Bogotá, 07/09/2006. Después de casi seis años fuera de su natal Atánquez, Imer Villazón (Chendukua), tuvo la oportunidad de regresar al territorio. Gracias a la misión de acompañamiento que se realizó en el mes de junio, muchos de los indígenas kankuamo desplazados en Bogotá pudieron visitar a sus familiares y amigos. Este es el sentido relato de uno de ellos.

Vivencias de un kankuy

Por Imer Villazón Arias

(Chendukua)

No he podido aún descifrar con plenitud, el nostálgico sufrimiento que me produjo regresar tempestivamente a mi sagrado territorio, después de seis prolongados años que llevo padeciendo el flagelo del destierro forzado.

A llegar a mi terruño abrazos y expresiones eufóricas rodearon mi tenue presencia, inundada de emociones encontradas y añoranzas del ayer. Sin embargo mi actual fortaleza tradicional, permitía apreciar la ancestral bienvenida enmarcada en la majestuosidad espiritual de la Sierra Nevada de Santa Marta (Seineken). Recordar a más de un centenar de hermanos ausentes eternos por el absurdo conflicto producía en mi una perentoria inestabilidad, conjugada por los tristes y desesperanzadores rostros de montones de mujeres, hombres y huérfanos abatidos por el terror y la irreparable pérdida del tejido social legado de nuestros padres creadores; hechos consumados mediante masacres, asesinatos, desapariciones, desplazamientos y detenciones arbitrarias de sus seres queridos.

Estas angustiosas escenas me conmovieron y me arrancaron lágrimas no se si de impotencia o rebeldía, por lo tanto recurrí al sabio consejo de nuestro mayores para reprimir esa inapropiada inquietud accediendo entonces al singular compadrazgo muy propio del pueblo kankuy. Compenetrado con tan fascinante y original panorama logre recomponer mi actuar, equilibrando el pensamiento y memoricé hasta lo invisible y por momentos pernocté con mis ancestros experimentando una desbocada emoción que por instantes distraje a mis autoridades para que aceptaran mi prodigiosa gratitud e inexorable reencuentro con mi territorio.

Una pertinaz llovizna se encargó de expresar la enorme satisfacción de Seineken a los visitantes provenientes de diferentes latitudes geográficas que llegaban por llamado espiritual, ya que es necesario que juntos recordemos el sagrado mandato de cuidar y defender sin vacilaciones a nuestra Madre Tierra, de los maquiavélicos y ambiciosos tentáculos que pretenden acabarla para satisfacer egos personalistas en detrimento de toda la humanidad. De ahí que nuestro compromiso no será inferior a tan loable causa, por lo tanto es inmensa nuestra responsabilidad ante los multilaterales atropellos existente, y es evidente que día a día crece la gula expansionista.

A los ya conocidos megaproyectos se suma el de convertir a Taganga (Selogatakan), abuela espiritual de origen de los pueblos de la Sierra, en un receptor de desechos y podredumbre inmundos que sólo los fantásticos humanos somos capaces de producir; estas ilusas pretensiones me aterran porque conozco de las implicaciones negativas y desequilibro para nuestra cosmogonía. Son innumerables los sitios sagrados que nos han arrebatado a la fuerza, impidiéndonos acercarnos a realizar nuestras prácticas ceremoniales, y afirman nuestros mamas que de ahí nacen las adversidades que hoy padecemos, expresada en enfermedades letales y desconocidas, guerras inusitadas, calores, inundaciones, hambrunas y desconcierto familiar que nos mantienen aterrados y confundidos.

Es inminente la aleccionante reacción de nuestra Madre Tierra, por los múltiples desordenes y atropellos sobre su sagrado pecho “Sólo la valiosa y oportuna solidaridad de la sociedad nacional e internacional y el sublime entendimiento de los sagrados principios de vida de los pueblos ancestrales enmarcados en el sabio concejo de nuestros mayores impedirá la destrucción total de la humanidad”

Comentarios   
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