Cuando un pueblo pierde su lengua como código de interacción social, pierde su esencia misma como grupo, al olvidar sus propios símbolos de su cosmovisión. Así lo determinó un informe de las Naciones Unidas en el cual se asegura que este hecho podría convertirse también, en una amenaza para el medio ambiente, además de suponer la desaparición de importantes culturas y tradiciones ancestrales.
Este panorama desalentador, pero real, lo viven en Colombia –uno de los países de Suramérica que cuenta con mayor diversidad lingüística aborigen- indígenas, afrocolombianos, raizales y gitanos (Rom).
Estos pueblos conmemoran esta semana, días tan importantes como el de la Tierra y el de Todas las Lenguas, 22 y 23 de abril respectivamente. Sin embargo, para ellos estas fechas no son de celebración, porque en este país –como en todo el mundo- el medio ambiente, la Pacha Mama, están siendo destruidos, y de igual forma, los pueblos aniquilados, y con ellos toda la carga cultural mantenida ancestralmente.
Sobre estos aspectos han incidido decisivamente en nuestro país: el conflicto armado, que en los últimos años se ha expandido, intensificado y degradado, y cuyos actores -en su afán por el control territorial- han llevado al extremo del exterminio a muchos de los 84 pueblos aborígenes que habitan el país, diezmado a los afrocolombianos y, afectado considerablemente a raizales y gitanos (Rom). De igual forma, los cultivos de uso ilícito, su procesamiento químico para obtener drogas ilegales y sus desechos contaminan el suelo, los ríos, nacimientos de agua, el aire y el espíritu. La estrategia gubernamental –entiéndase guerra contra las drogas en el marco del Plan Colombia- se ha manifestado con las Fumigaciones –lluvias cargadas de venenos químicos- que no solo destruyen ese tipo de cultivos sino que también han echado a perder cientas de hectáreas de cultivos de “pan coger”, como también animales y el deterioro de la salud humana. Cabe anotar también, la gran incidencia que han tenido los intereses económicos de las grandes multinacionales sobre los territorios de selva, páramos y zonas con yacimientos de petróleo y agua dulce, grandes ríos donde se construyen hidroeléctricas y represas, desplazando a las comunidades y destruyendo el medio ambiente.
La extinción de las lenguas y el medio ambiente
El informe de la ONU calcula que el 90% de las lenguas del mundo podrían desaparecer durante el próximo siglo, y con ellas, conocimientos relevantes sobre la naturaleza.
Es esta sabiduría milenaria la que incluye secretos sobre cómo tratar el entorno y la tierra, que han pasado de boca a boca durante siglos y que respetan las características del medio ambiente en que se desarrollaron, asegura el informe.
Se trata de: "secretos de la naturaleza, contenidos a menudo en canciones populares, en cuentos y en artesanía de los pueblos indígenas que podrían perderse para siempre sepultados en el proceso de globalización actual".
De igual forma, se estima que hay entre 5.000 y 7.000 lenguas en el mundo, de las cuales unas 5.000 están clasificadas como indígenas. De ellas más de 2.500 están en serio peligro de extinción y muchas más, de acuerdo a los expertos de la ONU, están perdiendo el contacto con la naturaleza que les rodea. Más de 200 lenguas indígenas ya han desaparecido.
Para el Premio Nobel nigeriano, Wole Soyinca: "La cultura es la fuente principal del conocimiento, de la ciencia...La comprensión de la naturaleza empieza en la cultura más local"
En Colombia
A pesar de la gran riqueza lingüística representada en más de sesenta y cinco lenguas indígenas, el palenque de muchos afrocolombianos, el crioll de los raizales y en los gitanos (Rom) el romaní, muchos etnólogos, lingüistas y expertos en el tema estiman que durante los últimos cinco siglos pudieron hablarse más del doble de las leguas indígenas que actualmente existen, esto significa que han desaparecido más de 70 lenguas autóctonas, y con ellas sus culturas, si tenemos en cuenta que la lengua es la expresión viva de una cultura.
Esta pérdida de nuestra diversidad idiomática corresponde al proceso de exterminio de nuestra diversidad étnica, y muy especialmente de los pueblos indígenas, que se inicia con la conquista española y continúa hasta nuestros días, pues muy a pesar de las normas de reconocimiento de nuestra Constitución, la imposición de modelos y esquemas de desarrollo a sangre y fuego asfixian sus posibilidades de ser y de existir.
A nivel indígenas, actualmente hay catorce familias lingüísticas: ARAWAC (Wayuu, Curripaco, Achagua, Piapoco, Tariano, Cabiyarí y Yucuba); CARIBE (Yuco y Carijona); CHIBCHA (Uwa, Wiwa, Arhuaco y Cogui); GUAHIBO (Cuiba, Hitnu y Sikuani, TUCANO ORIENAL (Macuna, Tanimuca, Yurutí, Cubeo y Desano; TUCANO OCCIDENTAL como el Siona y Koreguaje; WITOTO como el Ocaina; CHOCO (Embera y Wounana); SALIVA-PIAROA; MACÚ- PINAVE (Nukak), y BARBACOA (Awa); QUECHUA (Inga) y TUPI-GUARANI (Cocama); BORA (Miraña); y algunos pertenecientes a familias independientes como el Andoque, Cofán, Guambiano, Kamsá, Páez, Yagua y Ticuna.
Según estudios realizados por el Centro Colombiano de Estudios de Lenguas Aborígenes –CECELA-, de la Universidad de los Andes, en el siglo XX las lenguas indígenas que han desaparecido son: el Kankuamo, de la familia Chibcha, de la Sierra Nevada de Santa Marta. Opón-carare y Pijao de la familia Caribe, del Valle del río Magdalena, y Resigaro de la familia Arahuaca, en la Amazonía:
Para Hortencia Estrada, profesora del Instituto Caro y Cuervo y experta en lenguas indígenas, “la mayoría de las lenguas o casi todas están en vías de extinción, debido a que el Español como lengua predominante ha entrado a ocupar el primer lugar en el habla de los indígenas”. Sin embargo, “los ancianos y algunas mujeres conservan aún la tradición oral al tener menor contacto con la sociedad externa”.
Otro de los principales problemas que ha contribuido a la pérdida de la tradición oral, según la profesora Estrada, es que “en las comunidades ya no quieren hablar ni los jóvenes, ni los niños su lengua natal, pues hay mucha vergüenza étnica en muchos grupos indígenas”. Esta vergüenza se explica en razón de la discriminación de que son objeto desde que nacen y al incorporarse a los distintos espacios de una sociedad mayoritariamente mestiza, que no se reconoce como discriminadora pero es profundamente excluyente.
Gabriel Muyuy, Defensor Delegado para los Grupos Étnicos de la Defensoría del Pueblo, señala que: “la tradición oral en los pueblos aborígenes se ha debilitado por la falta de una educación propia y apropiada, que se acople a los intereses culturales indígenas”. El Gobierno en gran medida “no ha brindado el apoyo necesario para implementar la etnoeducación en los sistemas educativos nacionales”, y , “ aunque en los pueblos aborígenes se esté presentando una falta de difusión tradicional histórica, los medios de comunicación también están haciendo de las suyas, con programación apropiada a sus intereses y no a los de los pueblos indígenas”.
A pesar de todo lo anterior, los grupos étnicos que habitan el país se han caracterizado y le han hecho frente a este panorama adverso mediante la Resistencia Pacífica. Niños, hombres, mujeres y ancianos buscan de todas las formas posibles, sobrevivir con su cultura, tradiciones, sabiduría, formas de expresión y maneras de respetar y proteger la naturaleza.
Debemos empezar a crear conciencia nacional –en medio de la guerra y la Política de Seguridad Democrática- sobre la importancia de promover el respeto por nuestra Pacha Mama y todo lo que de ella ha nacido; de igual forma, el habla de las lenguas propias, mediante la creación de espacios propicios para ello, de validarlas como nuestras lenguas y darles el status que se merecen.
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