El 4 Abril de 2006 se celebró por primera vez en el mundo el “Día Internacional para la Sensibilización sobre Minas Terrestres y la Asistencia contra las Minas”, declarado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el organismo de la ONU que representa a la totalidad de los países miembros. Aunque el día es para celebrar que el mundo se haga consciente de este flagelo, en Colombia las noticias no son nada alentadoras, ya que Colombia es el país con más víctimas a causa de las minas antipersonales según informó el Monitor Mundial de Minas.
El Sistema de información del Observatorio de Minas Antipersonal del Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH registró que el promedio de víctimas es de 3 diarias, en 626 municipios afectados y ya se arroja un total de cerca de 5 mil víctimas desde 1990 hasta la fecha: 1.173 muertos y 3.680 heridos; a estas lamentables cifras le siguen Camboya y Afganistán.
Efecto en los indígenas
Aún no se tienen datos precisos de cuantas víctimas ha dejado este flagelo en cuanto a pueblos indígenas, ya que primero debe hacerse un proceso conceptual en el que se eduque en este caso a quienes deben denunciar, “los impactos para los indígenas son tan traumáticos, que no saben que deben informar, no saben cuáles son los trámites a seguir, no advierten a sus propios cabildos, incluso toman medidas como ponerse prótesis artesanales”, afirmó María Adelaida López, funcionaria del Observatorio de Minas Antipersona.
Y es que las consecuencias que las minas antipersona les causa a los pueblos indígenas, supone mucho más que superar una pérdida física. Para los indígenas la tierra está cargada de poder, del poder fundacional, por el hecho de ser útero o ser universo paralelo al de los vivos, peregrinan seres de este y de otros mundos, están sembrados ombligos que sustentan los hilos embrionarios de la gente. Por eso mismo, todo aquello que se haga a la tierra tendrá más que un impacto físico.
El territorio para los pueblos indígenas es la base de su subsistencia y fuente de sacralidad. Para los pueblos indígenas el territorio es colectivo, comunitario, se entrega en el trabajo y en el derecho a disfrutar sus bienes. Piensan y reivindican el territorio como inseparable de su cultura y base de su reproducción, y lo visualizan como el ámbito desde el cual ejercer una posible autonomía. A diferencia de la visión occidental, en las sociedades indígenas los hombres forman parte de la naturaleza, junto con otros seres y esta no puede ser objeto de explotaciones y agresiones. El tamaño reducido de la población que conforma cada comunidad, el desplazamiento forzado de unos pocos integrantes constituye en la práctica la posible desaparición de la comunidad entera.
Una vez desplazados, el desarraigo de estos pueblos no es sólo territorial sino también cultural ya que sus gentes arriesgan su identidad y costumbres una vez se encuentran fuera de sus territorios. Territorialmente, los indígenas son víctimas del conflicto especialmente en las zonas de control de los distintos grupos armados y sus corredores estratégicos. Es importante resaltar que el 38% de la población desplazada corresponde de grupos étnicos y se observa que el impacto sobre las comunidades negras e indígenas ha aumentado un 80%, según datos del Observatorio de Minas. La imposibilidad de acceso a los lugares sagrados y de rito, la agresión directa que representan las minas a la madre tierra o pacha mama y como consecuencia la imposibilidad de expresar su vida cultural y ritual son algunas de las principales amenazas que las minas representan para el pleno ejercicio de los derechos culturales de las comunidades indígenas. Habitualmente, las minas antipersona se dispersan en las zonas rurales; se colocan en campos de cultivo, en las sendas que conducen desde las aldeas hasta los campos, en los ríos, en los caminos rurales de acceso, en las carreteras principales, en los puentes y en los sitios sagrados entre otros. Tienen un efecto directo importante sobre la producción agrícola poniendo en riesgo cualquier actividad en los campos.
Y en cuanto a la amenaza al patrimonio inmaterial es devastadora, porque las minas antipersona generan un ambiente poco apto para el desarrollo cultural de los indígenas, ya que las minas antipersonal están siendo sembradas en los sitios de especial relevancia cultural como es el caso de lagunas, valles, piedras, cementerios, etc., lo cual se traduce en una amenaza permanente a sus territorios sagrados y como consecuencia a su patrimonio inmaterial. Luís Alfonso Sánchez realizó un sondeo entre el 23 y el 31 de enero de 2006, a voceros de 9 organizaciones indígenas, el cual arrojó porcentajes respecto a la distribución de minas antipersonal en territorio indígena: en los caminos se encontró el 38% de las minas, en los sitios sagrados el 25%, En las viviendas el 13%, y en los cultivos, zonas de casa y pesca, y fuentes de agua 6% respectivamente.
Esto conlleva a que la economía de esos pueblos sea afectada de manera negativa, ya que la contaminación con minas supone no sólo la imposibilidad de utilizar la tierra, sino también que la que se puede cultivar no puede dar el rendimiento necesario. Al restar tierra a la agricultura y hacer menos eficaz el uso de la tierra, las minas antipersona sin estallar pueden provocar inseguridad alimentaria. No solo las plantas sino también la ganadería y en general los animales se ven severamente afectados por las minas. En cuanto a las victimas, hay que anotar que gran porcentaje de las victimas son jóvenes en edades productivas lo que los deja inhabilitados para trabajar. Adicionalmente los efectos postraumáticos son de diversa índole como por ejemplo las dificultades en el aprendizaje.
La existencia de minas antipersona puede hacer imposible la reconstrucción de las comunidades rurales después de un conflicto. No se pueden construir nuevas construcciones y resulta imposible intensificar la utilización de la tierra para sostener a un mayor número de personas. Las comunidades indígenas son en esencia comunidades pacificas, que giran alrededor de la tierra, a las cuales culturalmente se les dificulta asimilar las agresiones generadas por las minas antipersona. Sus valores culturales se ven profundamente trastocados.
La situación en Colombia
En Colombia desde 1990, hasta el 1 de marzo de 2006, han crecido paulatinamente los casos de mutilaciones y muertes por causa de las minas, hasta el momento se han registrado 175 casos de mujeres afectadas, 112 niñas, 384 niños y 4010 hombres. En cuanto a Departamentos Antioquia es el más afectado con 1234 casos, le sigue Bolívar con 406, Meta con 402, Caquetá con 362, y Norte de Santander con 297.
El Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo PNUD, el Fondo de las Naciones Unidas contra la Infancia UNICEF, la Organización para las Migraciones OIM y la Vicepresidencia de la República de Colombia, afirman que la manera más efectiva de enfrentar este problema es que en todos los medios se exprese el rechazo al uso de las minas en concordancia con los postulados de la Convención de Ottawa de la cual Colombia es signataria.
También es necesario que al mismo tiempo y para darle pleno sentido a esta exigencia, se multiplique la información y se eleve la conciencia de todos sobre los riesgos que miles de colombianos, de todas las edades, corren diariamente. Al ratificar la Convención de Ottawa, en 2001, Colombia se comprometió a cumplir sus postulados y, en consecuencia, formuló una política nacional plasmada en el Plan de Acción contra las Minas que orienta los esfuerzos nacionales para combatir esta amenaza, según informó la ONU. Las minas antipersonal son además una amenaza de largo plazo que compromete el futuro de todo un país. Cada mina sembrada puede ser un peligro latente durante más de 50 años y puede afectar aún a quien la puso. Colombianos que aún no han nacido podrán ser víctimas de ellas. Incluso en circunstancias de paz las minas cobrarán vidas inocentes. Y las consecuencias económicas son funestas ya que ninguna actividad económica será posible en zonas donde se haya detectado la presencia de minas.
Las consecuencias son funestas
Las heridas causadas por minas antipersona pueden ser definidas como las más complejas y dramáticas de todas las heridas causadas durante los conflictos armados. Son heridas contaminadas que comprometen varios miembros y órganos a la vez. Las ondas explosivas incrustan tierra, pedazos de metal, plástico y ropa, fragmentos óseos y esquirlas en el miembro afectado, causando casi invariablemente la amputación del mismo.
Pero los daños no sólo abarcan las consecuencias físicas de la explosión de la mina terrestre, sino también los efectos sociales, económicos, medioambientales y psicológicos. El número de afectados anualmente por las minas ha crecido lenta y silenciosamente desde 1990, cuando se detectó el primer accidente por mina antipersonal, y desde entonces, 626 municipios de todos los departamentos colombianos, con la sola excepción de San Andrés y Providencia, en algún momento han dado cuenta de estos letales artefactos.
Estos 6 mensajes te salvarán la vida
Para prevenir a todos quienes puedan ser posibles víctimas, el Observatorio de Minas Antipersonal del Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH, han lanzado una campaña que expone las precauciones que todos deben tener y la información básica que debe conocerse para no ser una víctima más: se activan por la propia victima: son artefactos explosivos diseñados para herir, mutilar o matar a las personas; son de diferentes formas y colores: están camufladas o escondidas en objetos vistosos o cotidianos; no te acerques ni toques una mina antipersona, el riesgo es real, esta en peligro tu vida. Desactivarla o desminar es un trabajo de especialistas; aléjate de zonas de combate, campamentos, casas abandonadas, objetos extraños, cables, pilas o tubos abandonados; sospecha al ver árboles caídos o quemados, cambios en la tierra, cambios de tamaño y color en la vegetación y árboles cargados de frutas entre otros que ya han sido cosechados; donde hay un accidente es posible que haya dos, si estas cerca, debes estar muy atento y en lo posible trata de regresar por el camino que viniste y avisa a los demás.
Fuentes: ONU, Observatorio de Minas Antipersonal del Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH.
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