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En la época de la colonia, el cacique Calambás de Mosoco y perteneciente a la comunidad páez, salió de La Plata, rica y floreciente población caucana, con el fin de participar en las fiestas de San Sebastián, que eran muy famosas en la región; iba acompañado de una pequeña niña, hija suya, la cual tuvo a bien dejar en casa de una de las principales familias; algunos días después de terminar las fiestas fue a reclamarla y se la negaron –la habían enviado a casa de otros parientes en otra ciudad para que la ingresaran al servicio doméstico-.

Calambás disimuló su dolor y salió masticando unas hojas de coca y rumiando su venganza; un año duro preparándola con todos los suyos y lo hicieron con tal sigilo que ninguno de los de la población llegó a enterarse, y al celebrarse la siguiente fiesta del mismo santo, el mismo día y a la misma hora en que había dejado su pequeña hija, cayeron sobre la población y dieron muerte a la casi totalidad de sus moradores; y no contentos con esto, la saquearon inmisericordemente robando todas las alhajas, todos lo vestidos y todos los ornamentos sagrados, inclusive las campanas del templo, y una vez consumada la venganza emprendieron camino a la montaña.

Muy pronto llegaron a Calderas y en una cueva que sobre las rocas del cerro tubíchucue existía, los hijos de Calambas guardaron todos los tesoros y procedieron a cegarla, no sin antes comprometerse a no contar a nadie el sitio real, salvo a uno de sus directos descendientes escogido por todos con anterioridad.

Y el tesoro permanece allí encerrado, siendo visitado de cuando en cuando por el conocedor del secreto, el cual aprovecha para sacar los ornamentos y ponerlos al sol; hay quienes aseguran que el mismo cerro fue levantado a propósito por la comunidad indígena para guardar el tesoro y que el viernes santo, a altas horas de la noche, se escucha en toda la región el sonido de las campanas anunciando, según unos, la existencia del tesoro y, según otros, recordando a los vivientes del delito cometido por sus antepasados; lo que si es cierto es que el tesoro existe y que son muchos los que lo buscan con insistencia.

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