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El menosprecio machista que antes asolaba muchas comunidades étnicas se ha visto, hasta cierto punto, exterminado por iniciativas femeninas ejecutadas por diferentes organizaciones como la Organización Nacional Indígena de Colombia, Onic, alimentando una moderna conciencia hacia el papel que debe o no desempeñar la mujer actual.

Empero, afirmar que el cambio no ha sido un trabajo duro, sería negar la lucha en curso de las mujeres. Con cuentagotas, ellas han ido ganando su tierra contra la corriente, ante un machismo que está profundamente arraigado en la conciencia latina.

Por consiguiente, aún se celebra el mes de la mujer con miras a concienciar a la opinión pública de la necesidad de igualdad y para resaltar las hazañas de las que han salido adelante.

Actualidad Étnica presenta un perfil de cinco mujeres indígenas ejemplo de liderazgo, lucha y superación.

Luz Enith Salazar Garay, la pijao pila

Luz Enith es la Consejera Mayor del CRIT (Consejo Regional Indígena de Tolima) en el área de relaciones institucionales y coordinadora de mujeres. Su trabajo cotidiano consiste en abordar asuntos a nivel municipal sobre derechos humanos, proyectos, legislación, asuntos agro-económicos, territorio, leyes de origen, niñez y género.

Su llegada a tal cargo es una historia de pasión y dedicación más que de formación e instrucción. Nació en el municipio de Chaparral, Tolima, de papás pijaos, pasó su niñez en el territorio ancestral de su pueblo, cerca al Parque Nacional Páramo de las Hermosas. Caminaba cuatro horas diariamente para estudiar la primaria en lo que era una zona roja afectada por conflicto armado. Su secundaria la estudió con monjas y sacerdotes en Tolima y después, por escasos recursos, no pasó a la universidad convencional sino a la universidad de la vida, asistiendo a varias capacitaciones sociales. D ahí en adelante siguió los pasos para poder colaborar con la causa indígena.

Su labor ha sido sobre todo política y reivindicatoria en nombre de los pijao y nasa, indígenas de Tolima. Luz Enith señala que ha vivido una gran cantidad de enfrentamientos con el Gobierno a través de sus diferentes cargos como Secretaria, Gobernadora y ahora como Consejera Mayor del CRIT, una posición que asumió en un congreso, donde obtuvo el noventa por ciento de los votos.

Por más apabullante que fuera su victoria, la Consejera sigue siendo una joven humilde y modesta. "Trabajo día a día... No me comprometo a lo que no puedo hacer. Mi trabajo es ayudar a los demás, con una fe constante", dice Luz Enith, que además confiesa que los motivos por los cuales se exige tanto en su trabajo social tienen raíz en su preocupación por la juventud, y en buscar un futuro mejor para ellos.

Esta líder Pijao opina que existe un arrinconamiento por parte del Estado y de los medios de comunicación, quienes desprecian a los indígenas como seres "de la jungla". Esto la motiva a combatir la prensa negativa; ella desea hacer frente al daño ocasionado por la ignorancia y hacer que los indígenas sean valorados, respetados y reivindicados.

A pesar de sus simpatías e ideación feministas, la presencia masculina no se enajena de su vida. Cuenta con un hijo, "un regalo de la Madre Tierra", y el perenne apoyo de su esposo. Según su modo de vista, "el hombre es esencial, él completa a la mujer. Uno sin él otro no funcionaría y mediante el diálogo, funcionan bien."

Enuncia que las personas que más admira en la vida son sus papás. En la entrevista rememoró viejos tiempos de las problemáticas de sobrevivir bajo un régimen de violencia, sin luz y a dos días del pueblo más cercano. Con todo, la familia podía establecer una armonía y Luz Enith la reconoce como una gran influencia que le ha permitido salir adelante.

El mensaje para las mujeres colombianas es valorarse y fortalecerse, y "hacer el bien propio y común para Colombia y cambiar esa Colombia de violencia, de secuestrados y de un Estado que quiere acabar con los desfavorecidos".

Gloria López Gata, la sicuani lejana

Ella es la Presidenta de las mujeres en el resguardo de Gacoyo, Meta, quien lleva un año cumpliendo con sus deberes, "sin nada de recursos" en un pueblo bastante retirado y aislado tanto en lo geográfico como a nivel político y organizativo.

Su participación reciente no proviene de ningún antojo arbitrario, sino de la influencia de su papá: el primer Cacique del resguardo. "Él triunfó, luchó mucho y sus hijos siguen luchando", comenta Gloria López. Sin embargo, y a renglón seguido, la Presidente destacó que su lucha personal consite en el alzamiento de las mujeres, quienes eran excluidas y antes no tenían participación en la dinámica y las gestiones formales del pueblo. Si bien se preocupa por las varias inquietudes del cabildo y la educación de los niños, buscando becas por los 28 niños que acaban de terminar su bachillerato, el asunto de la igualdad de los géneros lo tiene muy presente y a la vanguardia de sus pensamientos e ideología.

En contraposición al cargo que ejerce, los dos géneros empatan y atañen, uno junto con el otro, en el hogar. Aun contando con pocas arcas, la pareja trabaja implacablemente para sobrevivir, ella haciendo artesanías y él cultivando la tierra para sostener a la familia, esquilma cosechas y criando gallinas. Gloria López asegura que, el machismo ha disminuido en la comunidad y enfatiza que en su casa son unidos, son los dos juntos quienes "transmiten la cultura a los hijos".

Reconoce estimo a los compañeros del resguardo, por haber luchado contra la enajenación de su pueblo, "antes los sicuani no sabía nada de leyes, de reuniones, ni del mismo pueblo.. Según parece, la Presidenta es esa mujer con quien las y los compañeros de su pueblo pueden contar.

Hilda Mercedes Hernández de Gutiérrez, la graduada

Bisabuela, madre comunitaria, pero sobre todo Kankuama, es Hilda Hernández de Gutiérrez, una mujer de 76 años que lleva 20 entregando amor y conocimiento a los niños del resguardo de Atánquez, de donde no quiere irse nunca. A su edad todavía tiene suficiente energía para saltar, jugar y cantar durante sus jornadas como madre comunitaria.

Y es que la iniciativa y el empeño han caracterizado a esta kankuama. Por algo cuando se propuso "hacerse bachiller" le puso todo el entusiasmo, viajó todos los sábados durante dos años al Instituto Nicanor Montero en Valledupar y obtuvo su título a los 70 años. "Ese fue uno de los días más felices de mi vida", dice Hilda, mientras repasa con añoro las fotografías de ese día luciendo su toga y birrete, y por supuesto, de la fiesta que lo sucedió.

Al comienzo, y a pesar de las dudas sobre si sería capaz de "entender todo eso", Hilda supo que cuando las cosas se quieren desde el corazón, es posible. "Si mis 8 hijos son casi todos profesionales, ¿yo porqué no puedo ser bachiller?, se preguntó.

Hoy, doña Hilda espera pacientemente su merecida pensión, "ya mi edad está buena, son 76", dice. Sin embargo, aunque el Bienestar Familiar aún no le ha notificado su retiro, doña Hilda no se siente apurada pues siente un lazo que la une a los 15 niños que acompaña a diario. "El amor que le tengo a mis niños es más fuerte, todo lo que tenga que ver con ellos me hace feliz", asegura.

Mientras tanto, doña Hilda Hernández de Gutiérrez seguirá proporcionando la alegría que la caracteriza y transmitiendo las tradiciones kankuamas a los niños de su comunidad.

Edelmira Palomina Caleño, la luchadora incansable

Entre todas las mujeres indígenas del departamento de Tolima son inexistentes las que desmentirían los triunfos a los que Edelmira Palomina ha arribado en su vida turbulenta. Se ha dedicado a la recuperación de la ancestralidad pijao, "buscando los caminos de la humanidad y los derechos de nuestros géneros".

Desempeñó un papel integral en la formación del CRIT, en el año 1980, cuando sus homólogos ayudaron también a convocar a todas las comunidades orígenes de Tolima para formar el cabildo regional de Tolima. En el mismo año, hubo el primer Congreso a nivel nacional de indígenas de Colombia, Asamblea en la cual discutieron el problema indígena y después del que se vivió la formación de la ONIC.

La señora Caleño se ha vestido de varios trajes y sombreros tolimenses al brindar servicios a la comunidad como gobernadora, como fiscal y como guía inspiradora para muchas mujeres de hoy en día. Entre sus logros, adelantaba el desarrollo de instituciones de salud, escuelas y los procesos políticos de los indígenas en parte influenciada por sus padres, quienes fueron perseguidos por la policía, por los militares y por terratenientes, "luchando por la tierra y los derechos que les pertenecía".

Vale la pena señalar que ella también se ha visto situada en conflicto con el Estado, y denuncia que había muchos "inconvenientes... Cayeron muchos compañeros, mataron a unos y mandaron otros a la cárcel, todos amigos colaboradores", razón más por la cual la señora Caleño cita a la gente de su pueblo como su motivo de actuar y reivindicar, "en la vida hay que levantar la bandera y mantener la lucha; enseñar a los compañeros lo que ha venido atrás porque la historia ha sido más fuerte".

A Edelmira Palomina no le interesa elogiar a personas particulares, porque en aquel entonces no era un sólo ciudadano el que sobrellevaba los fracasos ni disfrutaba los éxitos; por el contrario, Caleño enfatiza que todos han trabajado para forzar la cultura conforme con su dignidad frente a la desigualdad y opresión de que padecían.

A fuerza de su historia, reconoce que falta trabajo todavía, y que hay que "empezar a concientizar a la gente, para que se den cuenta de la situación, y para que nos fijemos un plan. Hacemos un plan y lo logramos." Insta a la gente que se solidarice con la lucha para salir adelante, "luchamos o si no el mundo nos viene encima con tanta problemática, tanto hombre como mujer".

Rosa Manuela Montero, la indígena de negocios

La jóven Rosa Manuela es la encargada de la Asociación de Artesanías de Indígenas Kankuamos, que comercializa directamente los productos de las mujeres del pueblo kankuamo, eliminando intermediarios y reembolsándoles a las artesanas un precio justo por sus productos.. Ocupándose tanto por la calidad del producto, al usar exclusivamente colores naturales, por ejemplo, como por el mercado y la distribución de mochilas, la señorita Montero tiene en qué entretenerse.

Nacida en Chemesquemera, una comunidad del resguardo kankuamo, Rosa manuela es hoy contadora pública titulada de Universidad Popular del César. Tras el asesinato de su padre, cuando aún era muy pequeña, y tras sortear otras dificultades familiares, ella y sus hermanos se trastearon a Valledupar donde pudo estudiar la secundaria y obtener su título profesional.

Actualmente, con un esposo e hijo a la zaga, Montero tiene ganas de hacer la maestría en la Universidad Autónoma de Bucaramanga en auditoría fiscal. "Tengo la fortuna de tener un esposo que me comprende. Él es líder indígena, Cabildo Gobernador y juntos hemos adelantado mucho trabajo de gestión, entonces los dos nos entendemos". Por más que sea una mujer independiente, advierte que su esposo le da el incentivo a luchar y conseguir logros como mujer y que tiene mucha admiración por su servicio comunitario y su pertenencia en el pueblo kankuamo.

Para ella, entonces, se trata de un equilibrio entre los hombres y las mujeres, "la labor de ambos es importante, hacen parte de un vivir y los dos hacen parte de la armonización".

Ahora bien, ella sigue resaltando y valorando su estatus como mujer indígena comentando que las mujeres no están en tantos espacios por falta de formación política. Suplica a las mujeres que no tengan miedo y que den a saber su importancia y cosmovisión al mundo. Concluye que, a pesar de su trabajo, el papel de la mujer es el de fortalecimiento; la crianza de los niños, la emisora de los valores culturales, la espiritualidad y el hogar, todo pertenece al terreno de la mujer.

Esta mujer al igual que las otras cuatro tienen un común denominador: disfrutan de sus logros, de sus cargos, de sus responsabilidades y como mujeres indígenas al borde de una revolución femenina, esperan que la mujer siga abriendo terreno.

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