Una grave denuncia efectuó el Consejo de Autoridades Indígenas de la Organización Regional Indígena Emberá Waunaan (OREWA) sobre el suicidio de varios niños y jóvenes, ahorcados como consecuencia de las sistemáticas violaciones a los derechos humanos por parte de los actores armados que operan en la zona del Bajo Atrato y del Darién Chocoano.
“Los pueblos Embera, Wounaan, Katío, Chamí y Tule, que habitamos esta zona permanentemente, sufrimos los graves atropellos y amenazas por parte de los grupos armados al margen de la ley que se disputan el manejo de la región, y que ponen en alto riesgo las vidas, ya de por sí vulnerables, de los indígenas de las cabeceras de los ríos Jiguamiandó, Domingodó, Chintadó, Quiparadó, entre otros. Vemos que fue sabia la afirmación de los Jaibanás que dijeron que la gran fiera viene a devorarse a los indígenas. La liberación de éstos espíritus no la causamos nosotros sino la guerra”.
De acuerdo con la organización regional, entre los meses de marzo y septiembre se han quitado la vida nueve niños y jóvenes indígenas, entre ellos: Patricia Jumí, de doce años, de la etnia katío, que se suicidó el 15 de marzo de 2003; Cecilia Domicó, de 13 años, de la etnia katío, que se suicidó el 12 de abril de 2003; Ketty Salazar, de 15 años, de la etnia Embera, que se suicidó el 26 de junio de 2003; Ricaurte Puchicama, de 21 años, de la etnia Wounnan, que se suicidó el 9 de septiembre de 2003; Leira Salazar Casamá, de 15 años, de la etnia Emberá; Ariel Bailarín, de 15 años, de la etnia Embera; una joven Emberá de 22 años en Turbo; una joven de 21 años en la comunidad de Peranchito.
De igual forma, la organización registran cómo las comunidades han salvado a varios jóvenes hombres y mujeres que intentaron suicidarse. Lo más preocupante es que la práctica se ha extendido a las comunidades negras.
“Hoy en el Bajo Atrato y el Darién chocoano estamos enfrentando una grave crisis y desequilibrio natural. Se escucha el llanto de las montañas y de los ríos, porque la naturaleza con la encrucijada de balas violentas traspasa el corazón, el viento; las ciénagas son bombardeadas, las áreas sagradas son derrumbadas por los diversos grupos armados. Que son los que forman la guerra en este territorio. Los espíritus liberados por la rabia de la naturaleza y la impotencia de ésta para defender a sus hijos, que somos nosotros los indígenas, hace que nosotros mismos desaparezcamos. Para que no muramos por las balas o bombardeados, sino solos como lo dice la madre naturaleza, obedeciendo ese mandato natural”.
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