Horacio Duque
La demodiversidad, como expresión de una democracia no institucional, es un referente que enriquece el proceso plebiscitario y la democracia ampliada que propicia la apertura democrática del proceso de paz que se adelanta entre el Estado colombiano y las Farc.
Las tesis de Humberto de La Calle, planteadas recientemente, son un trascendental aporte en el debate civilizado sobre los desafíos que las conversaciones de paz le plantean a la sociedad respecto de la construcción de un nuevo régimen de libertades y derechos civiles.
Bienvenidas sus interesantes y sustentados análisis, poco frecuentes en el ámbito de la elite dirigente nacional. Las acogemos con todo el respeto y las valoramos con el rigor correspondiente.
El proceso de paz entre el Estado colombiano y las Farc ha suscitado una importante reflexión sobre la democracia colombiana y sus nuevos escenarios.
Humberto De La Calle, delegado del gobierno para los diálogos, ha planteado en reciente artículo del portal La Silla Vacía (http://bit.ly/2amyFnx), un conjunto de consideraciones al respecto, sustentadas en la premisa que insinúa un vaciamiento de contenido de la democracia colombiana, que bien puede caracterizar ese sistema político en el momento; valoración acentuada a partir de los diálogos de La Habana para poner fin al conflicto con las FARC.
Los problemas estructurales de la idea liberal.
Agrega que primero están los problemas estructurales de la idea liberal.
Indica que las troneras son varias: la idea de la igualdad ha sido reemplazada por la visión postmodernista de lo específico. Y dice, en esencia, es la noción misma de ciudadanía la que está en quiebra.
Sostiene que ahora tenemos una democracia que juega en diversos tableros. La irrupción de los movimientos sociales es una realidad que desborda los conceptos originarios (http://bit.ly/2amyFnx).
La segunda tronera viene de un examen microscópico del poder: influencia de los grandes capitales, financiación de la política, dañado y punible ayuntamiento entre el Ejecutivo y los flamantes “representantes del pueblo”. Es decir, democracia aparente como mascarón de proa de un sustrato plutocrático.
La tercera tronera viene de la ética: corrupción, beneficio personal, finlandización de las decisiones por interés inconfesable.
Y concretando, hace este diagnóstico sobre el caso específico nacional: en realidad, pese a la multifacética apelación a la democracia participativa en la Constitución del 91, la práctica ha sido bien distinta. Lo que sí ha ocurrido, es un crecimiento inorgánico de mecanismos informales de participación ciudadana, arropados bajo el manto de la insatisfacción (http://bit.ly/2amyFnx).
Dignidades campesinas, paros camioneros, la desvelada voz étnica, el clamor por la apropiación de la identidad sexual, en fin, manifestaciones superpuestas y fragmentarias cuyo denominador común es la protesta y la anti política.
El riesgo no es la protesta, agrega. El riesgo son las limitaciones de la protesta. La incapacidad de encauzar acciones y metas mediante procedimientos eficaces. La protesta no como medio, sino como fin.
Y en el territorio de la democracia participativa, surge una cuarta tronera de reciente cuño: Democracia no es tanto método para decidir por mayoría, sino instrumento para proteger las minorías. Los derechos pesan más que la estadística.
¿Qué sigue?, se pregunta De La Calle.
Primero hay que refinar el diagnóstico sobre el sitio preciso en que nos encontramos. Una especie de GPS que señale si estamos en el ocaso de la democracia liberal, o en el amanecer de una nueva gobernanza postmodernista. O también, aunque suene difícil, si las sombras son pasajeras y hay un nuevo futuro para la democracia representativa (http://bit.ly/2amyFnx).
En Colombia hay un mosaico de acciones centrífugas, precisa.
Una “clase política” miope prefiere seguir en el banquete sin pensar en las consecuencias.
Segmentos bien intencionados, en cambio, trabajan en las refacciones del edificio, con la creencia de que la estructura está sana: normas sobre partidos políticos, financiación de campañas, sistema electoral, ampliación y refinamiento de la representación.
Otros buscan por el lado de los movimientos sociales. Una pista alternativa como suele ocurrir en ciertos festivales del arte pictórico: un salón de rechazados. No digamos que un circo de dos pistas para no caer en la ácida diatriba.
No pocos juegan el juego ciego de la insatisfacción que se nutre a sí misma, plantea.
Y la mayor porción de nuestros ya casi cincuenta millones de habitantes, bastante desentendidos, embargados en la lucha por el condumio, la faltriquera, léase la simple supervivencia.
La disyuntiva no se resolverá súbitamente. No se ve algo que ocurra de la noche a la mañana.
Pero lo que sí es cierto es que el armazón representativo que hoy tenemos está mostrando grietas, sostiene HDLC.
Las ideas de La mesa de La Habana.
De la Mesa de La Habana surgen ideas, por ahora acaballadas en los dos escenarios: mejoramiento del funcionamiento representativo pero a la vez revisión de sus linderos a fin de buscar una arquitectura más incluyente.
Antes de un diagnóstico final, que quizás se demore, lo que sigue en el inmediato futuro es escoger entre la nostalgia del autoritarismo o la acción cuidadosa y transicional buscando conducir las aguas de los conflictos sin desbordamientos cataclísmicos.
Lo que sí es cierto es que terminado el conflicto interno militar, el conflicto social perdurará. El reto es no matar el tigre y asustarse con el cuero. Ante el fragor social, lo peor sería dar marcha atrás y llamar a somatén para reiniciar la guerra.
Ese será el momento de la serenidad, de la mente abierta para asimilar el conflicto y para impulsar el cambio. No será el momento del retroceso, se plantea.
Una visión sin arrogancia, sin temor del “ensayo y error”, distribuyendo el ojo y el oído de la autoridad en un escenario genuinamente plural para ir construyendo con paciencia de abeja obrera un nuevo tejido que permita una gobernanza sostenible, recomienda.
No se puede menos que coincidir con estas sugerentes cavilaciones del representante del gobierno del presidente Santos en las conversaciones para poner fin a la guerra.
Ampliar el ejercicio reflexivo sobre una nueva democracia.
Sin embargo, el reto consiste en profundizar el ejercicio de pensar los términos de lo que la apertura política en curso ha propuesto como democracia ampliada y lo que puede significar el Plebiscito por la paz.
El denso y fecundo comienzo de un nuevo ciclo político, deja en evidencia, una vez más, los síntomas del agotamiento del modo de producción de conocimiento vigente y todavía dominante en nuestra sociedad, afirma Capece Woronowicz (http://bit.ly/2asalSu). Más específicamente, consideramos que la peculiar cartografía (cartas geográficas) social, gestada durante al menos las dos últimas décadas, escenario de una renovada conflictividad y vitalidad social, vuelve a colocarnos frente a la necesidad y la posibilidad de una transformación epistemológica de las Ciencias Políticas. Nos plantea la autora: Ubicamos estas líneas reflexivas, al hilo de Capece Woronowicz, en el marco de un contexto crítico y transicional de la producción de conocimiento en Colombia que demanda un pensamiento capaz de elaborar la incertidumbre y de comprender la organización transformativa de los pueblos. Ya difundida y generalizada cierta conciencia preliminar sobre la indispensable necesidad de reformulación conceptual, analítica, y epistemológica, ahora se impone un esfuerzo de extraordinaria imaginación que nos permita captar la esencia de la doble dinámica de lo social, expresada en una rica y múltiple imbricación de fases y procesos que se orientan tanto a la recomposición como a la descomposición de lo social, en el análisis de Svampa (http://bit.ly/2ajHUGY).
Experimentando el tipo de realidad social radicales transformaciones y alterándose de modo también sustancial el tipo de participación que el individuo tiene en la producción de esa realidad, es de esperar también que la capacidad de creación de conocimiento se desarrolle mucho más allá de los límites conocidos.
Esta reflexión sobre el plebiscito en su relación con la demodiversidad pretende participar y nutrir el actual debate sobre la ampliación de la democracia.
Los campos problemáticos que durante los años noventa y primera década del siglo XXI, dominaron el análisis de la democracia en Colombia han sido relegados por nuevas preocupaciones teóricas y políticas a raíz del proceso de paz, como las tratadas por De La Calle.
Resulta fundamental analizar y comprender estas transformaciones en toda su magnitud, transformaciones que son gestoras de nuevos mapas políticos (todavía en formación) que prefiguran inciertos panoramas en nuestra nación. En particular, lo que nos interesa destacar es que el derrotero del proceso de construcción democrática propio del último lustro, ha gestado un nuevo piso de debate y esto, quizás, a causa de la intervincularidad de tres procesos sobresalientes: la consolidación fáctica de la democracia electoral; la difusión de una profunda insatisfacción con los resultados de esa democracia electoral y clientelar; y, lo que más nos interesa poner de relieve, la proliferación de experiencias de innovación y profundización democrática que está resignificando la idea misma de democracia como lo hemos podido observar con los paros agrarios, la Minga indígena, campesina y afro y la movilización en curso por el SI en el Plebiscito (http://bit.ly/2asalSu).
Intrínsecamente vinculado con el fenómeno de difusión de crisis políticas significativas montadas sobre un inusitado ciclo de protestas, se da la ampliación del campo de la política cristalizado en la proliferación de experiencias de innovación y profundización democrática basada en principios de generalización del ejercicio de los derechos, apertura de los espacios públicos con capacidades decisorias, participación política de los ciudadanos y reconocimiento e inclusión de las diferencias.
A partir de los años recientes, diferentes movimientos sociales han desarrollado un nuevo ciclo de protestas que inauguran novedosas formas de acción y deliberación, ligadas a la ampliación del canon democrático. Posiblemente lo más seductor de este ciclo de experiencias de conflicto y crisis sea que no se trata de hechos aislados, sino de factores emergentes que evidencian tiempos de cambio que es necesario sostener, plantea Capece Woronowicz. (http://bit.ly/2asalSu).
Todo orden democrático está definido por su carácter conflictivo, abierto y plural en tanto que la vitalidad de la democracia radica en su capacidad de reinvención permanente. En este sentido, la relevancia de este tipo de análisis actualizados sobre el desarrollo democrático se sostiene en la consideración necesaria sobre la problematicidad del clima social de los años recientes, caracterizado por grandes acciones de masas que han cuestionado el modelo neoliberal, especialmente en su componente agrario.
Es precisamente la protuberancia de este campo de experiencias sociales, síntoma evidente del surgimiento de un nuevo período que marca un momento de inflexión histórica, lo que ha dado lugar a un florecimiento del debate sobre la democracia. En la producción teórico-analítica propia del actual debate asociado a la convocatoria del Plebiscito para refrendar los Pactos finales de paz, podría afirmarse que las Ciencias Políticas desarrollan dos horizontes diagnósticos respecto del estado de avance de la apertura democrática. Por un lado, puede constatarse la presencia y vigencia de un diagnóstico del derrotero de Colombia a lo largo de los años ’90 y primera década del siglo XXI, que pretende dar cuenta de un crónico y multidimensional déficit democrático, que la Constitución de 1991 intento superar, que, de modo consecuente, se materializa en un sobrextendido pesimismo sobre la democracia. Por otro lado, la perspectiva en tensión, delineada desde comienzos del actual proceso de paz, se orienta a realzar cierta tendencia a la revigorización de la política derivada del interés renovado en la reconstrucción del espacio público como ámbito en el que se definen los rumbos y modalidades de la convivencia colectiva. Esta segunda perspectiva signada por cierto optimismo hacia un desarrollo democrático diferente, da cuenta de experiencias novedosas que, en nuestro caso, se expresan manifestando un nuevo compromiso colectivo, de afianzamiento democrático. De hecho, esta segunda perspectiva no confronta explícitamente con la anterior, sino que se puede considerar que el ánimo de ambas coexiste y, en simultaneidad, alimentan un nuevo campo de interpretación sobre el desarrollo democrático en momentos de paz. Este ánimo se expresa incluso en el espacio de las Ciencias políticas, donde el debate sobre la democracia se amplía, desvinculándose de las contribuciones más economicistas y neoinstitucionalistas reinantes durante la década anterior, considera Capece Woronowicz (http://bit.ly/2asalSu).
Renovar el debate político.
Hasta hace muy poco tiempo, la reflexión y el debate políticos habían perdido vitalidad y contenido entre nosotros. En este sentido es que se plantea que requieren ser renovados y promovidos. Los análisis referidos a la democracia existente han ganado espacio, no obstante, la construcción de una cartografía teórico-analítica que habilite nuevas interpretaciones y líneas sustantivas explicativas de lo que sucede fuera del ámbito institucional, como los paros y mingas étnicas, en términos de desarrollo democrático, es un elemento prácticamente ausente. En virtud de este diagnóstico es que asumimos la tarea de desarrollar el concepto de demodiversidad y a partir de él, dar cuenta de las experiencias que en la región invitan a una reinterpretación de la democracia en términos de construcción colectiva posible.
La lucha por la demodiversidad y la importancia del plebiscito.
El nuevo ciclo de movilizaciones sociales y populares vinculadas con el proceso de paz que se adelanta en la Mesa de negociaciones de La Habana tiene como substrato común la lucha por la demodiversidad.[1]
Las luchas por la demodiversidad, plantea Aguilo, implican una doble tarea: 1) denunciar las limitaciones de la democracia liberal, que se ha revelado un sistema político ineficiente, opaco, reproductor de desigualdades, subordinado a intereses privados y sostenido, en buena medida, por la corrupción, el conformismo y la apatía (http://bit.ly/2a38xLQ). Y 2) rescatar experiencias democráticas alternativas desacreditadas por la concepción arrogante y empobrecedora de la democracia que predomina en la academia y la sociedad. La “democracia primitiva” sumeria estudiada por Jacobsen; la deliberación directa del demos en la ekklesia en la Atenas de Pericles; la democracia directa en determinados cantones suizos que inspiró las ideas políticas de Rousseau; la democracia jacobina en la Francia revolucionaria; los procesos de decisión política en la lógica del poder comunal del que habla Tocqueville en referencia a la comuna de Nueva Inglaterra; la democracia oral ejercida en torno al árbol de palabras en aldeas africanas, alrededor del cual se toman decisiones sobre la vida cotidiana; la Comuna de París, exponente histórico de la democracia obrera participativa; la democracia de los soviets (consejos de trabajadores, soldados o campesinos) en los inicios de la Revolución rusa; la formación de comunas campesinas en la China de Mao Zedong; la democracia comunitaria directa de los ayllus andinos; los consejos comunales en Venezuela; las democracias populares en Europa del este entre 1945 y 1989; los presupuestos participativos; las democracias feministas, que incluyen las expectativas y exigencias de las mujeres; la democracia en red; la planificación participativa en Kerala (India); la participación ciudadana en la evaluación de impactos científicos y tecnológicos son, todas ellas, experiencias de demodiversidad situadas en los márgenes de la historia política moderna occidental (http://bit.ly/2a38xLQ).
Las luchas presentes y futuras por la demodiversidad, prosigue Aguilo, se articularán sobre los siguientes ejes:
La batalla por la definición y el significado de la democracia. Las luchas por la demodiversidad son luchas por la resignificación política y social la democracia; luchas por desnaturalizar la semántica de la democracia liberal y forjar lenguajes democráticos alternativos. Nos hemos acostumbrado demasiado a definir la democracia en términos de derechos individuales, libertades civiles y protección de la esfera privada contra el Estado, y muy poco en términos de gobierno popular participativo e igualitario (http://bit.ly/2a38xLQ).
La incorporación de nuevos sujetos políticos.
La batalla por la incorporación de nuevos sujetos políticos. Las luchas por la demodiversidad exigen el reconocimiento de la amplia gama de sujetos cuyas formas de lucha no se inscriben necesariamente en las clásicas estructuras partidarias y sindicales.
Otros espacios de construcción democrática.
Las luchas por la demodiversidad redefinen y amplían los espacios de la política, abriendo un campo político popular y democrático de acción extrainstitucional que señala el agotamiento de la democracia de partidos y reclama nuevos esquemas participativos. No es casual que en la actualidad las luchas más promisorias por la demodiversidad se den al margen (y a menudo en contra) de los espacios institucionales de la democracia: en calles, plazas, vías, escuelas, fábricas, redes sociales, etc.
Otras prácticas democráticas.
Asambleas populares, marchas de los indignados, ocupaciones de lugares públicos, plebiscitos populares, entre otras iniciativas, dan cuenta de un vasto repertorio de formas de ejercicio del poder popular y ciudadano que desbordan los límites de una democracia insuficiente que no sólo no lo permite, sino que lo bloquea y criminaliza.
Otras formas de sociabilidad alternativas.
Las luchas por la demodiversidad son portadoras de una cultura política en sentido amplio fundada en bases más igualitarias y participativas que se alejan de las formas de sociabilidad (individualismo, clasismo, consumismo, etc.) propias del mundo liberal y capitalista institucionalizado.
La proyección de la demodiversidad en Colombia.
La existencia de demodiversidad y su proyección al escenario colombiano exige un enfoque de especial envergadura. La categoría de demodiversidad, como se ha sugerido, hace referencia a la coexistencia de diferentes modelos y prácticas democráticas, a la diversidad de formas democráticas alternativas, al reconocimiento y potenciación de las múltiples formas que puede históricamente asumir el ideal democrático, negado por las corrientes dominantes de las ciencias sociales para las cuales el único modelo válido es el de la democracia liberal al estilo occidental, de acuerdo con Boron (http://bit.ly/2a5HSiy). Desde esta consideración, se pretende la revalorización de la democracia desde una nueva perspectiva dado que junto con la ampliación de la democracia o su restauración, se presenta también un proceso de redefinición del significado cultural o de la gramática social vigente. De hecho, una de las evidencias más destacadas es que los casos de democracia participativa estudiados para dar cuenta de este proceso de demodiversificación comienzan intentando disputar el significado de determinadas prácticas políticas, de ampliación de la gramática social y de la incorporación de nuevos actores o de nuevos temas a la política. Lo que está en juego en estos procesos es la constitución de un ideal participativo, incluyente y reinstituyente como parte de los proyectos democratizadores. Se trata de procesos de democratización que contienen la percepción de la posibilidad de innovación entendida como participación ampliada de actores sociales de diversos tipos en los procesos de toma de decisiones. En general, estos procesos implican la inclusión de temáticas ignoradas por el sistema político, la redefinición de identidades y vínculos y el aumento de la participación, especialmente en el plano local, nos plantea Capece Woronowicz en el texto citado.
La demodiversidad como categoría analítica que atañe a las múltiples prácticas democráticas posibles, permite resignificar el debate existente sobre el actual desarrollo democrático, habilitando nuevos conceptos y líneas interpretativas de las experiencias democráticas que transcurren incluso por fuera del ámbito institucional. Con esta meta como objetivo, posiblemente el primer paso analítico relevante sea discernir la especificidad de los cambios que se están dando en los años recientes, los cuales si bien se dan bajo el influjo de una creciente fuerza expansiva de la democracia, encierran intensas contradicciones, avances y recomposiciones. Pareciera que los signos constitutivos de la tendencia son dos polos que se desarrollaran simultáneamente: atomización y activo compromiso con la construcción de lo común; consolidación y fragmentación; un proceso acelerado de difusión de la desafección, la apatía ciudadana y el descentramiento de la política sumado a un proceso de despolitización que corre paralelo a un fenómeno inédito de fuerte democratización social y una extraordinaria capacidad de cohesión colectiva. En estas líneas de tensión de avances y retrocesos lo que está puesto en juego en la democracia ampliada es la elaboración, difusión y concreción de nuevas formas de inclusión que rehabiliten un proceso de robustecimiento de lo político, de reinvención de la emancipación social tendiente a una nueva práctica política democrática, afirma Capece Woronowicz.
Democracia ampliada como sistema en movimiento.
Es así como es posible considerar que la democracia ampliada es un sistema en movimiento. Podría postularse que verdadera y empíricamente aquello que realmente existe son procesos de des-democratización y de re-democratización, plantea Sousa Santos (http://bit.ly/29Y1dG2). Se hace referencia a procesos políticos que por cierto no se confinan sólo exclusivamente a la esfera del Estado o a la esfera de la sociedad. De lo anterior, se deriva la visibilización de los dos procesos simultáneos y, hasta cierto punto, inherentemente contradictorios y dilemáticos constitutivos del proceso de democratización vinculado con la paz.
Procesos de des-democratización.
Procesos vinculados con el vaciamiento de lo político, de reducción política-ideológica que toma cuerpo en los denominados déficits de la democracia y su consecuente pesimismo sobre la democracia. Procesos de despolitización que se cristalizan en la pérdida de la credibilidad, representatividad, participación ciudadanas y la inconformidad generalizada con el desempeño de las instituciones. Procesos y experiencias en las cuales se evidencia una falta de protección frente a acciones arbitrarias estatales y no estatales que debilitan la acción política de los ciudadanos.
Situaciones de desigualdad extrema, tanto de recursos como de acceso al sistema político, en las cuales las condiciones básicas para la democratización están ausentes.
Procesos de redemocratización.
Procesos vinculados con el fortalecimiento de producción de un mundo común, de afianzamiento democrático. Se trataría de una nueva conciencia en torno a las prácticas y contenidos de la participación, cooperación e integración social que incluyen la defensa y desarrollo de facto de nuevas formas de participación y, en particular, de una diferente concepción y práctica del poder.
Podríamos conceptualizarlo como un proceso de comunitarizacion del poder en el cual una amalgama de movimientos sociales lleva a cabo una combinación de movilización, luchas, acción institucional, deliberación y reapropiación de sus decisiones, en procesos de autorepresentación social que involucran el diseño y creación de nuevos mecanismos de agregación, con estructuras políticas de alianzas de carácter flexible. Vale decir que una tendencia hacia la des-democratización que ocurre en el Estado.
Puede resultar simultánea, paralela o en contramarcha a la que ocurre en la sociedad. Siguiendo este rastro simultáneo y contradictorio podríamos delinear una herramienta destacada para tomar el pulso de la calidad de la vida política y social de la democracia ampliada. Poner en el centro del debate el dilema que la persistencia de los procesos políticos contradictorios encarna, exige analizar los procesos de fortalecimiento de producción de un mundo común, por un lado, y los procesos de vaciamiento de “lo político”, por otro, con el fin de evidenciar la existencia de dos polos antagónicos, que signan el desarrollo democrático de la paz.
Como corolario de todo lo anterior se desprende que no existe ningún motivo para que la democracia ampliada asuma una sola forma. Por el contrario, la puesta en evidencia de los fenómenos de diversificación socio-étnico-cultural y las experiencias recientes de participación, señalan el camino de la deliberación pública ampliada y de la profundización de la participación.
Del conjunto de variables analíticas consideradas, se pueden esbozar algunas ideas fuerza, en la línea del pensamiento de Capece Woronowicz.
1) La nueva dinámica resultante del proceso de paz, derivada de la yuxtaposición de los procesos de des-democratización y re-democratización brevemente enumerados, invita a la transformación de nuestra postura analítica de modo de mutar desde el estudio de la democracia (en tanto que régimen institucional) hacia el estudio de los procesos de democratización.
2) El descontento con los logros obtenidos por el régimen democrático de la Constitución de 1991, durante los últimos lustros, ha llevado a los analistas políticos a tomar una distancia crítica respecto de las concepciones más restringidas de la democracia, colocando ahora el énfasis analítico en los procesos participativos destituyentes e instituyentes en los cuales los movimientos sociales han tenido un rol destacado. Las principales tendencias de investigación (o al menos las más atractivas) en relación con la democratización se están orientando hacia la dilucidación de las nuevas dinámicas participativas, pretendiendo deslindar su contribución en la distribución del poder a través de movimientos sociales y organizaciones ciudadanas. En el seno de estos procesos de democratización, el desafío teórico analítico más destacado que se presenta es pensar creativamente las posibles articulaciones entre las diferentes figuras de la democracia posibles que tengan la capacidad de transitar en el vaivén de lo institucional, lo no-institucional y lo ainstitucional, entre el espacio público estatal y no estatal.
3) Los experimentos que en materia de profundización e innovación democrática se han venido desarrollando con el proceso de paz, resignificando la idea misma de democracia y demostrando, en distintas escalas y grados de complejidad, que es posible construir un nuevo proyecto democrático basado en principios de extensión y generalización del ejercicio de los derechos, apertura de espacios públicos con capacidades decisorias, participación política de los ciudadanos y reconocimiento e inclusión de las diferencias, no debe opacar nuestra mirada analítica en tanto que no todas las formas de participación popular son necesariamente democráticas, y no todos los procesos participativos conducen a resultados democráticos. Este debate ilumina un terreno para la construcción teórica y la investigación empírica que nos obliga a cuestionar nuestros presupuestos acerca de la participación popular y sus diversos vínculos con la democratización.
4) De conjunto plural de experiencias derivadas del proceso de democratización asociado a la terminación del conflicto armado, conviene destacar aquello que podríamos denominar un problema de la escala: en la gran mayoría de los casos, mientras que las dinámicas tendencialmente redemocratizadoras se evidencian a nivel local y popular, las decisiones a nivel nacional continúan aisladas del control y la participación ciudadanas. En este sentido, los principales obstáculos para la democratización parecieran residir en la dificultad para controlar el poder autónomo de las élites políticas y económicas. Los límites de las experiencias re-democratizadoras apuntan en dirección de otros elementos necesarios para la conquista de la demodiversidad de los regímenes políticos y, en particular, nos convocan a problematizar una vez más las extraordinariamente asimétricas relaciones de poder que todavía hoy predominan en la sociedad.
Conclusión.
La democracia ampliada y el Plebiscito como una de sus principales manifestaciones nos plantean la necesidad de acudir a nuevos paradigmas de la democracia no institucional como el modelo de la demodiversidad, el cual se plantea como un referente obligado en la construcción de los nuevos escenarios en los que cobran vigencia los derechos civiles y políticos como instrumentos de superación de la inequidad, desigualdad y exclusión.
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[1] Los referentes en torno a la categoría de demodiversidad pueden encontrarse en la obra de Boaventura de Sousa Santos: Reinventar la democracia (1998), Crítica a la razón indolente (2003), Democratizar la democracia. Los caminos de la democracia participativa (2004), Para una democracia de alta intensidad (2004), entre otras obras.
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