Conocí a Faustino Torres Ramos a finales del mes de enero de 1984, cuando, al pasar por el Hospital Indígenas de Nabusímake, observé a un adolescente que, agarrado de las rejas de la ventana de una habitación, gemía con gran dolor.

  

Cuenta la tradición que cuando a un indígena le ocurre algo grave para su integridad física, ellos acuden muchas veces al suicidio mediante ahorcamiento como alternativa de solución al problema de constituirse en una carga para la familia y para comunidad.

  

Al conocerlo y hablar con él, observé que Faustino, como todos los indígenas, no lloraba, pero dejaba escapar un quejido inevitable de su alma en profundo dolor, estaba solo. Su familia venía a traerle alimentos, cuidar de él y de su ropa pero tenían que regresar al cuidado de los otros hermanos menores y al trabajo cotidiano.

 

Desde ese día lo visité cada tarde y observé que no solo había sido cortada casi toda su pierna, sino que su brazo derecho estaba completamente fracturado en varias partes y no había sido restaurado, estaba partido y deformado por las heridas. Fue le Dr, Leopoldino Mahecha quien se encargó de curar sus profundas heridas y de reanimarlo para lo que seguía.

 

A finales del mes de enero de 1984, llegamos a Nabusímake 8 licenciados en diferentes áreas del conocimiento, nombrados por el Ministerio de Educación y seleccionados previamente por la Junta directiva de la Comunidad Indígena, con el propósito de fundar el Centro indígena de educación diversificada CIED de Nabusímake, de acuerdo con los lineamientos trazados conjuntamente por el Ministerio de Educación y la comunidad arhuaca.

  

En mi condición de docente y Trabajador Social del colegio de Nabusímake, vislumbré para Faustino un futuro igual al de nuestros niños en la ciudad porque sus capacidades mentales estaban intactas y teníamos que buscar la posibilidad de integrarlo como estudiante normal en el primer año de bachillerato pues cumplía la condición básica: haber cursado la primaria completa. Había una dificultad: su estado físico no era el mejor y su brazo derecho siendo Faustino diestro, estaba inhabilitado.

 

El proceso de preparación cultural y espiritual de los docentes para el trabajo que empezaríamos a desarrollar requería según la visión de los mamus, de “limpieza interior” de los maestros que acabábamos de llegar, pues ellos nos iban a entregar lo más valioso e importante de su comunidad... sus niños y jóvenes; y los docentes que llagábamos veníamos con pensamientos contaminantes desde le punto de vista cultural. Nosotros realizamos ese proceso de limpieza con los mamus seleccionados de la comunidad y, a la par con este trabajo, realizamos adecuaciones física mínimas para la iniciación de actividades en el colegio.

 

Es así como se iniciaron inscripciones, matrículas, planeación y organización de los programas y de la actividad académica; todo este proceso duró un mes; tiempo que fue valiosísimo porque se ganó para la preparación de Faustino a su nueva vida. De esta manera se le pudo preparar física, pedagógica y emocionalmente para el ingreso al colegio. Este trabajo fue relativamente sencillo y consistió básicamente en animarlo y desarrollar un proceso de aprestamiento para la escritura, habilitando su mano izquierda mediante ejercicios tales como manejo de materiales blandos, plastilina, greda, crayolas, colores etc.  

 

En el mes de marzo de 1984, al iniciar las clases, Faustino tiene en el colegio una luz de esperanza real para su vida y su nuevo destino. A partir de ese día, el colegio fue para él su casa, pues se dispondría de internado tanto para niños como para varones; su médico se convirtió en ese primer mes en que vivió en el hospital de Nabusímake en su padre adoptivo que lo ayudaba a bañar, curaba sus heridas, preparaba y llevaba cada mañana al hijo para ir al colegio, pues al comienzo no podía manejar ni siquiera muletas. Yo actué en cierto modo como mamá adoptante y maestra al mismo tiempo; lo animaba y estaba pendiente de sus tareas y desempeño académico y emocional. 

 

Sus compañeros de clase fueron sus hermanos que con cariño y compromiso le ayudaron a poner al día cada uno de sus cuadernos; sus profesores fueron sus guías y facilitadores del proceso de recuperación. Es así como fueron transcurriendo lenta y pausadamente tanto su recuperación física como su desarrollo académico. En esos primeros dos años, Faustino aprendió a escribir con la mano izquierda y fue convirtiéndose poco a poco en un buen lector  y dedicado estudiante. Al no poder practicar los deportes que sus compañeros si podían practicar, como el fútbol o el baloncesto, aprendió a jugar Ajedrez.

 

En diciembre de ese primer año de 1984, un barranquillero, el señor Julio Ariza y su familia ofrecieron al Dr, Leopoldino Maecha costear todos los gastos médicos necesarios para la restauración del brazo derecho y colocación de una pierna ortopédica para Faustino, y es así como al terminar el primer año de clases la comunidad se reunió y decidieron por unanimidad aceptar el ofrecimiento de la familia de Barranquilla, procedimos todos en comunidad y también con la familia de Faustino a realizar los trabajos ceremoniales con el mamu, (sacerdote indígena) para que todo saliera bien. 

 

Iniciamos el viaje el 14 de diciembre. En los días próximos a la Navidad, las agendas de médicos radiólogos, ortopedistas, anestesiólogos y cirujanos y técnicos en ortopedia son modificadas de manera inmediata para atender a Faustino. Esto fue algo increíble porque los médicos que lo atendieron cancelaron compromisos adquiridos anteriormente con sus pacientes para atenderlo primero a él, de tal forma que pasó varios días de la novena de la Navidad en el Hospital Universitario de Barranquilla. El 22 de diciembre de ese año Faustino estrena como regalo de Navidad su nueva pierna, ropa y algo muy importante: Una nueva identidad, la identidad bonachi o mestiza, y empieza a disfrutar de ella en las calles de Barranquilla donde  comienza a practicar su nuevo caminar por la vida,  aprendiendo a manejar su prótesis.

 

Sólo al escribir este artículo comienzo a reflexionar en lo trascendental de este hecho para la vida de Faustino, porque él como indígena auténtico no usurpó una identidad bonachi o mestiza, pues ésta le fue regalada, le fue dada como regalo de Navidad y esto es muy importante para él porque este regalo no viene solo, vienen grandes cosas para él, pórque al acercarse a nuestro mundo occidental por la fuerza de los acontecimientos su existencia comenzó a enfocarse como una OPORTUNIDAD DE ESTABLECER UN PUENTE ENTRE DOS CULTURAS: UNA AUTÓCTONA Y UNA MODERNA.

 

El bachillerato de Faustino transcurrió normalmente en el internado del Colegio Indígena de Nabusímake, conjuntamente con otros jóvenes Arhuacos de la Sierra Nevada y con su familia. En 1990, ya bachiller, se reintegra a las labores del campo en la parcela de su familia y su pierna es cambiada dos veces debido al crecimiento y cambio de su condición de adolescente en adulto. 

 

En 1991 la Universidad Nacional abre las puertas del ingreso a la universidad a estudiantes indígenas, yo me encontraba trabajando en Bogotá y al ver que llegaban estudiantes de la Sierra Nevada exalumnos del colegio Nabusímake a continuar estudios universitarios y que entre ellos no llegaba Faustino, decidí viajar a Nabusímake para indagar por qué él no venía. Una vez allí constaté que sólo podían venir los estudiantes que tenían recursos para viajar, para realizar las gestiones en Bogotá, inscribirse y esperar los resultados de los exámenes. Nuevamente cumplí junto con el señor Julio Ariza y su familia, el papel de facilitadores y es así como Faustino viaja a Bogotá a presentar exámenes de admisión a la Universidad Nacional.    

 

En este primer examen no ingresa a la Nacional, pero la Universidad Distrital a través de la División de Estudiantes le da ingreso a la Licenciatura en Ciencias Sociales y allí cursa un semestre. En octubre de 1991 decide presentarse nuevamente a los exámenes de la Universidad Nacional; mi sugerencia a Faustino para esta época era que dadas la facilidades de ingresar a cualquier carrera, escogiera medicina, derecho o agronomía, campos del desempeño profesional que yo veía aptos para el ejercicio profesional de Faustino en la Sierra Nevada, pero en 1992, Faustino por decisión personal, ingresa a la carrera de antropología de la Universidad Nacional de Colombia.

 

Los dos primeros años Faustino vivió en las residencias para estudiantes indígenas ubicadas en el Barrio El Recuerdo de Bogotá la Fundación “Katuyumar” y sufragó los gastos de su educación con el préstamo beca otorgado por la U.N. a los estudiantes indígenas. En los tres últimos años de la carrera vivió su vida estudiantil en las residencias 10 de Mayo y en el rico ambiente universitario brindado por la Universidad Nacional de Colombia. 

 

En 1997, una vez finalizados los estudios, Faustino se traslada nuevamente a la Sierra Nevada donde comienza a desarrollar un trabajo de apoyo y asesoría a la Junta directiva del Colegio de Nabusímake, en lo relacionado con el desarrollo pedagógico y de recuperación cultural a partir del colegio. También brinda asesoría a la Junta Directiva de la comunidad indígena de Nabusímake, para la presentación, gestión y puesta en marcha de proyectos sociales que el gobierno nacional y la comunidad indígena desarrollan en la Sierra Nevada. Estas actividades las ha desarrollado como un servicio a su comunidad sin recibir por ello ninguna remuneración.

 

Sé con certeza que en el cambio de identidad y destino de la vida de Faustino hay un plan y propósito de Dios, porque la cultura Arhuaca al igual que todas las culturas indígenas está pasando por momentos muy críticos: la esterilidad de sus tierras producida por los problemas ambientales y las fumigaciones hechas con glifosato desde 1984, el paso por ese territorio de los diferentes grupos del conflicto armado en Colombia, las luchas internas por el poder y la captación y manejo de los recursos, así como también el asesinato de los principales líderes y dirigentes espirituales de los indígenas.

 

Sé con toda certeza que Faustino puede constituirse en un futuro cercano en uno o quiza el más importante líder indígena de la Sierra Nevada, que con identidad auténticamente arhuaca, pero también con una gran comprensión de la identidad mestiza, que sin interés personal, puede aportar al desarrollo humano equitativo para los 35.000 indígenas ue hoy habitan la Sierra Nevada.

 

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