Antes de continuar con el desarrollo lineal de los eventos, me permito interrumpir con una pequeña intervención referente a la Guardia Indígena.
He tenido la suerte de estar acompañado por ellos en dos ocasiones, la primera vez, en la Minga de octubre del año pasado y la segunda en un encuentro de mujeres en el Cauca y Tolima donde trabajé como intérprete. Esas experiencias tuvieron un común denominador: una fuerza disciplinada y organizada.
Esta, en cambio, se distinguió por una Guardia tan dedicada, atenta y considerada. Mi experiencia fue, en su mayor, parte con los de Corinto, del Cauca, un "bloque" de alrededor de sesenta indígenas del pueblo nasa, cuya bondad y espíritu de alegría y fraternidad entre ellos jamás se escapará de mis recuerdos.
Cada "escuadra" se encargó de un "enano", como nos apodaron a los mestizos y los dos extranjeros quienes caminábamos con ellos, lo que implicó cuidar la alimentación, la carpa en la noche, la descarga de objetos de las maletas y otra tareas superfluas pero adoptadas como si fueran obligatorias.
Las labores de la Guardia fueron cumplidas con seriedad y con prontitud, como suele ser siempre. El ánimo lideraba la marcha y las quejas no se escucharon (mucho): al desenterrar los cadáveres se formaban alrededor de la circunferencia de la fosa para permitir la investigación de la Comisión de Investigación conformada por la ONIC.
Como se destacó en la Asamblea, la Guardia Indígena es la expresión más concreta de la minga, el símbolo de la autonomía indígena del porvenir, y su posición de "defensa" refleja simbólicamente el posicionamiento político del pueblo indígena de Colombia. Los mingueros del Cauca orgullosos comentan que reciben charlas, talleres y exposiciones de sus Consejeros Mayores para contribuir a su formación y que prestan su servicio voluntariamente; un modelo para duplicar ¿seguramente?