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Tengo 76 años. Nací en la ciudad libre de Danzig, en lo que hoy es Polonia. Dibujo y escribo. He pasado por dos parejas y tengo ocho hijos y 16 nietos. Ser de izquierdas implica ser siempre revisionista, y eso soy: hay que evitar que la democracia acabe convertida en una farsa. No sigo ninguna religión, ¡ni siquiera la del ateísmo!

Víctor–M. Amela

-Yo vi empezar la Segunda Guerra Mundial: en septiembre de 1939 un acorazado alemán cañoneaba una plaza de mi ciudad y los aviones Stuka lanzaban sus bombas. Yo tenía 12 años, nunca había visto eso, y fue emocionante. 

–¿Emocionante? 

–Otros niños y yo íbamos adonde habían caído esas bombas y recogíamos sus esquirlas de metal... 

–Era una aventura. 

–Yo no podía ni sospechar que lo que allí estaba empezando iba a marcar tanto mi vida y la de mi generación, y también la vida de nuestros hijos y la de nuestros nietos. 

–¿Qué pasó con usted durante los años de la guerra? 

–Milité en las juventudes hitlerianas. Tras la derrota de Stalingrado, Goebbels arengaba: “¿Queréis ir a la guerra total?”, y todos gritábamos “sí”. Yo tenía 15 años. 

–¿Sabía lo de los campos de exterminio? 

–No. Tras la derrota de Alemania, con 17 años, fui prisionero de los norteamericanos, para ser “reeducado”. Y ellos me llevaron a visitar el campo de Dachau... 

–Y entonces cayó usted del caballo... 

–No: seguí resistiéndome. “Los alemanes no pueden haber hecho esto”, pensaba yo. 

–¿Cuándo lo aceptó? 

–Oyendo por radio las declaraciones del juicio de Nuremberg: oí al jefe de las juventudes hitlerianas admitiendo la verdad de los hechos. Entonces sí lo creí. Fíjese en la ironía: ¡lo acepté cuando lo aceptó mi jefe...! 

–Paradójica e iluminadora anécdota... 

–Sí. Yo estaba todavía en el campo de reeducación y, a paso de caracol, fui confrontando los hechos. Como todos los alemanes. 

–¿Fueron los alemanes culpables del nazismo, o solamente Hitler y los suyos? 

–Hitler no ocultaba sus objetivos cuando los alemanes le eligieron legalmente, así que el pueblo alemán fue corresponsable. 

–¿Cómo expiar esa responsabilidad? 

–Hablando de ese pasado. Hay quienes preferirían no hablar, sin advertir que tu pasado te atrapa siempre. Lo mejor es confrontarlo: te vacuna contra tentaciones radicales. 

–Pero es un trance duro... 

–Pero nos fortalece. Los vencedores, en cambio, no hacen autocrítica, y eso acaba debilitándoles: ¡la victoria atonta! 

–¿Está tonto Estados Unidos? 

–Lo de Irak lo demuestra: no han aprendido de su pasado criminal colonialista. Y no han digerido bien lo de Vietnam. Y lo del 11-S fue una señal de que no han entendido. 

–¿Qué lectura deberían haber hecho? 

–La que hicieron hace ya años desde Europa Willy Brandt y Olof Palme: hay que promover un nuevo orden económico mundial, aliviar la deuda del Tercer Mundo... 

–Qué difícil... 

–Hay señales: las elecciones españolas del 14-M hablan de una mayor conciencia, son todo un testimonio político. El pueblo español no ha querido ser corresponsable de las políticas de su Gobierno, y lo ha cambiado. 

–Eso se llama democracia: el pueblo de Irak, en cambio, no podía cambiar a Saddam. 

–Los países con tiranías sólo se democratizarán si los países ya demócratas ganamos prestigio a sus ojos. Y no se gana prestigio actuando mediante la fuerza, sobre todo si antes hemos vendido armas al tirano: ¡así estamos perdiendo toda credibilidad! 

–¿Y nos lo reprochan con terrorismo? 

–El terrorismo no es lo más preocupante. Hay que estar alerta ante otro peligro mayor, que avanza mucho más sigilosamente... 

–¿A qué se refiere? 

–A que los parlamentos se desvanecen: ya ni los políticos creen en ellos, las decisiones importantes se toman fuera... A este paso, la democracia acabará siendo una farsa. ¡Ése es el peligro para los hijos de mis nietos! 

–¿Cómo ve a las jóvenes generaciones? 

–A mis 17 años, el mundo era ruinas, un panorama de escombros, tullidos y hambre. Pero veíamos el futuro como una hoja en blanco. Hoy les escriben el futuro. ¡Y eso es más duro que un campo de escombros! 

–¿Cómo se las apañó al acabar la guerra? 

–Quise ser escultor y me presenté en las aulas de Bellas Artes. El edificio estaba vacío. Un solitario y viejo profesor me dijo: “Aún no tenemos carbón para la calefacción de las aulas. Mientras no haya clases, trabaje usted como picapedrero”. Y me dio una dirección. 

–¿Trabajó usted picando piedra? 

–Esculpí lápidas de tumbas todo un año. 

–Muy alegórico... ¿Y qué idea tiene usted del más allá? 

–La condición humana consiste en hacer rodar la piedra. Y no hay más. Ni menos. 

–¿Qué piedra? 

–La de Sísifo. Comulgo con el Sísifo de Camus: él sabe que cuando ha subido la piedra hasta la cima de la montaña, la piedra rodará ladera abajo, ¡pero no se siente infeliz por ello! Nuestra vida es hacer rodar esa piedra. 

–Es nuestro sino. 

–Y está bien: saber eso te protege a la vez tanto de ser arrastrado por euforias salvíficas como por resignados cinismos. Somos Sísifo. 

–Oyéndole, he pensado en el eterno conflicto palestino-israelí... 

–Las actuales políticas de Sharon y de Hamas no conducen a nada. He intervenido en encuentros entre intelectuales de ambos lados, y la salida está clara: hay que garantizar dos estados que coexistan. 

–¿No hay vida fuera del Estado? 

–Sí: los gitanos. Fíjese: viven en todos los países de Europa, no miran fronteras, no quieren un Estado, y han contribuido mucho a nuestra cultura. ¡Los gitanos son los verdaderos europeos! Tenemos mucho que aprender de los gitanos, Son el alma de Europa.
   

CABAÑA

Lo imagino recién salido de una cabaña en un bosque europeo, con una pipa cargada de tabaco en la mano y presto a contemplar el crepúsculo: es el premio tras una feliz jornada dibujando o escribiendo... Günter Grass es parte de la conciencia viva de Europa, pues asistió al fin de una época y al inicio de otra, en la que colaboró como socialdemócrata. Disfraza su cálida lucidez con aspecto fiero de viejo Tamerlán, y sus palabras no han dejado de galvanizar a Alemania desde 1959, cuando publicó la novela “El tambor de hojalata”. Pero no es sólo un novelista, sino ensayista, articulista, dibujante, grabador y escultor. Círculo de Lectores edita ahora el primer volumen de sus “Artículos y opiniones (1955-71)” y expone su bellísima obra gráfica en la calle Princesa, 52 de Barcelona

*Escritor, premio Nobel de Literatura 1999

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