pesos, con estos precios me doy cuenta que no estoy perdiendo", ratifica.
Con el propósito de generar ingresos para continuar con la producción, Crescencio busca la comercialización de sus productos en los mercados de los municipios de Toribío y de Santander de Quilichao. Asimismo abastece los mercados de cadena Comfandi, Carrefur y La 14 en la ciudad de Cali.
Los cultivos bajo invernadero le resultaron exitosos, con los dos invernaderos y su cultivo de lulo garantiza la producción permanente durante los 365 días del año.
Mantener una producción todos los días del año de frutas y hortalizas resuelve algunos problemas de los cultivadores. El mercado de tomate presenta muchos altibajos y si los productores sacan la producción cuando está barato, pierden la inversión, mientras que si la producción es permanente garantiza que aunque se tienen las épocas de precio bajo, también se logran las de los precios buenos y así es rentable el cultivo. Por eso, es mejor producir a escala como lo hace Crescencio.
Esta experiencia en cultivos de frutales y hortalizas ha hecho que en los cultivos de Crescencio los químicos pasen a un segundo plano. El lulo lo vende sin ningún plaguicida, fungicida u otro componente químico. "Esto me traería problemas con las personas que se llevan el producto, porque si llega a pasar alguna intoxicación, la consciencia me molestaría. Por eso evito los químicos, y me quito problemas de sanidad", afirma.
De la misma manera pasa con el cultivo de tomate. En el invernadero reduce el uso de agroquímicos y controla las enfermedades y plagas con mayor cuidado. "Solamente es necesario hacer inspección permanente mata por mata, para detectar a tiempo la presencia de cualquier plaga o enfermedad y aplicar los correctivos oportunamente" explica.
Crescencio no sólo siembra lulo y tomate, también siembra granadilla y mora. Dice que la mora es para el consumo familiar y para la venta en los mercados cercanos. Cuando una familia dice que necesita una libra se le regala porque es difícil bajar al pueblo sólo para conseguir este producto.
Tampoco produce para el comercio únicamente, lo hace también para el consumo familiar. En las charlas brindadas a algunas familias de su resguardo aconseja que es necesaria la variedad en la producción de alimentos. En las 22 familias a donde llega con la asistencia técnica, ya vienen implementando cultivo de maíz, de yuca, de arracacha, de fríjol, de cidra, de caña, de café y árboles para sacar leña y guineo.
Esta siembra la hace en pequeños terrenos porque la tierra apta para el cultivo es limitada, ya que la parte alta de Toribío y Tacueyó se encuentra en zona de reserva. Toda esta variedad de cultivos se siembra en el tradicional Tul (la huerta nasa) "nosotros sembramos varias matas en el tul, unas de cada cosa y ahí encontramos todo lo que se necesita para comer", expresa con satisfacción.
Del mismo modo, en las diferentes fincas demostrativas que ha logrado conformar con diferentes familias, enseña a iniciar con lotes pequeños.
Para el cultivo de lulo se necesita un clima frío, pero con el clima Crescencio no tiene problema, pues vive en un territorio donde todas las mañanas el páramo entra por sus ventanas. Por eso ha iniciado con cada familia la siembra de 70 matas de lulo. "Estos pequeños cultivos permiten que sea más fácil el control de las plagas. Cuando se hace cultivos grandes se dificulta porque las plagas llegan y arrasan con todo, y es aquí donde la gente se desanima y no quiere saber más de cultivos como estos" manifiesta.
Otra de las prácticas que realiza en sus cultivos es la implementación del uso de semillas. Para sacar la semilla del lulo, primero selecciona los mejores productos, mira la mata que tenga más carga, inspecciona que no tenga plaga ni problemas de raíz y verifica que la calibración sea gruesa. Siempre utiliza semillas nuevas. "Cuando sacamos la semilla se asolea tres días y se coloca en las bandejas. Las semillas no se guardan" confirma.
La selección de la semillas, para el caso del tomate, la definen según el mercado para el que se destinará la producción, por ejemplo, hay muchas clases de tomate que son muy buenas pero sólo tiene mercado en restaurantes y almacenes de cadena. Mientras que el tomate chonto que cultiva Crescencio, sigue siendo el mejor en el comercio ya que su cadena de comercialización está orientada al mercado popular donde el tomate pequeño tiene más demanda porque mientras se vende 2 kilos de tomate de otra variedad, está comercializando 200 kilos de tomate chonto.
La jornada de trabajo de Crescencio comienza cuando el día empieza a aclarar en medio del frío de su vereda. Distribuye bien su tiempo para que el día alcance en la realización de todas sus labores. Las dos primeras horas de la jornada las dedica a su cultivo, después debe apurarse a tomar el desayuno para salir a las siete de la mañana a las veredas donde presta asesoría técnica a diferentes familias. Luego, debe retornar a las cuatro de la tarde nuevamente a su cultivo, pues de la mañana le quedan trabajos pendientes por resolver.
"Venimos luchando con estos cultivos con el propósito de conseguir nuestros recursos económicos para apoyar a nuestros hijos en la educación y buscar el bienestar de nuestra familia", dice orgulloso.
Nunca ha trabajado en los cultivos ilícitos, fueron los cultivos de café, lulo y tomate los que le permitieron dar el estudio a sus 2 hijos, asimismo, ha mejorado su vivienda y ha podido tener bien alimentada a su familia.
Para Crescencio, la comida es un don de vida que llega a la casa por la providencia divina y el esfuerzo familiar. Por eso debe ser bien administrada sin derrocharla, reservando lo posible para los días de escasez o para la visita que llegue a su casa.
La familia de Crecensio ha logrado cubrir todas sus necesidades e inclusive darse algunos gustos, de lo estrictamente necesario.
"La plata no sólo está en los cultivos ilícitos, los recursos económicos están hechos, debemos buscar los medios de producción para buscar el dinero. Solo se necesita disciplina, compromiso, capacitación y dinero, porque los invernaderos son diseños que no necesitan mucho terreno. Gracias a Dios he conseguido los recursos económicos, haciendo diferentes cultivos. Con esto he demostrado que si se puede. Son las fincas demostrativas las que atraen a las personas a producir la comida" replica.
Este modelo de cultivo no tiene ninguna organización económica que lo respalde, sus logros se han originado gracias a los cultivos que produce y que vende en el mercado. Es así como Crescencio es considerado en la localidad como un agricultor sobresaliente y un gran generador de empleo puesto que llega a emplear hasta 15 personas en períodos de cosecha.
Esta experiencia de cultivo ayuda a que muchos agricultores aprendan de él. La propuesta ya ha sido acogida por 20 familias productoras de tomate bajo invernadero con resultados altamente satisfactorios en términos de rentabilidad, sin que esto represente un desconocimiento a los cultivos tradicionales.
Muchos comuneros de este resguardo coinciden en la importancia de entrar en esa práctica, pero no encuentran apoyo económico ya que al principio se debe hacer una buena inversión económica, y eso, en un principio no les daría los recursos económicos necesarios para el sustento de la familia.
Ante la crisis mundial de alimentos es necesario que la producción agrícola del país se convierta en generadora de comida para seres humanos y en agrocombustibles, además, se debe tener en cuenta la participación de los pequeños productores agrícolas.
Asimismo se necesita una verdadera política agraria que tenga como prioridad la estimulación a las comunidades rurales para que se conviertan en actores generadores de alimentos para la vida.
Para esto, el gobierno debería apoyar a las comunidades rurales y a los pequeños productores y no estar bajo el mando de las transnacionales que llegan comprando las tierras para sembrar monocultivos que sólo buscan alimentar autos y maquinaria, mientras el pueblo se hunde en el hambre y en la miseria.
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