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En la montaña sagrada del Itchimbía, con la presencia de varios Taitas y Mamas de la sabiduría de los Andes, los activistas y dinamizadores del Festival en Quito e innumerable público se realizó la ceremonia de cierre del Primer Festival de la Tierra.

Las danzas sagradas ofrendadas a la Madre Tierra, a las cuatro direcciones, a la consciencia de paz entre los pueblos de los danzantes Susana Reyes, Emilio Coello, Andrés Coello, Natalia Marcillo, José Chanatasig fueron los hechos principales.  También se destacó la presencia de Vincent Laurido, danzante francés de origen africano, quien llevó ofrendas y peticiones a la divinidad negra africana conocida como Sapata. 

Así, se propuso un pacto sagrado que una las danzas de América y de Africa, refrendado con la consulta y lectura de los oráculos según la tradición negra y de los maíces de América, el cual augura la protección poderosa de un felino para las danzas sagradas, muchos discípulos especialmente en el sur de la Tierra y que los secretos develados se acercan a los momentos decisivos.

La serpiente emplumada de América danzó largamente, conformada por cientos de personas en la montaña; así se estrenó en Ecuador la danza de las cuatro direcciones, nacida en el templo de Kalasasaya en Tiahuanaco. Y tuvimos unas señales maravillosas de la presencia de espíritus poderosos que acompañaron la ceremonia; como un par de águilas volando en círculo encima de nosotros, un halcón que presenció de muy cerca los cantos y las danzas, llamados por el fuego encendido que bendijo a los participante. Estuvo presente la madre agua, dibujado en una nube gigante en el cielo en forma de corazón. Unas gotitas de lluvia en pleno verano fueron la muestra de las bendiciones.

La conexión con las cuatro direcciones, las cuatro razas, con todos los participantes del Festival de la Tierra, a nivel mundial fue permanente y dada maravillosamente. La presencia de los franceses Christinhe de Testa y Vincent Laurido en Ecuador confirmó el rayo y espíritu poderoso que este festival sembró en la tierra.

La nueva conciencia planetaria en la armonía y respeto a la madre naturaleza, la paz entre los pueblos y el resurgir poderoso de todos los saberes ancestrales de todas las culturas y razas es una realidad; son augurios nítidos de la construcción de este nuevo tiempo.

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